Víctima de la desprotección

Víctima de la desprotección

El trágico final de la señora Belkis Almonte recién acaecido en el sector Mil Flores, de Santo Domingo, hace estallar renovadas preocupaciones por las mujeres que reciben amenazas de muerte tras relacionarse con hombres. Tuvo lugar un inhumano incumplimiento de las previsiones que las autoridades asumen como compromiso. Murió a tiros a manos de su exesposo, después de múltiples querellas ante la justicia y no menos órdenes de alejamiento contra el exmarido, quien se suicidó tras asesinarla. Se conocía que era una persona de proceder violento, que acosaba a su exmujer, la que había abandonado su domicilio consciente del peligro que corría. Todas las condiciones que presagiaban su sangriento final estaban dadas.
Debía existir un expediente con cada detalle del riesgo extremo que corría y que debía procederse en consecuencia con cargos graves al individuo que más de una vez había dicho que la mataría, lo que conllevaba prisión e incluso el obligarlo a un programa de re-educación. Tampoco se dispuso llevarla a un refugio de los que están disponibles. Estas fallas institucionales generan incertidumbre en un país de elevadas estadísticas de violencia de género en el que a diario el machismo atroz exhibe sus garras y no pocas veces encuentra el camino libre para actuar. La desesperanza podría estar invadiendo a muchas otras mujeres situadas entre signos de que sus vidas serían destruidas.

Permanencia de una ruta mortal

El huracán María cambió muchas cosas en la vecina isla de Puerto Rico, con sus lluvias y vientos de tierra arrasada, pero no borró a la isla como supuesta ruta hacia una vida mejor como aspiración que embarga a muchos dominicanos, incluyendo una alta tasa de los jóvenes. Navegar precariamente y desde la clandestinidad, continúa siendo opción que puede terminar en tragedia como acaba de ocurrir en otro desafío a un canal marítimo que en los registros históricos debería aparecer lleno de cruces.

El crecimiento de la economía local, descrito como de colosal ímpetu (como si se debiera también a vientos huracanados) no ha tenido, sin embargo, suficiente brío para extinguir los sueños de progreso que colocan a la sociedad dominicana como un gran origen de emigrantes; como si colosales fueran también los motivos para huir.

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