Vicepresidente Biden   da la cara en nombre de la  administración

Vicepresidente Biden   da la cara en nombre de la  administración

Anna Fifield
Han escuchado el cuento sobre los dos hermanos? Uno se va al mar, el otro llega a ser vicepresidente. Y no se vuelve a saber nada de ninguno de ellos.

El chiste era uno de los favoritos de Joe Biden -cuando era senador en Estados Unidos- ahora como el vicepresidente No. 47, a solo un latido de distancia del corazón de la Casa Blanca, el notoriamente locuaz y directo, segundo en la línea luego de Barack Obama, no desea ser un hombre silente del que todos se olviden.

Verdaderamente, con la administración marchando con el pie izquierdo – ya sea a causa de la vacilante recuperación económica, la falta de creación de empleo o la reforma sanitaria- al dirigirse hacia unas importantes elecciones legislativas de mitad de trimestre en noviembre, el vicepresidente ha surgido como un miembro crucial del equipo de Obama.

Las entrevistas con ayudantes, consejeros externos, funcionarios de la administración de ayer y de hoy, y viejos amigos muestran a un vicepresidente que juega un papel central en los procesos decisivos de Obama – a veces actuando como interlocutor, a veces haciendo de abogado del diablo -cuya manera franca se opone a parte de las inclinaciones profesorales del presidente.

Biden -cuyos ayudantes dicen que es «congénitamente incapaz de decir sí»- es a menudo la voz fuerte discrepante, proporcionando una perspectiva importante durante las deliberaciones del presidente en todo desde cómo enfrentar al talibán en Afganistán a la forma en que las políticas económicas serán recibidas en América Central. (Sus opiniones sobre Afganistán, o más bien oposición a ellas de algunos en el ejército, contribuyeron al despido del General Stanley McChrystal como comandante de E.U. el mes pasado).

Recientemente el vicepresidente – en lugar de un portavoz o de un consejero de la Casa Blanca- fue enviado a participar en un programa de entrevistas de televisión para defender una administración que enfrenta problemas económicos, legislativos y de política exterior, así como el derrame de petróleo en el Golfo de México.

El también juega un rol clave detrás del escenario, utilizando de forma efectiva sus 36 años de experiencia en la cámara alta para acorralar los votos y aconsejar a Obama – cuyo tiempo en el Senado fue limitado a un término de cuatro-año, la mitad de los cuales transcurrieron haciendo campaña para la presidencia – en cómo tratar con Congreso de los E.U.

El presidente mismo ha visto como su popularidad se desploma. A casi 6 de 10 votantes les falta fe en  Obama para que tome las decisiones correctas para el país, de acuerdo a una encuesta del Washington Post-ABC News publicada recientemente. Un nuevo tope de porcentaje (54%) no aprobó su manejo de la economía. Esto es especialmente alarmante para los Demócratas, quienes pueden perder asientos – y a lo mejor su mayoría –tanto en la Casa de Representantes como en el Senado en noviembre próximo.

En medio de todo esto, Biden ha emergido como un vicepresidente fuerte y seguro quien, además de proveer a la administración con conexiones con la América “ordinaria”, ha logrado en gran parte mantener el pie fuera de su boca contrario a las expectativas. A Biden se le han entregado un puñado de carteras clave para enfocarse, en particular Iraq y la Ley de Recuperación.

Es un giro total. En el 2007, la boca de Biden lo metió en agua caliente cuando se refirió a Obama como «el primer afroamericano convencional que es articulado y brillante y limpio y un tipo atractivo» – una observación por la que posteriormente pidió disculpas. La primera campaña presidencial de Biden en el 1988 terminó con una humillante retirada después de que se descubriera que había plagiado un discurso muy conocido de un político inglés. Durante estos últimos 18 meses,  Biden ha observado con frecuencia que la secuencia en el ticket presidencial de Obama fue el correcto.

Sin embargo, algunos lo ven como poco más que un pararrayos que trae experiencia a una administración novicia. «Claramente trata de poner una cara feliz en el trabajo de la administración pero eso es difícil cuando sus políticas fallan,» dice Brian Darling, quien trabajó para Biden en el comité de la magistratura del Senado y actualmente trabaja en Fundación Heritage, un gabinete estratégico conservador. «Mire el estímulo – ha sido un fracaso atroz pero el vicepresidente estuvo allí para decir que trabajaba cuando la mayoría de los analistas independientes piensen que no».

El rol de Biden – y la confianza que el presidnete ha depositado en él – provee un entendimiento hacia como la administración, a veces descrita como centrada en Obama, opera.  El poder vicepresidencial ha ido creciendo desde que Walter Mondale lo expandió en tiempos de Jimmy Carter al final de los setenta, y nadie ha ejercido más influencia que el antecesor de Biden, Dick Cheney.

Pero, a excepción de Cheney, quien prácticamente compartió la presidencia durante el primer mandato de George W. Bush, nadie más a disfrutado tanta influencia y estatus como el Biden. Como dijo uno de sus ayudantes: “Cheney creó mucho espacio”.

Haciéndose cargo de parte de los expedientes más duros de la administración a la vez que actuando como el consejero de Obama. Biden sigue lo que algunos han llamado «la regla de Mondale»: que los mejores vicepresidentes son los que toman la menor cantidad de tareas y evitan ser restringidos sólo a deberes ceremoniales.

«Carter y yo cambiamos lo que la vicepresidencia hacía en nuestros días. Joe y yo hablamos sobre esto un par de veces cuando el iniciaba» dijo Mondale a Financial Times. «Es sobre la idea de ser a un consejero cercano al presidente y enfrentar asuntos difíciles y  desafíos diplomáticos duros, antes que tomar los deberes y actividades de rutina».

En el Despacho Oval,  Biden ha demostrado que puede permanecer embotado al hablar en privado pero centrado en el mensaje adecuado para el público. Es conocido por cortar a través de los «burócratas». «Es a menudo la última persona en la habitación que puede dar al presidente el consejo sin disfrazar e imparcial,» dice Ron Klain, quien es ampliamente respetado como jefe del gabinete de Biden. Añade, «el vicepresidente es la única persona que no puede ser ni despedida ni promovida».

Si hay una cosa que . Obama – anteriormente un profesor con una inclinación hacia el método Socrático – favorece, es el debate abierto y vigoroso entre su alto personal, dicen los ayudantes. «El presidente favorece la opinión discrepante, especialmente entre las personas de mayor rango. El nunca se ha ofendido en alguien hablando lo contrario de lo que perciben sean sus propias opiniones,» dice Tom Daschle, el anterior líder demócrata en el Senado que ahora sirve como un consejero externo de Obama. «De hecho, él desea disensión. Cuando se trata del presupuesto, la economía, la asistencia sanitaria, regulación financiera, él desea el espectro lleno de opiniones,» dice.

Obama a menudo utiliza a Biden como su poder en estas reuniones. «El presidente quiere escuchar,» dice otro consejero senior. «Animará al vicepresidente a formular preguntas puntiagudas o a desafiar supuestos, no porque no puede pero porque al presidente le gusta observar a otros hablando sobre cosas y absorberlo, antes que ser el propio interlocutor».

Sus diferentes personalidades también juegan en la forma en la que Obama conduce las reuniones en el Despacho Oval, dicen las personas que han asistido a reuniones de alto nivel con ambos hombres. «Barack Obama es relajado y cerebral. Si algo él está muy desprendido, demasiado lejos. Puede ser agudo y sarcástico pero él nunca entra en una rabia púrpura,» dice un funcionario anterior de la administración. «Biden es más parecido a Bill. Es muy emocional, muy animado y voluble. Es un político de palmadas en la espalda y realmente está sobre tu cara,» agrega.

Nacido en la clase obrera en Scranton, Pennsylvania, en 1942, el hijo de un vendedor de carros usados, el  Biden ofrece algún crédito de la calle a la imagen elitista de Obama y tiene un sentido sobre como jugarán las políticas en la calle Main. «El vicepresidente a menudo prevé movimientos futuros antes que los demás en la tabla de ajedrez,» dice alguien que asiste regularmente a reuniones en el Despacho Oval. «Él a menudo dice todos cómo ve que la jugada se ejecutará, y cómo esto resonará en las personas ordinarias».

Mientras que sus aportes son importantes a la manera en que el presidente toma las decisiones, “[Biden] rara vez gana,» dice el funcionario anterior. Sin embargo, ella agrega: «Él siempre consigue hacerlo, sin importar de qué lado estuvo».

Verdaderamente, el vicepresidente se opuso a dos de las decisiones más grandes que Obama hizo el año pasado: embarcándose en la reforma de asistencia sanitaria ante la peor recesión en 70 años, y al enviar 30.000 tropas adicionales a Afganistán.

La temperatura estuvo rondando los 55° C, la ubicación una de las más fortificadas en la tierra, pero el  Biden estaba en su elemento. Este mes como administró,  el Día de la Independencia, la ceremonia para dar ciudadanía norteamericana a soldados de 60 naciones reunidos en el Palacio Al-Faw en Bagdad, el anterior presidente de la influyente comisión de relaciones exteriores del Senado, no pudo evitar saborear la ironía.

«Aquí  estamos en el pabellón de caza de un dictador que subyugó un pueblo… y estamos en medio de este palacio de mármol, haciendo una mentira de todo que él representó,» dijo el estudioso autodidacto de política exterior, agregando, con una mueca descarada: «Encuentro delicioso que esto esté sucediendo».

Menos apetitosas fueron las observaciones sobre el Sr. Biden en relación al principal desafío de la política exterior de América: Afganistán. En un artículo de la revista Rolling Stone, un consejero senior del General McChrystal supuestamente se refirió con desdén a Biden al decir «Muérdeme». La observación iluminó disputas estratégicas en el corazón de la política hacia la guerra. Mientras el general defendió una estrategia de medidas contrainsurgencia basada en una escalada en los números de la tropa,  Biden expresaba dudas, proponiendo un «el contraterrorismo adicional» como plan para una misión más limitada y más dirigida. A pesar de su fracaso posterior, fue una batalla que el general ganó. El que en sus primeros 18 meses Biden  pocas veces ha estado en el extremo victorioso de una discusión frustra algunos de sus antiguos aliados. 

La cifra

 30,000

 Cuando Obama  decidió enviar ese número de tropas a Afganistán el vicepresidente Joe Biden se opuso  a esa decisión,  considerada como  una de las más grandes   tomada por Obama el año pasado. Y se opuso a  la reforma sanitaria ante la peor recesión en 70 años.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE MARIA DEL CARMEN MARTINEZ

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