Viaje al mundo poético de Juan Matos

Viaje al mundo poético de Juan Matos

Juan Matos

-Labrador de palabras-

        Entrar al mundo del “Labrador de palabras” es un viaje que sorprende a cada paso cuando devela lugares, asociaciones, tendencias y memorias que permiten entender la razón por la que el lector se reconoce en muchos de sus poemas. Labrador de palabras es poesía y testimonio.

Parte 1/2
Juan Matos es uno de los escritores que ha hecho del exilio una elección existencial a la que da continuidad con sus escritos. Sabemos que el exiliado muchas veces busca la libertad absoluta, utopía que persigue sin desvelo; en otras ocasiones, se conforma con la libertad social y económica. Pero tal como sucedió con nuestro autor, continuará desde la distancia vinculado a su patria a través del cordón umbilical que lo nutre y encadena a sus raíces. Su largo exilio, no libre de sufrimientos, le mostró el sendero de la literatura y en su obra el ser humano es uno frente a los eternos vaivenes de la vida y los caminos que ha de recorrer.


Este poemario es una vuelta al hogar para cantar las penas surgidas de la distancia, los grandes amores y la muerte. El trayecto por el que nos conduce el poeta va desde la angustia de la colonización, el mundo de injusticias del batey, el amor, el hombre incompleto y solitario aislado por las fronteras que lo alejan de su suelo, y las aguas terminales del Lete. La forma y contenido del poemario eleva al lector por la adecuada disposición de la estructura, el apropiado uso del lenguaje poético y los recursos literarios que le dan vuelo.
Su prosa poética causa en el lector el gozo que solo el buen arte puede desencadenar.

La intención del escritor conmueve y nos ubica en la visión de su mundo, lleno de duras realidades, pero también de esperanzas. Un mundo de metáforas e imágenes que nos conectan con los eternos designios de la existencia: el mundo imaginario del alma. Y como bien nos indica el poeta dominicano León David, respecto a las palabras que el poema hospeda: “El rol simbólico que desempeñan… apela a esa virtud plástica y sonora de las imágenes, a la iconicidad que los signos que en el espacio vivencial del poema rezuman” (David, 2017). En esta obra lo interno y lo externo se mezclan porque el autor se encuentra en el centro, conectado por medio de los acordes significativos que transmite en su poesía.


Los motivos que desarrolla Juan Matos en este libro son planteados con esencias autóctonas. Y es que todo arte o poesía verdadera expresa su tiempo y las huellas que los marcaron. El cantor destila las vivencias de su naturaleza y logra transcenderlas. Las convierte, a través de sus versos, en conciencia pura, quizás pertenecientes a la “conciencia universal o inconsciente colectivo” que tanto estudio Carl Jung (2002).


El poemario está dividido en cuatro partes. En De soles abiertos, el laureado poeta expone el pasado indígena con sus valientes hombres y mujeres, frustraciones y temores hasta la agonía provocada por las injusticias del colonizador, el sufrimiento y desesperanza. El autor habla del campo de su país de origen, el batey, la mujer y la barbarie de la colonización. Esta poesía enlazada a una racionalidad estética está más que nada comprometida con el dolor y sufrimiento de los taínos y las poblaciones del batey expuestos a una vida sin esperanzas.


El receptor no solo escucha los poemas en toda su extensión sino que es embargado por la emoción porque son percibidos en un contexto similar al espacio mental en que fueron creados, la patria. La vida en los cañaverales persiste sin que hayan mejorado ni las condiciones de vida y ni los sujetos que viven en ese locus de desaliento y miseria. El poeta logra hacernos parte de lo que en esas páginas canta a voz viva y en tono exaltado, pero sin la ponzoña del desagravio.


De soles abiertos penetra las oscuras entrañas de la existencia para debilitar los demonios que acosan en el terrible y oscuro túnel de la supervivencia, centro del mundo, piedras y magma, luz de las probabilidades desde donde surge el blanco frío del norte, lugar que acoge y esclaviza en la movilidad congelada del tiempo. Veamos un fragmento:
“De soles abiertos solivianto musas. Hay tornados intrínsecos socavando demonios. Preciso el filo de la espada que ilumine este túnel. Pido piedras chispeantes. Magma que pincele murales denunciantes. Voces-navajas que taladren silencios cómplices de satisfacciones inmediatas. Hay tanto combate a oscuras en las adoquinadas salas. Alfiles certeros salen de su protocolo, enlutando avenidas de miseria. Hay un alud de olvido sobre el hambre al doblar la esquina. Alguien desdobla códigos, aúlla, y luego impone, a muros, el absurdo del odio… la sutileza del discrimen”. (Matos, 2021, p. 2)


El poema Supongo que debemos estar muertos es una queja visceral que sangra por la herida del engaño y el dominio; un grito que conmueve y provoca. Sus figuras literarias producen un goce estético portentoso. No se trata solo del contenido sino de la forma sutil que es empleada por el poeta que conoce el objeto y la realidad de la cual habla y sobre la que se afirma. Su voz se eleva libre sobre el cañaveral subyugado: acto de rebelión contra un pasado opresor que insiste en esclavizar al hombre que trabaja la tierra, sin futuro ni esperanza; verbo que se alza contra el que mancilla a la mujer “arrinconada en la acera del olvido” (Matos, 2021, p.7). Sus versos en prosa apasionan, y logran provocar el deseo de participar en la hechura de un mundo mejor.

Sin importar el lugar donde se encuentre el cuerpo físico del escritor dominicano, su alma vagará por su tierra de origen; los asuntos vividos en otras latitudes estarán siempre en relación con la tierra que lo vio nacer. Su percepción siempre estará tamizada por el Caribe. Juan Matos, académico laureado, nació y vivió en un batey y esa experiencia marcó su imaginario y su vida. Los poemas que escribe en esta primera parte huelen a tierra húmeda y fértil, saben a caña y susurran el canto del trapiche. Lo indecible es trasmitido en figuras retóricas que hacen sentir en la piel del lector el látigo del conquistador; y escuchar el llanto del ultrajado. Es una poesía realista, pero altamente simbólica.

Su poesía social mantiene una mentalidad crítica frente a la realidad poetizada: juego de metáforas que cautivan, poesía comprometida con los pobres, con la falta de libertad que denuncia, las condiciones de vida infrahumanas de los bateyes y los abusos del poder. Veamos un segmento de Me ha asaltado el poeta.

“Más allá del tiempo, trépidamente trina la sangre universal del obrero. Ya en la mina. Ya en la zafra. Ya en el campo. En la incisiva hoja del cacao. En el dolor-aroma del café. En las verde navajas del cañaveral. En el recóndito ataúd de la desolación plural. Allí, en el martirio rojinegro del peón, la sangre, sangre es. Es el sudor sudor allende el sol y la mortaja. La muerte es muerte. Verso vanguardia es doquiera pulsa el corazón de los plurales corazones contra la iniquidad sobre la tierra ?exhausta ya de estar exhausta? hastiada del hastío, de par en par pariendo alba sin luces.” (Matos, 2021, p. 4)

        Como han podido advertir, la poesía de Juan Matos no es panfletaria porque se  mantiene en los límites de la poesía como bien diría Pablo Neruda.    No nos luce que el poeta pretenda hacer  política o impulsar un cambio social        a través de una revolución con su poesía sino dejar expuesta la realidad que persiste soterrada a través de los siglos.  Matos pertenece al grupo de poetas que han considerado que la poesía puede ser un instrumento para concientizar a la sociedad sobre las injusticias como lo fueron César Vallejo, Blas de Otero y Pablo Neruda.

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