Un significativo ejemplo de lo mucho que se puede lograr comenzando desde abajo para el desarrollo victorioso de proyectos empresariales es lo que queda y sobrevive a su final físico; más allá de la fructífera existencia de don Víctor Méndez Capellán quedan imperecederas sus lecciones de tenacidad creativa generadora de patrimonios que crecieron fecundamente en utilidades compartidas con la sociedad a través de la prestación de servicios, a veces novedosos y de los cuales es difícil prescindir, y de la generación de empleos, pródiga en los tipos de negocios que salieron de su talento y disciplina.

Puede leer: Las discapacidades mentales ameritan mayores atenciones

Su origen humilde, de comienzos como limpiabotas que con orgullo expuso en su autobiografía, es un testimonio de que desde la legitimidad y licitud de iniciativas se puedan alcanzar sueños de grandeza utilitaria y que los pueblos no pueden prescindir de los hombres y mujeres creativos y laboriosos que desde el sector privado generan prosperidad y redistribución de beneficios. Víctor triunfó para él y sus congéneres.

Deja constancia de que sus métodos de trabajo, visión y motivadora percepción de la realidad dominicana divulgados en una magnífica serie documental del periódico El Día que dio brillo a hazañas empresariales del país, están llamados a trascender en presentes y futuras generaciones dispuestas a participar en la expansión del progreso.

Paz a los restos de un triunfador cuya heredad prolonga su vigencia.