Vida de maestros y calidad de la educación

Vida de maestros y calidad de la educación

La formación y las condiciones de vida del maestro son factores determinantes en la búsqueda y logro de una educación de calidad. La reforma de la educación ocurre en el aula y en laboratorio pautada y conducida por él. Y es él -el maestro- quien maneja la cotidianidad de la escuela, y quien orienta el proceso de enseñanza aprendizaje.

Las construcciones de palacios escolares, las adquisiciones de laboratorios, y los usos extensivos de tecnologías de comunicación deberán ocurrir simultáneamente con la formación y capacitación de legiones de docentes.

Sin maestros capacitados y bien pagados, todo intento de reforma de la enseñanza será inútil. Y aquello de una educación de calidad para todos no pasará de ser una quimera, el deseo y el sentir de gentes que sueñan con un mundo mejor.

Periódicamente, el maestro deberá realizar actividades de actualización científica y cultural. Deberá estar al día con los adelantos científicos relacionados con el contenido de las asignaturas que enseña, por aquello de que “nadie enseña lo que no sabe”. Pero, lamentablemente, una mayoría de nuestros docentes, especialmente de los docentes que laboran en escuelas públicas, no puede hacerlo. ¿Por qué? Porque no dispone de recursos con que hacerlo.

Sumados los incentivos, el salario de un profesor de escuela básica es de poco más de 10 mil pesos mensuales por tanda. Con ese mísero sueldo no se cubre el costo de la canasta básica de una familia pobre.

Los bajos salarios impulsan a los maestros a laborar en dos y, en ocasiones, hasta en tres tandas de trabajo, por lo regular, en escuelas muy distantes unas de otras. ¿Sabéis vosotros, amables lectores, lo que significa que un profesional egresado de las aulas de una universidad o de un instituto superior especializado tenga que impartir docencia de 8 AM a 1 PM en una tanda, y de 2 PM a 5:30 en otra para devengar, en el mejor de los casos, un salario mensual de alrededor de 20 mil pesos. Imaginémonos los inconvenientes que tiene que sobrellevar un docente que en el horario de la mañana imparta docencia en una escuela situada en el Distrito Nacional y en la tarde en otra localizada en el Municipio de Santo Domingo Este.

Hoy, quien se dedique al noble oficio de enseñar necesita de instrumentos mucho más sofisticados que la tiza y el borrador; debe de disponer de herramientas tan caras como una laptop, un proyector, un celular blackberry. Las mismas no están al alcance de los bolsillos de un docente de escuela pública.

Al final de la tiranía trujillista, apenas un 4% de los maestros en servicio estaba titulado. Gracias al involucramiento de las universidades y de los institutos superiores especializados en los programas de formación y capacitación de docentes en servicios, más de 80% de los que hoy se dedican al noble oficio de enseñar está en posesión de un título profesional. Pero, los que posamos de expertos, los que tuvimos la suerte de especializarnos en el exterior, y sobre todo, de devengar salarios relativamente altos, cuestionamos la formación de nuestros colegas menos afortunados sin parar mientes de que, al igual que ellos, egresamos de las escuelas de pedagogía de la UASD, de la PUCMM, de la UNPHU y de otras. Por momentos, nos olvidamos que ninguno de nosotros (los expertos) se graduó en Harvard y que fue “los otros días” que logramos conectarnos al mundo complejo de las tecnologías y de las comunicaciones.

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