WASHINGTON. AP.- En la primera semana del 2008, Barack Obama estremeció la política estadounidense con una victoria en las asambleas partidistas de Iowa. Y de inmediato surgió el interrogante: ¨Podrá este hombre negro, con una rica historia personal y limitada trayectoria política, llegar a la presidencia? Sí, pudo.
Obama derribó numerosas barreras raciales y políticas con su victoria abrumadora en las elecciones presidenciales. Su mensaje de cambio y esperanza, reflejado en el lema «Sí, se puede», tuvo eco en millones de votantes cansados de los ocho años de gobierno de George W. Bush. Todas las elecciones son históricas, pero esta más que ninguna. Por el aspecto racial. Por lo que hay en juego. Por las personalidades fascinantes de los candidatos. Por las enormes cantidades de dinero recaudado. Por el interés, a veces desmedido, que generó la campaña. «Tardó en llegar, pero esta noche, por lo que hicimos hoy, en esta elección, en este momento definitorio, ha llegado el cambio», afirmó Obama en el Parque Grant de Chicago la noche de las elecciones. Fue un año memorable.
El 95% de la población de Iowa es blanca y el 2,5% negra. A simple vista, parecería imposible que un candidato de raza negra triunfe allí. Sin embargo, el 3 de enero, Obama ganó en Iowa la primera contienda interna de los demócratas y dejó en claro que tenía una organización fuerte y que su candidatura sobrepasaba la barrera racial. Un discurso que Obama pronunció sin usar papeles en un restaurante de Iowa meses atrás fue precisamente lo que le hizo pensar a los demócratas que tal vez podía lograr la nominación. «Nunca pensé que estaría aquí. Siempre supe que esto era una empresa muy improbable. Pero así fueron todas las empresas que me propuse», declaró Obama en esa ocasión. Menos de cuatro años atrás, Obama, un legislador de Illinois poco conocido, había causado sensación con un discurso inolvidable en la Convención Nacional Demócrata. Ahora, después de la victoria en Iowa, era sorpresivamente el líder de la contienda primaria. Pero esto recién empezaba. Hillary Rodham Clinton ganó en Nueva Hampshire, ayudada por la compasión que generaron unas lágrimas que derramó durante una presentación allí. Lo que siguió fue una batalla campal de seis meses, en la que Obama y Clinton se disputaron cada estado. Obama salió adelante sobreponiéndose a los comentarios incendiarios que hizo su antiguo pastor, el reverendo Jeremiah Wright. Clinton, por su parte, cosechó el voto de la clase obrera de raza blanca en los rincones más pobres del país, sobreviviendo como pudo a las salidas inoportunas de su marido, el ex presidente Bill Clinton, quien no podía ocultar su frustración ante el rumbo que tomaron las cosas. Nueva Hampshire, por otra parte, casi decidió la contienda republicana. John McCain, muy bien visto por el enorme bloque de votantes independientes de ese estado, se llevó la victoria tras replantear todo en una campaña que parecía a la deriva. Sin un peso y con escaso personal, McCain se arremangó la camisa y siguió adelante. «Como dijo Mao, siempre se pone más oscuro antes de ponerse totalmente negro», bromeó el republicano. Nuevas victorias de McCain en Carolina del Sur y Florida despejaron el camino y sus rivales comenzaron a abandonar la contienda, empezando con Rudy Giuliani, el ex alcalde de Nueva York cuya estrategia de ignorar los primeros estados y concentrarse en la Florida resultó un fiasco, ya que incluso allí quedó rezagado. La gente que acompañó a McCain en el podio el día que se aseguró la candidatura republicana, el 4 de marzo, dejó un mensaje bastante claro: eran mayormente hombres de raza blanca y la misma edad, o un poco más jóvenes que McCain, quien tiene 72 años. Cinco meses después, al seleccionar un compañero de fórmula, McCain necesitaba causar conmoción y satisfacer la base conservadora de su partido. Se jugó por la gobernadora de Alaska, quien alguna vez participó en concursos de belleza y era poco conocida a nivel nacional. Compatriotas, dijo, les presento a Sarah Palin.
Cuando las cosas se pusieron negras, McCain se negó a rendirse. Ganó la interna republicana nadando contra la corriente, pero no pudo hacer lo mismo frente a Obama. La presidencia de su correligionario George W. Bush resultó una carga demasiado pesada. Las estadísticas de la campaña son bastante reveladoras. Obama recaudó 745 millones de dólares, destrozando todos los récords, e inundó de publicidad los medios de comunicación, sobre todo en los estados peleados, donde era importante movilizar a la gente. McCain, quien en el Senado promovió una reforma a las leyes que regulan la financiación de las campañas, recaudó 358 millones de dólares. En octubre, en respuesta a la crisis financiera, McCain suspendió temporalmente su campaña y regresó a Washington para concentrarse en buscar soluciones. Dijo que no participaría en el primer debate con Obama y después lo hizo. Obama, mientras tanto, congregaba multitudes en cada presentación: 75,000 personas en Oregón, 100,000 en Misurí. McCain apenas su pudo atraer 20,000 a un acto en Virginia. Y esa gente probablemente fue a ver a Palin, no a él. Palin, de 44 años, entusiasmó a los conservadores al presentarse como una mujer ordinaria, pujante, apegada a las tradiciones. Palin estuvo dispuesta a lanzar los ataques que McCain prefería evitar. La joven gobernadora, no obstante, tuvo muchos tropiezos en entrevistas televisivas, que pasaron a ser la comidilla de los programas cómicos de televisión. Las costosas ropas de diseñadores que lució tampoco ayudaron. Las cifras finales fueron lapidarias: Obama obtuvo 365 votos electorales, contra 173 de McCain.
El protagonista
Barack Obama
Presidente electo EEUU
Barack Hussein Obama Jr. nació en Honolulu el 4 de agosto de 1961. Fue el quinto legislador afroamericano en el Senado de los Estados Unidos, tercero desde la era de la reconstrucción. También fue el primer candidato afroamericano del partido demócrata y será el primero en ejercer el cargo presidencial. Se graduó en la Universidad de Columbia y en la prestigiosa escuela de derecho Harvard Law School. Trabajó como organizador comunitario y ejerció su carrera como abogado en derecho civil, antes de ser elegido y servir como senador del estado de Illinois desde 1997 al 2004.