Por el asesinato del estudiante Pedro Tirado Calcaño (Blanco), de 17 años, el mundo pudo enterarse de la feroz y despiadada represión de militares dominicanos e interventores norteamericanos contra los partidarios de la constitucionalidad.
La secuencia gráfica que lo muestra vivo y luego fulminado por la ráfaga de un cruel soldado del Ejército, recorrió el mundo como ocurrió con otros abusos.
Al muchacho, alumno del liceo Panamericano, lo mató un agente de la Segunda Compañía de la Policía Militar del Ejército, mientras participaba en un piquete exigiendo el retiro de las tropas de Ocupación de los planteles escolares.
Las fotos se publicaron en The New York Post. Patria las reprodujo y reveló nombres y apellidos del asesino.
El nombre del valiente joven permanece olvidado.
Otras víctimas ignoradas exterminadas por sus simpatías con la Guerra Patria, fueron Juan Céspedes Lora, de 26 años, ultimado a puñaladas por tres miembros de la Policía en la calle Barney Morgan; el raso Juan Acevedo Rodríguez, a quien dos norteamericanos le dieron muerte en la autopista a Boca Chica.
Según Juan Piñeyro, que lo acompañaba, al militar lo despojaron de su arma, lo introdujeron en un jeep y luego lo mataron. Piñeyro escapó internándose en los matorrales.
Juan Francisco Montes de Oca, constitucionalista, fue atacado por la espalda por un soldado yanqui “en una vía aledaña a la Casa Zaglul”. El agresor estaba borracho. Herido de gravedad, a Montes de Oca lo condujeron a Sans Soucí donde murió. “Lo encontraron en las inmediaciones del puente Duarte”.
En el kilómetro seis y medio de la misma carretera, fue encontrado Luis Androcles Arias Collado, capitán del ejército, Hombre Rana, de 31 años. Del rescate de su cadáver existen varias fotos de la “Colección Milvio Pérez” del Archivo General de la Nación.
Presentaba heridas de bala y de arma blanca. El Caribe también informó de la aparición del cuerpo sin vida del intrépido soldado constitucionalista. El presidente Caamaño atribuyó esta muerte “a un grupito” contrario dentro de las Fuerzas Armadas.
“Ola de fusilamientos”. Otro sentido suceso fue el ametrallamiento del doctor Manuel Antonio García Jumillas (Ñico), al que liquidaron miembros del CEFA. Murió en el hospital Salvador B. Gautier.
Fernando y Rafael Ozuna, de 15 y 6 años, murieron a causa de la explosión de un artefacto colocado en la vivienda donde residían por soldados de Estados Unidos porque el propietario de la casa era el mayor Luis Napoleón Ozuna Romanace que según Patria estaba del lado caamañista, aunque había viajado a Puerto Rico. La tragedia ocurrió en la calle 22 número 12 de Naco.
La publicación escribió que “esta vergonzosa política contra un militar honesto es de típico corte nazi”.
Carlos Espinal Laucer (Carlitos), jefe del comando “Pedro Mena”, murió luchando junto al pueblo el 15 de junio. Era un reconocido combatiente por la unidad obrera y cayó en la calle Juana Saltitopa esquina Félix María Ruiz.
El cabo Juan Céspedes, de 24 años, fue muerto en la calle 12 esquina 27 del ensanche Espaillat, presuntamente por miembros del CEFA. Pertenecía al comando “Ramón Ramírez”.
Demetrio Ricart y Fausto Bienvenido Paula cayeron fulminados por los bombardeos “indiscriminados” atribuidos a la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) del 29 de agosto.
Rafael Jiménez (Freddy) fue muerto por “un morterazo yanqui”. Era del comando “Pedro Cadena” y su compañero Germán Marte (Papucho) resultó herido.
En Villa Duarte murieron Agustina Molina, Elsa Margarita Reyes, Dulce María Reyes, Francisco Cruz, de 14 años y varios niños que vivían en la José María Serra, víctimas de un derrumbe que se originó al desplomarse un arsenal pesado que colocaron los norteamericanos detrás de esta casa que resultó derribada.
“Hacían disparos hacia la zona constitucionalista que causaron grietas en la tierra a causa de armas mal emplazadas que provocaron el derrumbe”.
Crímenes masivos. Fueron innumerables los que cayeron en fusilamientos cuyos nombres y tumbas solo deben conocer sus asesinos. Sin embargo, algunos fueron reconocidos. Por ejemplo, Radio Santo Domingo Televisión identificó a los asesinados y enterrados tras el genocidio en la Penitenciaría Nacional de La Victoria el 6 de mayo: Lifino Pérez Frías, Pablo Rosa Pérez, Francisco Pérez Hernández, Antonio Reynoso, José Francisco Candelario, Víctor Manuel Cáceres, Santiago Marcos Félix.
También Claudio Heriberto Santana Montalvo, Tirso Morales, Ramón Ferreira, E. Mena Gallardo, Porfirio A. Figueroa, Miguel Gumersindo Pérez, Francisco Almánzar, Félix Jacson y Víctor Manuel Ruiz. Eran militares que se habían unido a la Revolución.
Al otro lado del muro de Santo Domingo, bajo control de los intrusos y del CEFA, ejecutaron 14 luchadores cuyos cadáveres, entre ellos dos mujeres, fueron llevados al hospital Gautier con las manos atadas detrás, otros con cuerdas en el cuello y algunos con las cabezas “desbaratadas a garrotazos”. Patria definió este crimen como una de las “técnicas de exterminio en masa del nazismo”.
Otro asesinato masivo fue el del primero de junio cuando integrantes del CEFA apresaron a nueve constitucionalistas, los llevaron a orillas del río con la promesa de cruzarlos a Los Minas y de allí a San Isidro. Pero los trasladaron a un lugar oscuro y fusilaron seis, uno por uno. Tres intentaron escapar y los ametrallaron. Los cadáveres fueron lanzados al mar y encontrados por un fotógrafo al día siguiente.
Se dio cuenta, además, de genocidios en San Francisco de Macorís, fusilamientos en masa en la llamada Artillería donde fueron encontradas más de 40 tumbas; de 30 marinos y clases del ejército que se encontraban prisioneros en el cuartel de Radio Patrulla y otros 16 civiles encarcelados en San Francisco de Macorís.
En el barrio Las cañitas fueron encontrados más de ocho cadáveres atribuidos a “la ola de fusilamientos de parte de la gente de Wessin”. Estaban cubiertos con yerbas y ramas, tres de ellos sin cabeza. Pudieron ser identificados Rafael Antonio Vásquez y Félix Fernando Taveras.
Se publicó que otros cuatro cadáveres fueron lanzados aguas abajo por el río Ozama por los norteamericanos y hasta un epiléptico apodado “Cibao”, sordo, fue ametrallado en la calle Doctor Tejada Florentino porque, al no escuchar una orden de Alto, no se detuvo.
Todos son víctimas desconocidas y olvidadas de la Revolución de Abril. Las calles y avenidas del país resultarían insuficientes para designarlas con el nombre de cada uno. Bastarían una avenida, una plaza, un monumento para reconocerlos como “Héroes anónimos de la Revolución de Abril”.
(Datos tomados del periódico Patria).