Hace 24 años fuimos testigos del deprimente espectáculo protagonizado por profesionales de la ingeniería que, posiblemente por presión gubernamental, minimizaron el colapso de una parte del muro de revestimiento noreste de la rampa de acceso de la división de rasantes que se hizo en la intersección de las avenidas 27 de Febrero y Máximo Gómez.
En aquel entonces Obras Públicas presentó al país a un grupo de ingenieros para ratificar que la omisión del sistema de drenaje fue la causa principal del problema, descartando vicios de construcción.
Para ellos lo ocurrido no revestía gravedad, porque las obras fueron diseñadas, construidas y supervisadas por técnicos competentes.
¿Cómo es posible que técnicos competentes ignoren que para construir un muro de revestimiento en una obra vial en condiciones urbanas es de suma importancia conocer el flujo o escurrimiento de agua superficial? Es harto conocido que las grandes obras de infraestructura revisten capital importancia en la vida económica de una nación y que los conocimientos teóricos de la geología, en la práctica, son fundamentales para resolver problemas que se pueden presentar en obras de ingeniería civil.
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En la fase de investigación geológica para la construcción de un proyecto, el estudio de la hidrogeología resulta indispensable, pues permite determinar la presencia e información del agua en las obras civiles, principalmente cuando estas se localizan en condiciones urbanas. Entre la información necesaria para conocer el comportamiento del agua en una obra y sus alrededores está la cuantificación y distribución de los parámetros de conductividad hidráulica, transmisividad y capacidad de almacenamiento de agua del macizo donde se ubica el proyecto. El estudio hidrogeológico también debe incluir observaciones de datos climatológicos históricos y recientes.
Todo ingeniero civil sabe que cuando se construyen muros de revestimiento o de contención es de suma importancia la colocación de sistemas de drenaje en el trasdós, para evitar los empujes hidrostáticos que sobre ellos producirían posibles aguas de lluvias, filtraciones o de otras causas. Si en el caso del elevado de la 27 de Febrero con Máximo Gómez el diseñador “se olvidó” de algo tan elemental en ese tipo de obra, cómo es posible que los constructores y supervisores también incurrieran en lo mismo. Lo peor de todo es que en el 1999 los funcionarios de la SEOPC asumieran una solución paliativa y se olvidaron de la causa del problema.
Con una gran soberbia ignoraron diversas voces que planteaban soluciones definitivas, que de haberse aceptado con humildad habrían evitado la muerte de nueve personas que el sábado pasado fueron aplastadas por el desplome ocurrido. Ha de esperarse que las autoridades realicen un levantamiento detallado del desplome, localicen investigaciones geológicas y el análisis justificativo de la estructura adoptada en los accesos.