Vianco Martínez y la muerte de Sagrario Díaz

Vianco Martínez y la muerte de Sagrario Díaz

PASTOR VÁSQUEZ
El trabajo se titula «La muchacha que me alfabetizó está de cumpleaños» y fue publicado en el diario electrónico Clave Digital. Quisiera reproducirlo aquí, pero el espacio de que dispongo es muy limitado, y lo quisiera hacer porque yo apenas era un niño cuando ocurrió está tragedia, pero la recuerdo como si fuera hoy, porque entonces los adultos escuchaban las estaciones de radio cuando transmitían desde el hospital donde agonizaba aquella joven tierna que había sido herida horas antes por una turba que penetró a la Universidad Autónoma de Santo Domingo con inconfesables propósitos.

Son cosas que no deben de olvidarse, para que no vuelvan a repetirse bajo el manto de la intolerancia y el salvajismo. Vianco Martínez, un maestro de la pluma periodística lo recuerda con una prosa apasionante, a partir de su propia experiencia, porque él fue alumno de la señorita Sagrario Ercira Díaz Santiago. He aquí algunos trozos de este artículo, que he terminado de leer con lágrimas en los ojos:

«Para muchos, Sagrario Ercira Díaz Santiago es una foto inerte en los brazos de su hermano con la imagen de su calvario tomada a las cuatro y quince de la tarde de aquel fatídico día. Para mí es una maestra eterna, es la iniciación de la vida, es una voz grave y hermosa llamando a los estudiantes a las clases con una tiza en la mano, una mujer serena regalándonos el futuro».

«Ella vivió un tiempo en que la historia se escribía con sangre. Fue baleada el martes 4 de abril de 1972 a las cuatro y quince de la tarde, y diez días después, luego de una larga y tormentosa agonía, entregó su último suspiro».

«Sagrario era la tercera de una familia de diez hijos. Nació en Barahona y cuando tenía doce años emigró con su familia a San Cristóbal. Allí vivió durante once años e hizo sus estudios intermedios y secundarios. Allí empezó a desarrollar sus inquietudes sociales y allí, caminando entre la injusticia y la desigualdad, se hizo maestra».

«La vida me dio la oportunidad de ser su alumno en la Ana Josefa de Luna, una escuela que miraba a la tarde. Allí fui alfabetizado por aquella muchacha barahonera que siempre estuvo al lado de los estudiantes cuando la necesitaban. Recuerdo que un día una maestra llamada Mireya quiso darme un escarmiento con una regla, y Sagrario intervino y le agarró la mano. Le dijo que a los estudiantes no se les enseñaba a golpes, me pasó la mano por la cabeza en un gesto de ternura que nunca he podido olvidar y me regaló una sonrisa».

…»…Tengo una imagen de Sagrario que aun me acompaña en la tarde de mi vida. Ella inclinada a mi lado, frente a mi pupitre en aquella escuela, enseñándome a agarrar el lápiz y llevando mi mano con su mano por un camino construido de vocales».

«A la hora de su muerte, Sagrario tenía 25 años de edad. Si no hubiera sido asesinada, hoy tuviera 58. Sabe Dios adonde hubiera llegado con ese temple que tenía. Han pasado treinta y tres años de su partida. Eso ya es una vida entera».

«La historia de su desgracia empezó aquel martes, dos días después de terminar la Semana Santa. Tropas de la policía comandadas por el coronel Julio Carbuccia Reyes y agentes del Servicio Secreto a las órdenes del coronel Rolando Martínez Fernández, se apostaron en los alrededores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, bajo la excusa de que allí se refugiaba Tácito Perdomo Robles, un hombre a quien el gobierno acusaba de tener un plan para matar al presidente, que en ese entonces era Joaquín Balaguer».

«…Los agentes entraron a las cuatro y se colocaron frente al Alma Mater. Los estudiantes –entre ellos Sagrario- empezaron a cantar el Himno Nacional pero no pudieron ni siquiera terminar la primera estrofa. A una señal de Báez Mariñez, abrieron fuego sobre el grupo. Los testigos del atropello cuentan que la balacera se extendió por unos diez minutos. En medio de aquel infierno de pólvora, entre los gritos desesperados de estudiantes, empleados y autoridades universitarias, cayó Sagrario mortalmente herida de un balazo en la cabeza. Su hermano Fidias estaba a su lado, y cuenta, todavía con el dolor arrodillándole las palabras, que la bala la impactó en un momento en que, tirada en el suelo para protegerse de los tiros, trató de moverse un poco y levantó ligeramente la cabeza.»

«Lo demás es historia patria. Una agonía de 241 horas que terminó la tarde del viernes 14 de abril.

Quisiera recomendar este artículo completo a las nuevas generaciones, para que conozcan nuestro pasado, y también a la personas que vivieron este pretérito para que no olviden.

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