La vulnerabilidad en que han estado muchas mujeres, sucesivamente abatidas por hombres que las pretendían con absoluto egoísmo y criminal sentido de pertenencia es suficiente para afirmar que el país vive un estado de calamidad con signos epidémicos; y es tal la debilidad de las previsiones legales y punitivas que deberían protegerlas, que la sociedad, desconsolada por la alarmante sucesión de estos hechos de sangre, tiende a considerar a las autoridades, incluyendo fiscales en incapacidad de ejercer control sobre la ferocidad irracional de los femenicidas. Un caso que expone el peor rasgo de la indefensión es el de la abogada Anibel González, asesinada en San Pedro de Macorís por su expareja, liberado anticipadamente sin tomar en cuenta la agresión que con seguridad sobrevendría, vistos los antecedentes de homicida frustrado que no cesaba de mostrar decisión de asesinarla.
Se ha visto con horror que la diferencia entre la vida y la muerte puede estar circunstancialmente, por grave y extendida incompetencia, en manos de funcionarios que se atreven a desconocer, suspicazmente, los límites legales y de prerrogativas que deben encuadrar sus decisiones para atreverse a excarcelar bajo un acuerdo contrario a las normas de su cargo, a un convicto que persistiría en sus criminales intenciones contra la mujer a la que había agredido antes motivando su privación de libertad. La falta de rigor no debe costar más vidas.
Problemas en ambigüedad
El preciado bien llamado agua, tan procurada por los humanos como por los vectores que por ella se multiplican para propagar enfermedades, tiene al país bajo la doble amenaza de escasear severamente por prolongada falta de lluvia y porque disponer de ella en momentos críticos de desabastecimiento conduce a generar criaderos de temibles insectos cuando es almacenada sin conciencia y sin cuidar los detalles.
Los dominicanos están llamados a combatir el dengue partiendo de lo sano: clorando bordes de envases y cubriéndolos para impedir que el mosquito se reproduzca; y lo cierto es que además, la meta de ahorrar agua cobra dramática importancia. El acueducto de Santo Domingo ha llegado a una cuenta regresiva; debe llover a corto plazo o habrá aguda crisis de suministro; y las presas se están quedando sin agua.