Víctimas de la peor patología

Víctimas de la peor patología

Un hecho sin precedentes ha disparado la alarma en el Hospital de Maternidad Nuestra Señora de La Altagracia. La muerte de cinco parturientas en lo que va de este mes, cuatro de ellas en un solo día, es una muestra muy significativa en cualquier estadística de mortalidad materna.

Al margen de este precedente, en el país hay índices muy elevados de mortalidad materna. Se cita que se producen 159 fallecimientos de parturientas por cada 100,000 criaturas nacidas vivas, lo que en términos de salud pública y en los tiempos modernos es una cifra realmente muy alta.

Pero no hay que andarse con muchos rodeos y definiciones para tener una idea clara de la causa de estas muertes. Los médicos dicen que muchas embarazadas mueren porque llegan a los hospitales en  malas condiciones de salud, con anemia crónica, sin historial de atención médica durante el embarazo, con infecciones avanzadas y otros signos de deterioro.

Así ocurre en los hospitales de todo el país, y más en la Maternidad Nuestra Señora de La Altagracia como centro de referimiento tardío desde otros hospitales. La   patología que  provoca las muertes no tiene nacionalidad, idioma, dialecto, raza y  no discrimina entre haitianas, dominicanas, jóvenes o maduras ni sabe de preferencias étnicas.

Lo que mata a tantas parturientas es la patología de la pobreza económica y cultural que los políticos prefieren ignorar.

 

Calentamiento y turismo de playa

Una advertencia del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) nos dice que nos vayamos preparando para asumir una disminución de hasta un 25% en nuestro turismo de playa. El calentamiento global ha dilatado los mares con aguas de los deshielos polares y esto hace que las aguas penetren más allá de lo habitual. No es un pronóstico, es un hecho ya, ahora mismo.

Esto y nuestras cada vez más bajas disponibilidades de agua indican que hay que ponerse activo en materia de prevención. Hay que poner en marcha planes intensivos y permanentes de reforestación en las cuencas de los ríos y en las zonas costeras que así lo permitan y adoptar en las zonas de playa las medidas convenientes para preservarlas de la pleamar y otros efectos asociados con el aumento de los volúmenes del mar. Hay que pensar en ofertas turísticas alternativas, que compensen lo que podamos perder en materia de playas. Eso es ya, ahora. No después.

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