Vida y muerte de varias comunidades

Vida y muerte de varias comunidades

La  subsistencia y la contaminación  se conjugan en varias comunidades de Najayo, San Cristóbal, donde la producción de cal viva es la única  actividad económica importante, pero a  su vez genera problemas de salud a sus residentes.El humo de los neumáticos y el polvillo lesionan seriamente la salud de los vecinos

La  subsistencia y la contaminación  se conjugan en varias comunidades de Najayo, San Cristóbal, donde la producción de cal viva es la única  actividad económica importante, pero a  su vez genera problemas de salud a sus residentes.

Actualmente el negocio  tiene dos frentes abiertos: por un lado, autoridades de Medio Ambiente les retienen camiones cargados de  roca caliza a los productores y por otro varias familias se quejan de la contaminación que sufren, derivada de  la quema de neumáticos utilizados para  calcinar de la  roca.

Al menos 100 hornos de cal operan en  comunidades  como Mira Cielo, Dios Dirá, Duveaux y  Los Yagrumos, donde se producen hasta 8,000 fundas de 50 libras por día en temporada de alta demanda,  según explicó Domingo Hernández Arias, presidente de la Asociación de Productores de Cal, quien afirmó que esa es la única fuente que genera recursos en esas localidades.

  Hernández denunció que  las autoridades del Ministerio de Medio Ambiente mantienen una persecución contra los camioneros que trasladan las piedras calizas desde diferentes puntos, a los cuales se les retiene el material, pese a que protegen las  cargas con lonas para evitar daños a los  demás vehículos en las vías.

Apuntó  que mantienen controlada la quema en  los hornos para evitar que el humo afecte a los residentes en las comunidades. Afirmó que hay hornos que han sido llevados a zonas apartadas de las viviendas.

Mientras que Norberto de León, propietario de un horno, dijo que antes usaban leña para calcinar la caliza, pero les fue prohibido por la deforestación que causaban. Es por eso que ahora usan neumáticos desechados, lo que a su juicio ha contribuido a darle mejor uso  a esas gomas  viejas que sirven de nido a los mosquitos y constituyen   una enorme carga para los ayuntamientos.

Cada goma vieja es adquirida a tres o cuatro pesos, los pequeños camiones de caliza son comprados a 600 pesos y una funda de cal es vendida a 50 pesos a los distribuidores.

“Nosotros le buscamos la vuelta a las cosas, no hacemos daño a nuestros vecinos porque aquí todo el mundo vive de la cal”, expresó Hernández. Aseguró que más de 3,000 personas viven de ese negocio.

Contaminación.  Mientras que cerca de 200 familias se quejan de que uno de los  hornos les produce afecciones de salud, sobre todo a los niños y los ancianos.

Clarito Brito Caro, presidente de la Asociación de Campesinos de Dios Dirá, denunció que el horno es encendido a diferentes horas sin importar la dirección del viento.

Al respecto, la señora Iluminan Báez cuenta que hace poco su niña de tres años estuvo al punto de asfixiarse cuando dormía en  la tarde y el humo de la quema de neumáticos le afectó la respiración.

Pero además del humo,  en este  horno, propiedad de Maritza Alcántara, se quema una roca que emana un polvillo que llega al interior de  las casas e incluso ensucia las aguas que son tomadas cuando llueve, pues allí  no hay acueducto.

Hace poco los vecinos de Dios Dirá sostuvieron un encuentro con dueños de la fábrica de cal, a quienes instaron a instalar extractores. Si no lo hacen acudirán   a las autoridades.

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