Vicente Fernández, la eterna despedida de un ídolo que no se quiere marchar

Vicente Fernández, la eterna despedida de un ídolo que no se quiere marchar

México. Dos años dura ya la eterna despedida de Vicente Fernández, quien hoy ofreció un concierto en el Auditorio Nacional de la capital mexicana como parte de su gira del adiós, que se ha ido extendiendo por el amor de un público que se resiste a dejarlo bajar de los escenarios.

Y es que la voz del artista de 74 años sigue intensa y penetrante como el primer día, cuando hace medio siglo recorría los bares y cabarets en donde se forjó, hasta convertirse en uno de los máximos exponentes de la música regional mexicana.

“Con el corazón en la mano y lleno de melancolía por ser las últimas fechas que trabajo aquí. Pero quiero que sepan que les agradezco de todo corazón todas las oraciones que hicieron para que volviera yo a estar con vosotros”, dijo el cantante (Huentitán El Alto, Jalisco, 1940) poco después de subir al escenario.

Se refería así a sus últimos sustos, una trombosis pulmonar que sufrió en agosto de 2013 y la operación en noviembre de 2012 por un cáncer en el hígado.

Estas enfermedades retrasaron un tiempo su gira internacional de despedida, que comenzó en 2012 y ya ha recorrido España, algunos países de Sudamérica y Estados Unidos y ahora llega a la capital mexicana con el título de «¡Hasta siempre México!».

Poco rastro aparente le dejaron estos sustos, salvó unos cuantos kilos de más, y sigue lleno de energía, con el bigote y las cejas pobladas tan negros como antaño, ignorando el blanco del cabello que le han dado los años.

Vestido con sombrero de mariachi, corbata de moño blanca, traje de charro negro con botones dorados y botas negras, con pistola a la cintura incluida, el artista ofreció dos horas largas de música a las casi 10.000 personas que se reunieron en este recinto, uno de los más emblemáticos de Latinoamérica.

Pocos asientos vacíos en la parte de abajo. Ninguno arriba, en el gallinero, abarrotado por su pueblo querido que siempre lo ha acompañado y que no paró de cantar grandes éxitos como “Aunque me duela el alma”, “Ojalá que te vaya bonito” o “Por tu maldito amor».

Hubo tiempo para sus primeros éxitos como “Hermoso Cariño” y para canciones más nuevas que también han dado la vuelta al mundo como “Estos celos». Y también para sus predecesores admirados Pedro Infante y sus “Cien años” o José Alfredo Jiménez con su “Gracias».

También guiños al cine, arte en el que se consagró en una importante figura en los setenta y ochenta, con la canción “La ley del monte». Y a su hijo, el también cantante Alejandro Fernández, a quien le dedicó su “El hombre que más te amó». “Hasta que ustedes no dejen de cantar yo no dejo de aplaudir”, amenazó en varios momentos del concierto, sin dejar de escuchar aplausos ensordecedores.

Pero sobre todo hubo tiempo para la emoción y el balance de una vida que comenzó en casa de un granjero, cuando era “pobre” y tenía “un poco de ignorancia, pero la logró vencer”, dijo al recordar sus primeros años. Y en otra charla entre canciones habló de la suerte que, dijo, “llega si la buscas, se da trabajando».

“A todos los que piensan que soy un suertudo hoy quiero decirles que soy cojonudo porque muchas veces he tocado fondo”, “con dolores del cuerpo o del alma” y “siempre les brindo mi mejor sonrisa”, dejando en el camerino “toda la angustia”, contó el artista, quien ya superó un cáncer de próstata hace unos años.

“Mujeres divinas”, “Urge”, “El Rey” o “Yo no me quiero ir”, reflejo de sus verdaderos sentimientos, fueron otros de los temas que cantó en esta primera noche de despedida de la capital mexicana, quién sabe de cuántas. Y es que desde que se anunciaron los conciertos en el Auditorio Nacional se han multiplicado las fechas, se crean nuevos eventos cuando terminan de agotarse las entradas.

Hasta hoy están previstos doce espectáculos, incluyendo el de esta noche. Tras cantar “Volver”, como era de esperar, Vicente Fernández se fue del escenario sin decir adiós y con el eco de “quiero volver, volver, volver». Quizás, después de todo y aunque no lo parezca, sea uno de esos hombres a los que no les gustan las despedidas.

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