Viejo lobo de mar…Descanse en paz

Viejo lobo de mar…Descanse en paz

HOMERO LUIS LAJARA SOLÁ
 «Quiero morir cuando decline el día, en alta mar y con la cara al cielo; donde parezca un sueño la agonía, y el alma, una ave que remonta el vuelo». Manuel Gutiérrez Nájera. Como bien lo predijo la última vez que pronunció las palabras centrales del acto solemne en memoria a los caídos en los ataques de submarinos alemanes en el Caribe, en la II Guerra Mundial, como era su costumbre por largos años, ya nuestro almirante César De Windt Lavandier, M. de G., en fecha 24 de julio del 2007, dio la vuelta de campana, llevándose consigo en las profundidades de su mar interior, la historia viviente de la Marina de Guerra, renaciente de manera vertiginosa al compás de una larga tiranía de más de 30 años, con hechos asentados en su bitácora mental trascendentales y altamente didácticos.

Para los que no conocen con exactitud nuestra historia naval, incluyendo oficiales de notoria antigüedad, es justo resaltar los dotes profesionales y humanos que adornaban a ese distinguido oficial naval y ciudadano ejemplo, oriundo de San Pedro de Macorís, descendiente de holandeses, quien a temprana edad inició su vocación por la carrera del sextante, ancla y al arganeo; siendo su primer paso de aprendizaje formal la Escuela Naval de Veracruz, México.

Profesor de varias generaciones de oficiales navales y militares, inició su vocación magisterial con la primera promoción de guardiamarinas (1943-1945) formalizando una especie de sacerdocio castrense inusual, en las aulas de la academia que él mismo concibió y hoy orgullosamente lleva su nombre, prestando valiosos servicios de manera ininterrumpida desde el año 1967, presentándose cada día de clases con precisa puntualidad militar, hasta el día que su corazón finalizó la última singladura de existencia terrenal. Muchos solo se enfocan en el culto almirante profesor, escritor de una obra sobre los submarinos alemanes en el Caribe en la II Guerra Mundial, que fue reconocida por el Colegio de Guerra Naval de los EE. UU; y se olvidan del Jefe de Estado Mayor ejecutor y de visión (1949- 1953), precursor de las tradiciones y ceremoniales navales, creador de las estructuras orgánicas de la Marina de Guerra, y la Ley 3003 que consigna a la institución naval como policía de puertos y costas; quien se destacó tanto en la tiranía de Trujillo, que fue maltratado y cancelado de las Fuerzas Armadas, al punto de ser enviado a la cárcel de La Victoria, por el pecado de destacarse más de lo permitido, en una época como esa.

El almirante De Windt Lavandier, como ferviente católico, ordenó construir el primer templo religioso en un recinto militar y organizó la dirección de Meteorología, entre otros logros no menos destacados, por lo que, junto al almirante Didiez Burgos, según nuestra opinión, es uno de los forjadores de la Marina de Guerra de la Tercera República.

Pocos saben que en la Era de Trujillo (1930- 1961) fueron ascendidos al rango de contralmirante (confirmado) que en esa época equivalía al rango de mayor general  dos estrellas  en el Ejército Nacional, solamente dos oficiales almirantes, César De Windt Lavandier y Luis Homero Lajara Burgos, el resto ostentó el rango con carácter transitorio. Ya Trujillo fallecido, resaltamos el caso de Luis Facundo, quien fue promovido a contralmirante de dos estrellas, (confirmado) por Ranfis Trujillo antes de marcharse del país de manera definitiva (ver memorias de la Secretaría de Estado de Guerra, Marina y Aviación).

Ahora, los discípulos del almirante César De Windt Lavandier debemos emular el lema de: «Marina de Guerra, una profesión honorable», comprometiéndonos con nuestro desempeño a honrar esa venerable memoria, emprendiendo acciones que preserven ese legado de honor, dignidad y hombría de bien, sin resentimientos ni rencores en su alma, que se llamó César de Windt Lavandier, quien en nuestra última conversación, comentándome situaciones, según su parecer indelicadas, acaecidas en los últimos años, me susurró con voz apagada y un dejo de melancolía, lo siguiente: «El tiempo se llevó tan rápido los vestigios malignos de la Era (Trujillo), que se llevó consigo también hasta lo bueno». «Ahora ustedes, los que están, deben actuar para hacer que eso bueno, que nunca debió irse, sea recuperado, por el bien de la nación dominicana».

Desde su puente de mando, en el más allá, con el brillo de su entorchado y las estrellas que ostentó con gallardía, donde no existen la ambición desmedida, la intriga manipulada, ni el desengaño:..»descanse en paz, almirante de almirantes, viejo lobo de mar».

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