Viaje de iniciación de Manuel Salvador Gautier

Viaje de iniciación de Manuel Salvador Gautier

Una manera de recordar a un amigo que ha dejado atrás un cuerpo físico ya inútil y se ha elevado al mundo de los que nunca mueren es recordar sus palabras, su manera de sentir y de expresarse. Leer sus obras será siempre un acercamiento al espíritu joven que vivió su vida a plenitud al experimentar nuevos mundos a través de sus personajes y las recreaciones de sus lectores.

“La fascinación de la rosa”

“La fascinación de la rosa” novela del escritor interiorista Manuel Salvador Gautier publicada por Editorial Santuario (2010) constituyó un giro en el estilo y la temática de Manuel Salvador Gautier.

Esta obra novelística se inicia con una percepción cruda de la realidad presentada de frente y sin tapujos.

El simbolismo prima mostrando a través de arquetipos una sociedad salvaje que se nutre de lo peor, aferrada a una existencia vana para seguir adelante a como de lugar, sin esperanzas ni deseos y sin nada a la vista que codiciar. “Chupar y chupar es la salida de sobrevivencia”, porque lo otro, según nos dice…”…es esperar que el perro se rasque y nos aplaste o nos lance en el vacío con una sacudida de su lomo”. No hay escapatoria en el mundo de la percepción de Manuel Salvador Gautier.

Me sorprendió y entusiasmó conocer la nueva faceta del autor en la que muestra una profundidad inusitada y un alejamiento del mundo cotidiano e histórico a que nos tenía acostumbrados en sus obras previas. Muestra un Gautier reflexivo que penetra el universo del pensamiento complejo y se despoja de todos los tabúes ancestrales para reconocerse y subir lentamente al encuentro de una nueva conciencia.

Este Gautier se abre a nuevas experiencias y penetra los arcanos de un lenguaje mítico cosmogónico lleno de simbolismos.

No sé si el proceso de ideación de esta obra fue la clave que franqueó las puertas de su nuevo imaginario o si fue la madurez de un hombre en búsqueda lo que le llevó por nuevos senderos, pero el cambio fue radical.

La obra está dividida en dos planos diferenciados: el de la extroversión y el de la introversión.

La realidad aparente y el realismo mágico a medida que avanza la trama se integran para formar una “única o verdadera realidad”.

El primero, nos muestra al Gautier conocido que se desplaza con facilidad por la “realidad cotidiana” con el conocido dominio de la técnica que hizo de él un laureado escritor.

Nos encontramos con diálogos naturales y espontáneos que intercalados con el uso del monólogo interior dan verosimilitud a lo narrado; una unidad lingüística manifiesta en enunciados bien estructurados a través de una coherencia y cohesión apretada que nos permiten entender lo comunicado y fluir a través de una lectura sin exabruptos.

Además, un cuidado extremo en no dejar cabos sueltos; una narrativa limpia que se desplaza de forma admirable; excelentes descripciones que nos permiten situarnos con comodidad en un telón de fondo bien constituido que nos habilita para solazarnos con párrafos breves y bien armados.

Las descripciones y ambientaciones ensambladas junto a diálogos apropiados y precisos proporcionan el tono perfecto a cada situación. El tiempo interno de la historia y el tiempo externo o histórico donde sucede se engarzan para convertir el tiempo en un personaje que define destinos.

En esta obra el tiempo y espacio son el absoluto, lo inmutable donde todo es posible: se trata de la ontología divina.

Varios recursos llaman la atención: la facilidad con que el escritor puebla su novela de personajes con motivaciones claras que se internan y retiran de la historia con tal naturalidad que no generan cuestionamientos, todo resulta verosímil; el uso frecuente de anglicismos al estilo Borges le dan una nota cosmopolita y define la clase social de quien los utiliza.

Por otro lado, el autor sitúa la historia con costumbres de República Dominicana: el frío-frío, la procesión de los Reyes Magos, la celebración del Día de Año Nuevo, los paseos a los pueblos del interior -Barahona, Bayahibe, la Saona y Jarabacoa-. El novelista logró, además, mostrarlas costumbres de la clase pudiente en un libro cuya historia se enmarca en la miseria.

Federico Nadal el protagonista, un hombre solitario, abandonado por su esposa y descuidado por sus hijos se enfrenta a un hecho inesperado: una mujer entra a su vida para cambiarla de raíz.

El tedio que vivía termina y la dama se convierte en un portal que lo lleva hacia un nuevo sendero. Se enamora y la musa es un pretexto que la vida pone en su camino para provocar una transformación.

La dama coprotagonista antes de aceptar su amor le exige que supere varios retos. El escritor utilizó el recurso cardinal de las novelas griegas, bizantinas y de caballerías: las pruebas.

Esta novela de aventuras dispone del esquema argumental donde el héroe debe vencer los obstáculos que la vida le brinda para lograr alcanzar lo que busca. Se trata de la meta final que se presenta como el amor de sus sueños, Luisa Escobar, la Dulcinea del Toboso de esta obra.

Las aventuras en las que se ve envuelto Federico Nadal tienen un aura especial, son hazañas vividas con intensidad y entrega por el alto significado que encierran, el logro de la espiritualidad.

De ahí, el carácter único de cada aventura a que se expone.
Tres son las pruebas: primero, el dominio de la voluntad en el mundo físico a través de la acción.

De esta prueba sale airoso evidenciando su bondad y compasión. Las restantes aventuras hacen del libro una obra diferente a todo lo escrito por el autor. Federico experimenta la fuerza de los elementos: tierra, aire, agua y fuego. Se estremece tras cada prueba, y nota su sostenida transformación.

Tras cada superación recibe una rosa como símbolo del ascenso al mundo espiritual. El tema religioso es tratado con respeto y sin prejuicio. El protagonista visita un templo y al ver el ceremonial se sorprende de lo que ve y piensa…

“Me mira fijamente; no comprende la razón por la cual niego un lugar donde cada objeto natural o construido es receptáculo de la divinidad. Los árboles, los bohíos, la enramada, el piso de tierra de este lado del riachuelo, son el templo…” (Gautier, 2010)

La imagen evoca las catedrales góticas como la de Chartres, y hasta la nuestra “La Catedral Primada de América”, hechas por artesanos cuyo único oficio era su construcción de catedrales en las cuales todo simboliza la naturaleza y el universo. La puerta principal encarna la entrada y salida del vientre materno: el introito sagrado. Las columnas forman el sendero de árboles del bosque y en los techos… bóvedas de crucerías como ramas que se entrecruzan. Tierra, naturaleza viva, fecundidad, fruto, vida y renacer…

Federico no se suma a la nueva realidad religiosa con que se encuentra sino que ésta le sirve de catalizador para enfrentar sus propios fantasmas. Entiende claramente la simbiosis de culturas y está listo para conocer lo que se le presenta.

Lo que toca emocionalmente a nuestro héroe no es la aventura misma sino el significado transcendente que esta pueda tener y el cómo impactará su vida.

Se enfrenta a lo desconocido para restablecer el orden perdido: busca encontrarla felicidad malograda con el abandono de su esposa y el alejamiento de sus hijos, pero en el proceso descubre su verdadera identidad y la necesidad de una religión que vea al ser humano como parte de la naturaleza y no separado de ella.

Esta obra presenta la relación entre la aventura y el autoconocimiento del que habla Georg Simmel o como diría Carlos García Gaul esta aventura es en el fondo un asunto privado.

“La fascinación de la rosa” maravillosa novela de aventuras de Manuel Salvador Gautier terminó siendo su propio viaje de iniciación, un viaje que tarde o temprano realizaremos todos…

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