Viaje por la Historia
El historiador boricua que descubrió el Cibao

Viaje por la Historia<BR>El historiador boricua que descubrió el Cibao

  La intelectualidad dominicana lo considera parte suya y por eso está presente en proyectos trascendentes, sobre todo en aquellos relacionados con la historia. Es miembro de prestigiosas instituciones nacionales y tiene compadres y amigos entrañables para los que siempre es un huésped bienvenido.

No es oriundo de aquí pero su obra  ha dado a conocer al país y lo mantiene vigente en el mundo desde principios de los años 80 cuando fue recibido por una afectuosa familia de Los Minas, primer contacto  que lo encadenó a esta tierra. Desde entonces se adentra en archivos, bibliotecas, despachos, conversa con campesinos y gente de la ciudad, consulta cuanta fuente le sirve de testimonio para  libros que agrega a los que ha publicado sobre la República, especialmente relacionados con asuntos rurales.

            Pedro Luis San Miguel Sánchez, el boricua para algunos santiagueros, ha convivido por tanto tiempo entre los criollos que usa sus modismos y expresiones, conoce vecindarios, apellidos,  rutas de autobuses y expresa orgullo por el nacimiento de su hijo menor. “Muchacha, Karlo es santiaguero”,  comenta.

            Fue haciendo sus estudios doctorales en Columbia University cuando se interesó por la República  al escuchar los relatos del antropólogo Carlos Mieses sobre su Patria. Decidió preparar la tesis sobre el país. “Pero allá hay que hacer un examen de grado, uno se pone a leer de muchísimas cosas y cuando estaba leyendo me percaté de que sabía muy poco de República Dominicana”, cuenta.

            Acostumbrado a sacar dinerito  para comprar libros de su interés, manifiesta que era raro encontrar en Borinquen obras sobre los dominicanos en los años 70. Su tutor, Herbert Klein, le sugirió viajar aquí, conocer la gente, el ambiente. Le presentó a Frank Moya Pons que le orientó y trazó directrices.

            Viajó a Santiago donde Danilo de los Santos, profesor de la UCMM que había hecho una maestría en Puerto Rico y con quien compartió aulas y este le presentó a Rafael Emilio Yunén, también catedrático,   referido por Moya Pons.

            Había publicado un trabajo sobre plantaciones azucareras en Puerto Rico en el siglo XIX y pensó aplicar el mismo tema a República Dominicana, “pero mis conocimientos sobre el Caribe eran bastante precarios y cuando comencé a estudiar  me percaté de que la historia dominicana, por lo menos la agraria, no encajaba dentro de ese patrón porque en el siglo XIX no había plantaciones esclavistas, las que habían existido desaparecieron rápidamente. Los que habían sido importantes eran los campesinos, ahí se fue perfilando el tema concreto del trabajo de investigación”, refiere.

            Una beca Fullbright-Hays le permitió concentrarse en el Cibao, “donde el campesino se desarrolló más temprano”.

            Residió en Villa Olga y allí tiene como compadres a Diógenes y Margarita Mallol, visitaba a diario al fenecido Román Franco, director del archivo  local que aunque no tenía registros apropiados ni documentos le indicó lugares y personas. Se relacionó con ejecutivos de la Compañía Anónima Tabacalera cuyo patrimonio documental le dejó impresionado pese a que nunca lo consultó pues lo mantuvieron durante un mes en espera pero un día lo subieron a la tercera planta donde estaba el archivo y lo vio. “Allí tenía que haber maravillas, era monstruoso de grande, dije que allí haría mi tesis y sobraba material. Espero que se haya conservado”, exclama.

            Le salvó el licenciado José Reinoso, abogado que conserva muy bien cuidados valiosos protocolos notariales, compra y venta de tierras, alquileres y otros, heredados de su padre, también jurista. En el Ayuntamiento revisó el acervo de la Registraduría de Hipotecas, fue al Tribunal de Tierras durante meses, intercambiaba con la gente del desaparecido CEUR y entró en contacto con campesinos al tiempo que se trasladaba  a compartir un pequeño apartamento en los alrededores de la UASD para acudir entre semana al Archivo General de la Nación y ver expedientes del Ministerio de Agricultura, la Gobernación y el Ayuntamiento de Santiago, entre otros.

            Así surgió “Campesinos del Cibao, Economía de mercado y transformación agraria en la República Dominicana, 1880-1960”, con un breve antecedente sobre el periodo colonial que se publicó en 1997 y el año pasado fue reeditado por el Archivo General de la Nación y presentado en el Centro León.

La guerra silenciosa. Pedro Luis nació en Manatí, la Atenas de Puerto Rico, el 24 de marzo de 1954, hijo de Pedro San Miguel y Elba Luz Sánchez que lo retiró del único kínder del pueblo porque escapaba debido a que lo ponían a jugar y él quería que le enseñaran a leer y escribir. Su abuela Providencia García y una maestra retirada lo alfabetizaron.

            Terminó la preparatoria en Manatí y pasó a la Universidad de Puerto Rico donde estudió Historia y Ciencias Políticas. Allí inició una maestría en historia que dejó inconclusa y que terminó en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Después haría doctorado en Columbia.

            De su primer matrimonio son sus hijos Pedro Carlos, Alejandro José y Roberto Karlo. Casó por segunda vez con la mexicana Laura Muñoz. La pareja tiene a Diego. Pasa medio año en México y el resto en Puerto Rico donde es profesor en el departamento de historia de la UPR. Ha dado cursos sobre América Latina, el Caribe, Puerto Rico, teoría de la historia, metodología de la investigación, entre otros. Es además fotógrafo.

            Volvió a Santiago en 1990 para comenzar otra investigación que resultó en el libro “La guerra silenciosa, Las luchas sociales en la ruralía dominicana”, publicado en México en 2004 y reproducido por el AGN en 2011. También es autor de “La isla imaginada: Historia, identidad y utopía en La Española”, “Los desvaríos de Ti Noé: ensayos sobre la producción del saber en el Caribe”, “Crónicas de un embrujo: Ensayos sobre historia y cultura del Caribe hispano” y otros, algunos traducidos al inglés.

            “Siempre tengo algo sobre República Dominicana, ahora una editorial de España me ha pedido un artículo que va a servir de introducción a una edición del libro “Tres leyendas de colores”, de Pedro Mir, y es responsable de dos artículos para la Historia del Pueblo Dominicano que publicará la Academia Dominicana de la Historia, de la cual es miembro al igual que de la de Ciencias.

             “El vínculo con la República Dominicana ha sido fundamental para mí en todos los sentidos, me dio otra perspectiva de la vida, de lo que era el Caribe. Conocí el Caribe a través de la República Dominicana”, expresa.

            Y a gente como Juan del Rosario, del desaparecido CEUR, a la mayoría de los historiadores  y a Noel, el limpiabotas de La Canela que compartía juegos y alimentos con sus hijos y que le contó que un día su maestra le pidió  un ejemplo de planta medicinal y él respondió que la yuca, porque curaba la enfermedad del hambre. Lo narra  entristecido y se eriza. Noel lo encontró un día en las páginas de El Siglo y como bajo la firma estaba el email de San Miguel le escribió: “Soy Noel, el limpiabotas del cuento de la yuca”. San Miguel se alegró pero ahora lamenta: “No he sabido más de él”.

 

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