Vida colectiva llena de miedo

Vida colectiva llena de miedo

En la jerga matemática decimos que el todo es la sumatoria de las partes, lo cual aplicado al terreno social equivale a expresar que el agregado de individuos constituye el colectivo. Todo esto nos parece sencillo a simple vista, pero examinado con más detenimiento resulta bastante complejo.
Sumar niñas y niños, adolescentes, personas adultas y envejecientes en una sola categoría invalida algunas observaciones. Por ejemplo: las causas de mortalidad infantil difieren de los decesos juveniles, mientras que las razones de los fallecimientos en adultos no son las mismas que en los individuos seniles. Eso no significa que no exista uno que otro agente causal común a todos, verbigracia las pandemias virales, el cólera, la contaminación ambiental y la guerra, o la delincuencia juvenil por citar solo algunas. La epidemiología tiene siempre su mirada puesta en el conglomerado a través de la observación de cada persona.
Cada día son más los y las dominicanas que experimentan temor al levantarse, estado de alerta que no los abandona hasta altas horas de la noche cuando caen rendidos por el sueño. Aumentan los motivos del miedo, no hay un solo día del año en que un vecino o compañero de trabajo no nos narre la historia de alguien que ha sido víctima de un atraco, o el de una joven que fue violada. La gente vive atemorizada y sospechosa ante cada extraño.
Medio siglo atrás, luego de decapitada la dictadura trujillista, hubo un breve período en el que cuando un desconocido tocaba una puerta, el dueño le abría y luego le preguntaba en que podía servirle. Ese corto lapso de vida colectiva fue el efímero gobierno constitucional sietemesino que presidió Juan Bosch en el año 1963. Es bueno recordar lo consciente que estaba el profesor Bosch de la necesidad de erradicar la angustia del miedo sembrada durante décadas en la mente del pueblo dominicano.
Decía don Juan: “Pido a todos que meditemos un momento en que esta tierra es de los dominicanos, no para un grupo de dominicanos; que su riqueza es para los dominicanos, no de un grupo de dominicanos; que su destino es el de la libertad, no el de la esclavitud; que su función es unirse a América en un camino abierto y franco hacia el disfrute de todo lo que significa para los pueblos la libertad pública y la justicia social. Yo pido por fin, por último, a mi pueblo y a los funcionarios gubernamentales y a los funcionarios militares de todas las categorías, que como consecuencia de esa meditación nos dispongamos todos a matar el miedo…”.
Hoy día los que pueden viven enjaulados, con rejas por doquier, auxiliados por compañías de vigilantes privados, cámaras de video y sistemas de alarma activos las 24 horas. Crece el ejército citadino de jóvenes desocupados atados al hábito de las drogas, dispuestos a todo con tal de conseguir a las malas los recursos financieros para mantener el vicio. La deserción escolar, la falta de preparación y de oportunidades de trabajo, son caldo de cultivo para la vigencia de estas agresivas bandas de malhechores, capaces de segar la vida de un transeúnte por arrancarle un teléfono inteligente, o la cartera.
No se trata de un asunto de percepción como argumentara un funcionario. El fantasma de la inseguridad ciudadana arropa a una mayoría. Cambiar el miedo por seguridad y confianza es tarea urgente de vida.

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