Este título sugiere reflexionar sobre el período existencial de la vida biológica. Se refiere a lo que acontece desde el nacimiento hasta la muerte física. En verdad, tiene la intensión de apuntalar a la etapa en espacio y tiempo que ocupa el ser humano durante su exigua limitación en el mundo. Desde luego, cada ser tiene un tiempo de duración variable y las circunstancias de cada uno es una experiencia particular y excepcional. Entre la llegada y partida está lo que llamamos vida.
Hay dos facetas, dos acontecimientos en la existencia de todo ser humano que son ineludibles: el nacimiento, que es la llegada al mundo, y la muerte, que es la salida del mundo. De estos, nadie puede escapar; pero, el lapso entre el comienzo y el final de estas dos ocasiones que llamamos vida, debe ser tomada en cuenta con diligente, razonable y pertinente mesura.
Es propicio tomar tiempo para analizar el devenir de la vida, y cuando sea posible, examinar la condición en que se desarrolla en esa etapa. Se debe sondear el pasado, considerar el presente, hacer lo necesario para estabilizar y mejorar día a día la condición física, emocional y espiritual. Esta mejoría debe ser progresiva a fin de amar más y mejor a Dios, al prójimo y a uno mismo.
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El autor poético del Salmo 90:10 se inspiró efectivamente, diciendo: “Setenta son los años que vivimos; los más fuertes llegan hasta ochenta”. Esto es así, aunque en nuestros días y gracias al avance de la ciencia médica y la tecnología, algunos individuos pueden vivir unos años adicionales. Sin embargo, el lapso de la existencia “desde el comienzo hasta el final”, es natural del ser humano, porque es como un hálito, o como una flor que brota por la mañana, perfuma y adorna el ambiente, pero ya en la tarde, se marchita y pierde su belleza. Es así para el ser humano: nace y puede hacer grandes y maravillosas cosas en la sociedad; más de manera natural, muere y el cuerpo inerte retorna al polvo, porque “de polvo somos y al polvo nos convertiremos”. (Génesis 3:19).
La llegada al mundo puede ser en pesebre, en cuna de paja, en una choza de un caserío de barrio marginado o un aislado paraje, o bien en un hospital donde ponen las parturientas en una misma cama. El nacimiento puede ser en una clínica privada de primera clase y en cuna forrada de terciopelo o seda. Unos nacen en ambiente de insalubridad y deficiencias sanitarias; otros vienen al mundo entre facilidades y satisfactorias eficiencias. Unos nacen en familias pobres y vulnerables, otros nacen en familias ricas o bien acomodadas.