Para crear una imagen de Leonel Fernández que cautivara a los votantes en 1996 hubo que derechizarlo porque se le percibía muy inclinado hacia la izquierda; explotar su juventud, contrastante con la de su principal contrincante, José Francisco Peña Gómez, y le aconsejaron no enfatizar a Juan Bosch ya que las encuestas evidenciaban que exaltar al máximo líder del PLD no era tema que agregaba votos. Fernández fue muy criticado en el ámbito internacional debido a la campaña antihaitiana. La misma compañía encuestadora que contrató le manifestó que el racismo no era materia para sumar sufragios.
Pero el antihaitianismo no era una decisión del candidato, sino de Vincho y su grupo, refiere Bernardo Vega, quien un año antes había conocido al que sería presidente de la República pero después de una segunda vuelta.
Recuerda el historiador que un embajador de Jamaica, preocupado por esa maniobra, viajó a reunirse con Fernández, y al ver el matiz de su piel reaccionó: ¡Pero usted es uno de nosotros!. Y el exmandatario explicó que no era iniciativa suya sino de sus aliados.
Bernardo Vega y Leonel Fernández Reyna estuvieron muy unidos desde que Penn & Schoen decidió no trabajar más con el PRD porque había contratado una encuestadora chilena. La principal firma encuestadora del presidente Bill Clinton no iba a desempeñar una función de segunda, dijeron. En noviembre de 1995 comenzaron con Leonel que estaba en una posición muy ventajosa en la primera ronda en relación con José Francisco Peña Gómez pero como la revista Rumbo daba mayor margen a Leonel se decidió no publicar los resultados.
La conducta de Fernández y del PLD aparentaba no estar en concordancia con el comportamiento tradicional de los políticos dominicanos que por siglos han recurrido a golpes bajos y argumentos sucios para enfrentar a sus opositores, excepto el uso de la discriminación. Se trataba, sin embargo, de una previsora estrategia de los peledeístas.
En diciembre de 1995 Fernández viajó a las oficinas de Penn & Schoen en Nueva York y estos le explicaron que la corrupción preocupaba mucho a los dominicanos, aconsejándole atacarla, pero el aspirante insistía en no tocar el asunto pese a que allí le presentaron fotos de Alan García, Carlos Andrés Pérez, Salvador Jorge Blanco, para quienes habían trabajado y alegaban que cómo les podía decir a ellos que ese no era un tema electoral en Santo Domingo, narra Bernardo Vega.
Lo que ocurría, revela, era que ya ellos estaban contando con el voto de los reformistas para una segunda vuelta y emplear la corruptela imperante podía ofender a Balaguer, que era el corrupto, expresa. Solo llegaron a crear tímidamente una cuña en la que aparecía un vaso de leche del desayuno escolar que desaparecía con rapidez. La deshonestidad impedía que a los estudiantes llegara el nutriente líquido, alegaban.
Agrega Vega que tampoco utilizaron la enfermedad terminal que padecía el candidato perredeísta, quien llevó como compañero para la vicepresidencia a Fernando Álvarez Bogaert, pero por debajo existía una gran preocupación si Peña Gómez ganaba y moría, expresa.
En febrero de 1996 los sondeos de Penn & Schoen daban 41 por ciento a Peña Gómez y 39 a Leonel y tampoco se dieron a la luz porque otros daban mayor ventaja al PRD para la primera vuelta, un 46 por ciento, y el mismo porcentaje que daba Penn & Schoen a Fernández.
Bernardo rememora haber discutido con Leonel cuál era la estrategia de Peña Gómez en una segunda vuelta y este concluía en que el fogoso dirigente no tenía una, porque contaba con que ganaría en primera, mientras que como las encuestas daban que iba a haber una segunda, la del PLD era aliarse con Balaguer y conseguir los votos balagueristas. Días antes de ese segundo proceso Penn & Schoen daba 51 por ciento a Fernández y 48 a Peña pero otras encuestas publicadas arrojaron mayor ventaja por lo que estos resultados tampoco se hicieron públicos.
Ante esa realidad, Vega preguntó a Leonel: ¿Le puedo llamar Presidente? y él contestó en inglés con una frase del beisbolista Yogi Berra: El juego no termina hasta que no termina. El 16 de agosto de 1996 la encuestadora entregó a Fernández esos resultados y una minuta con los temas que debía enfocar en su discurso, parte de los cuales empleó.
Estuve muy cerca de él en toda esa campaña, asesorándolo, manifiesta. Ahí conoció a Danilo Medina, a quien todos daban participación. Era como la eminencia gris de cómo manejar la campaña, su opinión era muy importante, afirma.
El presidente Fernández preguntó a Vega cuál cargo le interesaba y este contestó que ninguno. Su primera esposa estaba afectada de cáncer y como debía estar con ella en Estados Unidos, Leonel le ofreció la embajada dominicana en Washington. Aún no era el 16 de agosto. Cynthia murió en el país el 30 de septiembre de 1996, situación que afectó sobremanera al economista. Ella está presente en sus sentimientos y recuerdos. Mostró una foto que le hicieron a él entonces. Preguntó qué reflejaba. Tristeza, respondió, eran los días del deceso de su compañera.
Fernández, Jaime David y prácticamente todo el gabinete peledeísta le acompañaron en la funeraria y al regresar del cementerio recibió de Peña Gómez la primera llamada que este hizo al salir de su internamiento.
Pese al tiempo transcurrido, Vega no se animaba a salir a su misión, pero preparó raudo las maletas cuando el Presidente amenazó con nombrarlo en el equipo económico. Al llegar a Washington contrató un abogado para que lo sacara de un pleito que había iniciado contra la CIA bajo la Ley de Libertad de Información por sacar documentos clasificados sobre el complot que condujo al ajusticiamiento de Trujillo, considerando que no era ético que yo estuviese sometido a la justicia por el Gobierno ante el que iría como embajador. Luego se determinó que los papeles estaban desclasificados pero extraviados en el expediente del asesinato de John F. Kennedy.
Con la presentación de credenciales de Bernardo Vega se abrió un espléndido camino de conquistas internacionales para el joven presidente Leonel Fernández.