Vicepresidencias, “Memorias de Adriano”, Balaguer

Vicepresidencias, “Memorias de Adriano”, Balaguer

Guillermo Caram

Pecan de miopía política quienes proponen candidatos vicepresidenciales desde ahora: Mientras opositores comienzan proponiendo públicamente a Leonel, sabido es la soterrada competencia en el oficialismo.

Hacen propicia la ocasión para recordar el dilema del emperador romano Adriano (117-138 D.C.) con respecto a su sucesor; retratado como novela por Margarita Yourcenar en “Memorias de Adriano”.

Escrita a manera de una larga carta a quien terminaría siendo su sucesor predilecto, Marco Aurelio, narra los dilemas que se debatía para escogerlo ante pretensiones de militares, familiares y consejeros.

Su primera preferencia recayó, vía adopción como descendiente, en Lucio Elio, quien murió. Luego adoptó a Antonino con la condición de que este adoptara a Lucio Vero y a Marco Aurelio como nieto de Adriano; aunque no faltan opiniones que prefería al hijo del fallecido.

Antonino fue un patricio proveniente de familia senatorial caracterizado por su buena administración. Lucio Vero por su fortaleza en el ejército y Marco Aurelio por su intelectualidad, expresada en sus “Meditaciones”, y vínculos familiares.

Hay constancia que Balaguer, durante uno de los momentos que tuvo que decidir su compañero de boleta, procuró vehementemente esa novela.

En la convención del PRSC que lo escogió como candidato presidencial en 1986, durante su discurso de aceptación, al momento de referirse a la vicepresidencia ante diferentes aspiraciones promovidas, incluyendo la de quien esto escribe, al introducir el tema señaló: “en cuanto a la vicepresidencia…”. Los asambleístas lo interrumpieron coreando “¡¡¡Vincho, Vincho, Vincho!!!”. Balaguer los detuvo con un cortante “No aquí ni ahora” obedeciendo al criterio que tal escogencia debía recaer en quien reforzara sus posibilidades de triunfo al margen de simpatías mediáticas.

Escogió a Morales Troncoso, porque sus relaciones extranjeras neutralizarían su celoso nacionalismo; aunque se encargó de aclarar que había seleccionado un colaborador, no un sucesor.

En 1996 se le recomendó a Peynado argumentándole razones similares. Las desestimó y perdió.

Le hacen flaco servicio a Abinader y a Fernández quienes impulsan desde ahora propuestas vicepresidenciales; depreciándose, además, la valoración política de los proponentes.

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