Vida saludable. Nacer, crecer, madurar, reproducirse, envejecer y perecer son infinitivos verbales que cual leyes naturales se imponen a los mundos animal y vegetal. Algunos no llegan a vivir la dicha del nacimiento, otros no logran desarrollarse ni multiplicarse. Es considerable el número de especies vivientes que no alcanzan la adultez y mucho mayor la cifra de aquellos que tampoco conocerán la senectud.
Cada día crece más la conciencia antropocéntrica acerca de la necesidad vital de un equilibrio ecológico planetario, requerido para imponernos a la amenaza del peligro creciente representado por el calentamiento global.
Hace cerca de un siglo en las escuelas se pregonaba como los grandes anhelos de todo ser humano socialmente maduro los sueños de plantar un árbol, tener hijos y escribir un libro.
El presente arcoíris terrícola plantea metas distintas. Aumenta el número de gente en el viejo continente que se niega a concebir. Crece la deforestación en los puntos neurálgicos de los pulmones agrícolas naturales, en tanto que sigue decreciendo la población que lee y medita los temas vitales esenciales para la supervivencia del Homo sapiens.
El egocentrismo no nos conduce a un mundo de dicha y realizaciones colectivas. No hay manera de salvar la tierra en tanto sus habitantes se enajenan y aumentan el desacuerdo.
Si hemos de nacer con perspectivas futuristas debemos garantizar la perpetuación de la especie a través de un bien pensado y planeado equilibrio progresivo. El fenómeno vital requiere de una comprensión razonada acerca de la importancia de la salud colectiva. Podemos sacar provecho de las facilidades de la comunicación en el mundo moderno.
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Debido a la multiplicidad de informaciones falsas y engañosas que atentan contra la vida humana presente y futura, diseminadas por todo el ámbito social tenemos que elaborar una estrategia para preservar lo ganado al tiempo que ampliamos el progreso. Tal es el caso de las inmunizaciones infantiles y para adultos mayores.
Es responsabilidad del médico orientar oportuna y adecuadamente a las embarazadas, madres y demás componentes de la familia acerca de lo beneficioso que resulta contar con eficientes programas de inmunización y su aplicación general a la población. Cada día dependemos más uno de los otros en la cadena de vida. La pandemia de la Covid-19 nos ha enseñado a todos una gran lección. No es posible ganarle la batalla al coronavirus sin un consenso mayoritario. Fue así como logramos desterrar la viruela del ámbito terrestre en la década de los ochenta del pasado siglo XX. Cierto que el don más preciado concebible es la vida, tampoco deja de ser verdad lo importante que es vivir sano y con calidad.
Mantenernos saludables y felices es responsabilidad individual y colectiva. Aumentar nuestra longevidad sin calidad resulta contraproducente. Vivir para sufrir no es ético, ni mucho menos moral.
Contribuyamos a garantizar el bienestar y la salud de todos los que habitamos la tierra y más allá.