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Todos los jugadores de las Grandes Ligas usarán el número 42 en la espalda el lunes

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BBC Mundo. Cada año, cuando recién se inicia la temporada de la liga profesional del béisbol estadounidense, hay una jornada en la que resulta difícil distinguir a los jugadores por la espalda: todos llevan impreso en sus camisetas un mismo número, el 42.

Es el Día de Jackie Robinson, un homenaje al jugador que cambió la historia social del deporte de la pelota caliente en territorio estadounidense.

Fue el 15 de abril que Robinson salió al campo con la camiseta de los Brooklyn Dodgers estampada con el 42, el único número que ha sido retirado del circuito de béisbol profesional y que se usa sólo a modo de recordatorio y condena para el racismo del pasado.

Antes de que el Movimiento por los Derechos Civiles avanzara en conseguir la igualdad de los afroamericanos en Estados Unidos, el beisbolista fue pionero: lo hizo a punta de carreras y bateos que resultaron mucho más que resultados deportivos.

Pero su nombre representa sólo la mitad de esa historia: la otra cara del cambio fue la del manager deportivo de los Dodgers, Branch Rickey. Un empresario arriesgado y comercialmente ambicioso que -pese a la oposición de jugadores y directivos de su mismo club- le dio a Jackie su contrato para romper la barrera del color en los estadios del que por entonces era el deporte más prominente del país.

La apertura a jugadores negros, después de seis décadas de segregación, anticipó otra novedad posterior en el béisbol de la que también Rickey sería impulsor: fue él quien firmó al puertorriqueño Roberto Clemente, el primer jugador latino con un lugar en el Hall de la Fama estadounidense.

Retrato en pantalla. Robinson fue el primer jugador africanoamericano de las Grandes Ligas.

Para conmemorar el Día de Jackie Robinson, este año habrá también una película: «42», se titula. La primera vez que los grandes estudios de Hollywood ponen la mirada sobre este ícono afroamericano.

Y a Rickey lo compone Harrison Ford, actor de ocho películas candidatas al Oscar además del memorable Han Solo de «La guerra de las galaxias» y protagonista de la saga «Indiana Jones».

«Es un capítulo de la historia estadounidense que gira en torno a la equidad racial, el deseo es que cuando la gente la revise sienta que no se puede volver a repetir, sienta una reacción visceral, sienta que es algo que no desean ni para ellos ni para sus hijos», reflexionó Ford ante BBC Mundo, durante la promoción de la cinta en Los Ángeles.

«(Robinson) ayudó a expandir nuestros límites y nuestras realidades. Fue una inspiración para los afroamericanos pero también para niños de otras razas de esa época y todavía puede seguir siéndolo para afroamericanos, latinos, todas las minorías», agregó Chadwick Boseman, el actor elegido para representar al beisbolista, con quien tiene un notorio parecido físico.

Nacido en el estado sureño de Georgia, en 1919 y en el seno de una familia de peones de campo, Jack Roosevelt Robinson conoció pronto la hostilidad que generaba la raza: él y sus cuatro hermanos eran los únicos niños negros de la cuadra.

Ford y el beisbol. «Más que un jugador de beisbol era un fanático. Fui muchas veces al estadio Wrigley (de los Cacharros de Chicago, la ciudad donde nació) con mi familia.

Más que recuerdos del juego, lo que tengo es la imagen del diamante de grama en medio de la ciudad. Recuerdo que mi padre me llevaba a ver muchos de los juegos que se hacían allí, aunque no me quedaba por mucho tiempo.

Lo cierto es que cuando leí el guión de «42» lo hice con mucho conocimiento de lo que allí se narraba».

«Era una leyenda en California antes de entrar a las Grandes Ligas. Era mejor en fútbol (americano), en atletismo y en baloncesto, su hermano fue a los Olímpicos y él podría haber ido: rompió las marcas de su hermano en salto triple… Ya era una persona destacada», relató Boseman, que antes actuó en «The Express», una película sobre un jugador de fútbol americano, e investigó la historia de Robinson en profundidad para llevarlo a la pantalla.

En 1945, el atleta multifacético participaba en la Liga de Béisbol Negro con los Monarcas de Kansas City: las competiciones de blancos y afroamericanos estaban separadas, aunque con frecuencia se medían unos contra otros.

Cuando Rickey lo convocó, sabía que la misión no sería fácil: el managertenía miedo que las agresiones dentro y fuera de la cancha, basadas en el color de piel, le hicieran perder a Robinson su temple. «Quiero un jugador que tenga las agallas de no responder a los ataques», dicen que le exigió antes de darle su camiseta blanquiazul.

El momento en el que Robinson emergió por el túnel del estadio Ebbets Field, en Brooklyn, en abril de 1947, es considerado por los historiadores como la caída simbólica de la barrera segregacionista en el béisbol.

«El cambio hubiera ocurrido de todos modos, pero quizás hubiera tardado diez o veinte años más. Qué suerte que fue alguien que no sólo podía jugar al béisbol sino hacerse cargo de la responsabilidad social y política que el venía asociada», agregó Boseman ante BBC Mundo.

Ataque y defensa. La nueva película de Hollywood hace un homenaje a la leyenda del béisbol.

Hubo violencia verbal durante los partidos y tensión dentro de su propio vestuario, casi en igual medida. Algunos rivales amenazaron con hacer huelga si Robinson salía a jugar, otros lo llamaron nigger, un término tremendamente ofensivo en el mundo anglosajón.

«Lo usamos porque es históricamente exacto y se debe utilizar a la hora de hacer este tipo de películas sobre esos años. Nosotros recreamos un período de tiempo, cuando con esos términos se despreciaba a la gente de color. El personaje de esta historia fue uno de esos hombres que luchó muy duro para que esas palabras se dejaran de usar», señaló Ford.

Con el tiempo, los compañeros de equipo de Robinson armaron una defensa. Dos de ellos, en particular: Eddie Stanky, segunda base de los Dodgers, y el campocorto Pee Wee Reese.

Este último, durante un juego en Cincinnati, respondió a los abucheos del público con una señal de apoyo al afroamericano: le puso la mano sobre el hombro y miró desafiante a la tribuna. Un gesto simple pero radical, que quedó convertido en bronce: una estatua en Brooklyn, cerca del antiguo estadio, muestra a Robinson y Reese en esa suerte de abrazo.

Durante diez temporadas (nueve de ellas como segunda base), Robinson llegó a participar en seis series mundiales y fue una pieza clave para el título de los Dodgers de 1955. En 1949 fue elegido el jugador más valioso de la Liga Nacional – el primer afroamericano en conseguirlo- y 13 años después ingresó al Salón de la Fama.

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