Un macetero de arcilla, una pequeña planta, decenas de microorganismos y nanotecnología son hoy la esperanza para que tres millones de peruanos que no cuentan con energía eléctrica, abandonen las velas y lámparas de kerosene para dar paso a las bombillas.
Bautizado como Alinti, este dispositivo híbrido funciona como una fuente energética que aprovecha “la fotosíntesis de la planta, microorganismos que están dentro, pequeñas placas y el enfriamiento que le da el contenedor de arcilla” para acumular energía suficiente que permite encender bombillas LED hasta por 12 horas y cargar también las baterías de hasta dos teléfonos celulares.
Una tecnología que ha ido mejorando a grandes pasos, al punto de que su última versión ganó hace dos semanas el galardón de “Tecnología con Impacto” de los Premios Latinoamérica Verde 2019, considerado como los Oscar del Medioambiente de la región.
También un importante segundo lugar en el concurso “Una idea para cambiar la historia” de 2018, promovido por History Channel. Y, como colofón de buenas noticias, el interés de la mayor red social del mundo, que ha solicitado a su inventor, el peruano Hernán Asto, colaborar con su desarrollo, para lo cual deberá viajar en diciembre hasta la meca de la tecnología- Silicon Valley.
A continuación el video:
No obstante, para el joven inventor, el “mayor reconocimiento” de Alinti lo recibe cada quince días en el Cerrito La Libertad, una pequeña localidad situada al este de Lima donde sus más de 500 familias no cuentan aún con alumbrado eléctrico en sus hogares, ni tampoco agua ni alcantarillado.
Hasta allí llega Asto, ingeniero civil de profesión, y su equipo para conversar y contar los avances del macetero tecnológico que sigue su desarrollo de la mano de biólogos, químicos, expertos mecatrónicos y economistas en la FabLab de la Universidad ESAN, en Lima, pero también en la Universidad Politécnica de Madrid, en España, que colabora actualmente con el desarrollo del invento.
“Les hemos dado indicaciones a las madres de cómo cuidar a Alinti y ellas las siguen al pie de la letra, pero además nos dicen que sus niños están más motivados para hacer sus tareas, que quieren hacerlas al lado de Alinti”, contó Asto a Efe, rodeado de las madres del Cerrito La Libertad.
Así lo confirmó Eliana Barja, de 38 años, rodeada de sus vecinas que, como ella, son también madres de familia. “Queremos más Alinti. Poder encender un televisor, una refrigeradora”, agregó Barja antes de destacar que, a partir del ingreso de Alinti hace tres meses a sus hogares, hoy pueden tener Internet, redes sociales y mantenerse conectadas. Por ello, hoy todos en Cerrito La Libertad apoyan a Alinti.
“Todos estamos apoyando este proyecto”, señaló Barja y agregó que son las madres las responsables de “mantener la planta, echarle agua cada cinco días, encender y apagar las placas (de nanotecnología)».
Una labor que, según explicó a Efe Asto, contribuye a su validación científica pues los Alinti de cada hogar envían, a través de sensores, datos sobre cuánta energía produce la planta de especie asparagus densiflorus, cuánto los microorganismos, cuánto las pequeñas placas, cómo está su temperatura y su pH.
Información valiosa que en un futuro permitirá que el sueño de Asto, quien estudió su educación básica en su natal región andina de Ayacucho alumbrado por una vela, de que ningún niño más tenga que exponerse al humo tóxico que estas emanan, sea una realidad.
“Estamos pensando en que cada familia tenga alrededor de cinco Alintis en casa y con eso iluminar todo su hogar, encender la radio, prender un televisor, una refrigeradora. Ese es nuestro objetivo”, agregó.
Pero, además, según indicó, que sea un acompañante tecnológico de los niños. “Que el siguiente Alinti sea inteligente, que sea capaz de responder a las preguntas de los niños tales como ¿Cómo está la temperatura?, ¿Alinti, necesitas más luz? Y que Alinti les responda».