Viaje por la Historia. El editor, un aliado del escritor

Viaje por la Historia. El editor, un aliado del escritor

“La convención establecía que cuando es menor de cinco líneas va entre comillas dentro del texto y cuando es mayor de cinco va aparte y en bloques. Ese destaque puede hacerse de diferentes maneras: en cursivas, en un interlineado menor o en un tamaño menor de letras”, significa.
-¿Pero se puede usar la comilla?
“Cuando la cita está dentro del texto y es menor de cinco líneas”, responde.
-¿No le podría traer problemas al autor si lo que cita, que no es suyo, no está entrecomillado?
“Siempre hay que resaltarlas en algunas de las variantes establecidas pues de esta manera se indica que ese texto es de otro autor. Además, hay que señalar la fuente de dónde se tomó. Solo aplicando estas convenciones se puede evitar el riesgo de que se nos acuse de plagio”.
-¿Aunque sea en un texto periodístico?
“Sí. Es la manera de reconocer el derecho moral del autor que escribió lo que hemos tomado. Así queda claro que no estás asumiendo como propio lo que es de otro”.
Se le observa que antes de estas reglas el escritor se cuidaba más que nada de que la gramática estuviese correctamente aplicada y se le cuestiona en torno a la obligatoriedad en el cumplimiento de estas normas y en qué ayudan.
“Para ganar en la corrección de la escritura”, aparte de que “viabilizan la comunicación con el lector puesto que están en función de hacer más claras las ideas que se quiere transmitir”.
El texto, agrega, se organiza, se hace más comprensible. “Sin embargo, el autor, que es el creador o productor, inmerso en ese complejo proceso de gestación, no siempre conoce esas normativas. Su atención está concentrada en la creación. Pero a la hora de pulir su escritura, el conocimiento de las normas editoriales más importantes le facilita el trabajo y, a la vez, el proceso editorial para la conversión de su texto en libro”.
Estilo propio. Destaca, empero, que esas reglas no son rígidas, que el estilo propio del autor tiene sus especificidades y licencias que hay que respetar, “siempre que no atenten contra la comprensión de las ideas”.
El escritor tiene un aliado: el editor. “Le ayuda a complementar el acabado del texto, tanto en lo que se refiere al lenguaje y a la aplicación de normas como a la organización del discurso. El autor no debe asumir la función del editor como una intervención atentatoria de su creación, por el contrario, debe considerarlo un cómplice de su creación en el sentido de mejorarla y hacerla más efectiva en su transmisión al destinatario final”.
-Cuando usted dice licencia ¿significa que el autor puede seguir escribiendo como le dé la gana?
“No. Me refiero a estructuras lingüísticas que él asume como características de su estilo y que lo hacen personal y comprensible. Son fórmulas razonables, de carácter estético, que hacen más elaborado y creativo el lenguaje. No se trata de maneras de escribir descuidadas, esas licencias a las que me refiero deben ser respetadas y no coartadas por las normas”.
En ese sentido, “el editor debe meterse en la piel del escritor para poder discernir esas complejidades del lenguaje. Por ejemplo, si el autor está reproduciendo el habla de alguien y pone giros o elimina letras, no quiere decir que el editor tenga que restituir la corrección de esas frases o giros, hay que conservarlos exactamente como los puso el autor pues la intención de este es reproducir una forma de hablar, así lo requiere lo que está escribiendo. En esto no se puede ser esquemático”.
Considera que el escritor debe conocer las normas para hacer su lenguaje más comprensible “pero no tiene que tomarlas al pie de la letra porque todo está condicionado por las exigencias del texto que se está creando”.
-¿Cuál es la conclusión: seguir escribiendo como lo hacía o estar pendiente de las nuevas normas?
“Aunque cada autor tiene su estilo, debe velar por un nivel de corrección, porque no escribe para él, y el interés básico tiene que ser que ese lector potencial lo entienda, por tanto, sin que la preocupación por la lengua afecte la creación, el autor debe tener el interés de que lo que está escribiendo tenga un nivel de corrección y la suficiente fluidez como para que sea entendible”.
El editor. Expresa que cuando ya el texto va a ser “socializado” a través de una editorial, interviene el editor, que lo va a preparar para que se convierta en libro.
“Al editor le corresponde pulir ese texto, darle organicidad, no solo verificando la corrección gramatical y estilística sin violentar el estilo del autor sino también aplicando las especificaciones propias de la edición”.
En ese sentido cita reglas como el uso de las cursivas, negritas, mayúsculas y minúsculas, la manera de señalar las citas textuales, colocar las notas, estructurar la bibliografía, hacer referencia del material gráfico, jerarquizar los títulos… Todo esto es responsabilidad del editor.
Menciona otros pasos en la preparación de un libro, como la diagramación, que es el diseño exacto de las páginas utilizando el programa adecuado. “La diagramación distribuye el texto según el tamaño del libro y la medida de las páginas, y nuevamente hay que revisar para verificar que esa manipulación no haya afectado la integridad del texto ni incorporado incorrecciones”.
Además se revisa “que no queden líneas colgando a principio o al final de la página (huérfanas y viudas), que no haya palabras mal partidas al extremo de las líneas, no dejar hojas en blanco de manera incorrecta…”.
El autor crea su texto y trata de que sea legible, el editor lo organiza, le da coherencia y uniformidad para añadir efectividad a la comunicación y darle mejor forma como libro, resume. “Este proceso transcurre en un estrecho diálogo entre autor y editor, es la única manera de garantizar que el libro resulte estéticamente bello y perfectamente comprensible”.
-Hay autores que defienden a rajatabla sus desastres, se le comenta.
“Un autor que conoce la lengua y escribe correctamente, es la base, si esa base existe, el resto del proceso fluye con normalidad y el margen de error se reduce porque la materia prima, que es la escritura, está bien elaborada, ya el resto es la aplicación de las convenciones formales”.
Cuando se recibe un original lleno de faltas, Daniel entiende que lo conveniente es devolvérselo al escritor con recomendaciones para que lo reelabore. Y añade: “Un texto mal escrito y en consecuencia un libro mal logrado, representan una inversión de tiempo y de recursos frustrada y un diálogo de sordos en relación con el lector posible”.