Víctor Gómez Bergés escribe sobre sus relaciones con Balaguer y otros hechos

Víctor Gómez Bergés escribe sobre sus relaciones con Balaguer y otros hechos

POR ANGELA PEÑA
No se conocían los informes que desde Constanza enviaba Juan Tomás Díaz a Petán Trujillo dándole cuenta de los expedicionarios capturados, el contacto con “los enemigos”, la solicitud de nuevos soldados para dar la batalla con “los sediciosos”, el resultado de las acciones de las tropas trujillistas, los prisioneros heridos, los fusiles, las mochilas y granadas ocupadas. En más de veinte cartas, y en su condición de General de Brigada del Ejército Nacional, el que luego participaría en el ajusticiamiento del tirano ofrece esos y otros detalles de los patriotas que desembarcaron el 14 de junio de 1959.

Es una revelación, por otro lado, la reacción de Joaquín Balaguer tras el asesinato de Orlando Martínez: “¿Quién se dice que mató a Orlando? Y le respondo: “El Gobierno”. Su respuesta fue: “¿Y por qué no dicen que el enfrentamiento que ha sostenido Orlando con la Gulf and Western y con Bosch estas últimas semanas pudo haber sido el detonante que lo llevó a la muerte?”, agregando: “Usted verá lo difícil que va a ser encontrar los culpables, porque unos se escudarán en los otros…”

Víctor Gómez Bergés, quien hace la revelación en su obra “Balaguer y yo: La historia”, comenta respecto a la mención que hace Balaguer de Bosch: “El profesor Bosch manifestó que lo que le costó la vida al malogrado periodista Orlando Martínez fue el terror político que le creó su partido, el PCD, al ordenarle escribir artículos en su contra, situación que aprovecharon sus enemigos para ejecutar el asesinato y achacarle la muerte a él y al PLD”.

Son nuevos los desmentidos del nuncio Lino Zanini en torno a su presencia en el país cuando Trujillo, como inédito es el volante lanzado desde una avioneta procedente de Puerto Rico sobre Ciudad Trujillo el 30 de junio de 1959, anunciando que “dentro de las próximas 48 horas la ciudad será bombardeada por una poderosa fuerza aérea. No queremos hacer ningún daño a la ciudadanía indefensa, pero se impone cierta destrucción de propiedades para no perder el factor sorpresa…”. Gómez Bergés logró tomar uno en la George Washington, lo dobló y guardó apresuradamente en el fondo de un zapato y hoy lo reproduce en su libro.

En cuanto a Zanini lo visitó en 1983 y éste le contó, entre otras cosas, que Porfirio Herrera Báez, entonces canciller, trató de manipularlo y sobornarlo y rebatió casi todas las versiones difundidas sobre su desempeño como representante de Roma en el país. De Porfirio Herrera Báez dice Gómez Bergés que “intentó manipular a Zanini, como estaba acostumbrado a hacer con su predecesor y otros diplomáticos acreditados ante el gobierno de Trujillo”. Pero Zanini le narró que rechazó con firmeza esos intentos “y jamás volví a tratar ningún asunto de la Misión con este señor, en lo adelante manejé mis relaciones oficiales con el vicepresidente Balaguer”. Manifestó que tuvo severas confrontaciones con Herrera Báez quien “tuvo el descaro de ofrecerle US$50.000 dólares como forma de neutralizarlo para que no cumpliera la misión que traía del Vaticano”.

Zanini negó a Gómez Bergés, por otro lado, haber prestado servicios diplomáticos en Argentina durante el gobierno de Perón, como se ha repetido, alegando que el dictador argentino advirtió a Trujillo que se cuidara del prelado. “La confusión vino por el parecido de los nombres entre el Nuncio que estuvo en Argentina en la época de Perón, Mario Zanin”, aclaró.

La contundente respuesta de Tomás Báez Díaz a unas declaraciones de Antonio Imbert Barreras, en 1964, las borracheras de Trujillo y su desencanto por la inutilidad de su hijo Ramfis, las confesiones que le hizo el mayor Fabio Chestaro sobre la expedición de Constanza, en 1959, las confidencias de Guaroa Ginebra en relación con presiones de Ramfis para que le expatriaran dinero, el desahogo de “El jefe” con José María Bonetti Burgos, las confidencias de Lita Milán y una infinidad de relatos de Imbert Barreras referentes a todas las actividades públicas en que tomó parte, son tan impresionantes como los nuevos aportes que el escritor ofrece de lo ocurrido en Palma Sola, de la guerrilla de Manolo Tavárez Justo, de la visita de Petán a Balaguer o de la llegada de León Estévez a la Casa de Caoba cuando mataron al Generalísimo.

Además de las novedades, son valiosas las fotos y los documentos pocos conocidos que introduce a los dos tomos, como el interrogatorio a Mayobanex Vargas en 1959, las declaraciones de Imbert Barreras a Francisco Aguirre, en 1964 o la extensa carta que César Saillant Valverde, taquígrafo y secretario de Ramfis, remitió a Eduardo Sánchez Cabral detallándole cómo fueron asesinados los héroes del 30 de mayo.

Abril y Caracoles

El título y la portada del libro podrán sugerir que el contenido se limita a las relaciones del autor con el ex Presidente. Pero el contenido abarca casi todos los acontecimientos trascendentes ocurridos en el país desde antes de que Gómez Bergés tuviera uso de razón hasta 1982. A la mayoría incorpora elementos nuevos presentados como testimonios o avalados por documentos. Hay infinidad de revelaciones del trujillato que tal vez serán motivo de réplicas, como controversiales podrían resultar hechos del pasado más reciente. Balaguer siempre resulta exaltado, defendido, elogiado, admirado. Son pocas o insignificantes las impugnaciones al ex gobernante contrario al tratamiento que reciben del escritor Caamaño, Juan Bosch o figuras de la izquierda, por ejemplo. Es obvio, sin embargo, que el fundador del PLD nunca fue santo de la devoción de este influyente ex funcionario balaguerista que ahora se revela como acucioso historiador.

Balaguer era “valiente hasta la temeridad”, y cuando subía a la tribuna pública “se transformaba en un coloso de la palabra hablada, cuyas ideas claras y densamente cargadas de sabiduría y cultura producían en las masas un efecto muchas veces incomprensible, para llegar a hacernos todos una pregunta obligada: ¿De dónde saca este hombre tan extraño esos gestos, esos arrebatos, esos ornamentos oratorios tan seductores y convincentes”.

Para Bosch, en cambio, hay pocas concesiones y reconocimientos. Respecto a su derrocamiento, apunta: “Hay que admitir que el pueblo llano, que fue el que respaldó masivamente a Bosch en el certamen cívico en el que fue electo, no levantó ni un dedo en defensa del mismo y la premonición que había hecho Bosch en una alocución al país semanas antes del golpe, de que si lo derribaban el nuevo gobierno duraría menos que una cucaracha en un gallinero, no se cumplió”.

Cuenta la negativa de Bosch a compartir el almuerzo con el que luego sería el héroe de la revolución de abril, porque, supuestamente él no se sentaba al lado de un hijo de Fausto Caamaño, y prácticamente, Gómez Bergés culpa a Bosch de la sangre derramada en abril, al escribir: “Bosch debió haberse arriesgado a regresar a Santo Domingo en los primeros días de la sublevación, antes de la intervención extranjera, lo que hubiera llenado el vacío político que se provocó desde el primer momento y evitado la tragedia que representó más de tres mil muertos…”. Alaba al Balaguer decidido que se lanzó a la calle a diligenciar el voto de 1966 y critica el otro candidato, Bosch, que “no salió nunca de su casa en actividad política…” Para el diplomático y ex dirigente de la Juventud Balaguerista, “Bosch siempre demostró carecer de la decisión, el coraje y el valor de Balaguer”.

La antipatía que el líder parece producir en el historiador es aún más patética al revelar los detalles del desembarco del coronel Caamaño, en 1973, que introduce comentando la solicitud de pasaporte diplomático que le hizo doña Carmen Quidiello de Bosch a principios de enero de ese año. “Posteriormente se conoció que uno de los motivos del viaje fue contactar algunos de los principales lideres de la izquierda venezolana para imponerlos de la inminente llegada al país del grupo guerrillero dirigido por el coronel Caamaño para internacionalizar aun más el plan político-militar que había sido elaborado. Teodoro Petskoff, diputado socialista y figura relevante en esa época, fue el principal de los contactos a realizar”.

En cuanto a Bosch y ese hecho, apunta: “Las evidencias que ya tenían las autoridades militares de la conexión de Caamaño con el PRD y Bosch, hace que éste se esconda dos días después del desembarco, para evitar ser detenido, como fue la intención de las fuerzas de seguridad del gobierno…” y añade que “la evidencia de la coordinación establecida entre Caamaño y Bosch fue incuestionable…”

Gómez Bergés incorpora biografías de las principales figuras militares de abril de 1965 y en la de Caamaño manifiesta que “mientras Fernández Domínguez fue una especie de paradigma dentro de las Fuerzas Armadas por sus sobresalientes condiciones personales, Caamaño se destacó como oficial represivo de la Policía Nacional desde la época del Consejo de Estado, cuando fue designado Jefe de los “Cascos Blancos”, la fuerza de choque de esa institución que se caracterizó, más que por imponer el orden, por reprimir la juventud combatiente del país…”. Así, agrega, “se recuerda a Caamaño antes de abril, golpeando con cachiporras, lanzando bombas lacrimógenas y apresando docenas de jóvenes del 14 de Junio y otras organizaciones de izquierda en plena calle El Conde cuanfo estos se disponían a ejercer su derecho a la protesta en medio del fragor de las luchas políticas…”. Dice, además, que “por los méritos ganados como oficial “duro” para imponer el orden, fue designado como asistente del general Rodríguez Reyes para pacificar la zona de Palma Sola”. Pero el escritor destaca el papel reivindicador que asumió posteriormente Caamaño.

Casi interminable es el índice onomástico de “Balaguer y yo: la historia” porque el autor obvió pocos actores, testigos y protagonistas de los sucesos que narra en su voluminoso libro de dos tomos en el que dice: “Todo cuanto el lector leerá en esta obra tiene el toque no solo de la historia vivida sino de la verdad. Por lo menos mi verdad, que no aspiro sea absoluta. Mal podría pretenderlo. Lo que sí aseguramos es que se hace entrega de un libro no contaminado por fabulaciones o tergiversaciones, la objetividad marca el paso de la misma”.

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