Víctimas de desastres naturales

Víctimas de desastres naturales

KEDMAY T. KLINGER BALMASEDA
Es definitivo que, a causa del famoso Calentamiento Global, y demás efectos o consecuencias climáticas, los desastres naturales van a ser cada vez más frecuentes y masivos y por ende, van a requerir de nuestra puntual intervención para ayudar a las víctimas y a sus familiares.

Dos hechos que parecen confirmar estas conjeturas han acontecido en estos últimos días. Por un lado el desastre producido a finales de octubre por las intensas lluvias que provocó la tormenta Noel durante una semana, causando el desbordamiento de algunos ríos e inundaciones en la mayor parte del país, con un saldo de 85 muertos, 45 desaparecidos y más de 9.000 familias afectadas, con un total de 60.000 personas refugiadas en albergues temporales o casas de familiares.

Y de otro lado, recientemente la tormenta tropical Olga que provocó inundaciones y deslizamientos de tierra en decenas de poblados, causando, preliminarmente, 22 muertes. Las fuertes lluvias originaron el desplazamiento de cerca de 34.500 personas, ya que dejó 76 poblados incomunicados.

Sin embargo, desde la vocación aplicada de la Psicología como Servicio Público no basta con reflexivos análisis y sofisticadas teorizaciones. Éstas tienen que servir para implementar medidas de intervención desde las administraciones públicas que contribuyan tanto en la prevención de desastres como en la formación de los profesionales y voluntarios que van a intervenir en primera línea (Policía, Ejército, voluntarios de Cruz Roja, Defensa Civil, las ONG, psicólogos, etc).

La ansiedad intensa y el temor que a menudo aparecen durante y después de un desastre pueden ser especialmente problemáticos para las personas, y muy especialmente para los niños sobrevivientes, mucho más si éstos han sido víctimas directas del desastre o si han sido separados de sus familias.

La psicología de emergencias y desastres viene utilizando estrategias de intervención psicológica adaptadas para la ayuda a las víctimas en todas sus amplias categorías, de las cuales podemos mencionar algunas de ellas:

  – Primeros auxilios psicológicos

-Terapia de juego para niños en albergues, escuelas o centros comunales

–  Manejo psicológico del duelo en emergencias y desastres

 – Terapia y dinámica de grupo para adultos en albergues y refugios

–  Técnicas de intervención comunitaria orientadas a la recuperación de las redes de soporte social y solución de problemas

  – Estrategias psicosociales para la neutralización del rumor y el manejo eficiente de la comunicación.

Hay varias cosas que los familiares o allegados de los afectados pueden hacer para aliviar las consecuencias emocionales del trauma.

Primeramente se deben proveer facilidades de entretenimiento y distracción que ayuden a aliviar la tensión. Los niños más pequeños en particular encuentran más fácil compartir sus pensamientos y sentimientos acerca del evento a través de actividades no verbales, tales como el dibujo.

Es importante estar siempre disponibles para escucharlos y contestarles sus diferentes preguntas, así como para compartir sus pensamientos y sentimientos con usted y entre ellos mismos. Esto ayuda a reducir su confusión y la ansiedad relacionadas con el trauma. Responda a las preguntas en la medida de sus capacidades, bajo términos que ellos puedan comprender y tolerar en esos momentos. Tranquilícelos repetidamente y dígales que usted se interesa por ellos y que comprende sus temores y preocupaciones.

Provea oportunidades seguras para que esas personas ayuden a otros. Ayudar a otros les permite una sensación de control y les puede ayudar a sentirse mejor con ellos mismos.

Reduzca el número de veces que la persona vea el trauma en las noticias. Repetida exposición a la difusión de noticias del desastre puede traumatizarlos aún más.

Muchas personas y niños están en capacidad de enfrentarse efectivamente con las demandas emocionales y físicas que acompañan a un desastre natural, a través de su propia red de apoyo. Sin embargo, es común encontrar que algunos serios problemas persisten y que éstos pueden continuar interfiriendo con la rutina diaria. Estallidos emocionales continuos y agresivos, problemas serios en su interacción personal, preocupación por el evento traumático, aislamiento continuo y extremo, y otras señales de ansiedad o dificultades emocionales intensas, apuntan hacia la necesidad de ayuda profesional.

El camino es arduo y los esfuerzos considerables, pero el reconocimiento social de nuestra labor, la satisfacción del trabajo solidario y, sobre todo, el agradecimiento de los afectados y familiares bien merece la pena recorrerlo.

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