Viene Sir Elton

Viene Sir Elton

Disfrutando de la entrega de los premios “Goya”, el más alto galardón de la cinematografía española, escuché el reclamo desesperado de unos cineastas empobrecidos, víctimas de aumentos fiscales y recortes gubernamentales. El excelente cine español sufre, esforzándose por sobrevivir.

Contrastan esas penurias con el auge envidiable de nuestro cine, todavía bachatero y populista, igual que la música y la política. Una abundancia regocijante. Eso está muy bien, pues de tanto hacer, terminaremos sacando un buen producto, como auguran algunas películas encomiables. Magnífico. Pero es difícil comprender por qué esa magnanimidad ha resultado en una drástica disminución del patrocinio para otras expresiones del arte.

Muy parecida a la escuchada en los “Goya” es la queja de los productores de espectáculos criollos. Están al grito y paralizados. Consiguen excusas y limosnas cuando tratan de agenciarse algún dinero. Esto no tiene sentido, y menos ahora, cuando por ahí viene Elton John. Me explico.

La súper estrella inglesa, prolífico compositor de rock desde los años setenta, no es de las luminarias que más cobran: cuesta un millón quinientos mil dólares por presentación, piquito más, piquito menos. Casi siempre se presenta en auditorios capaces de acomodar alrededor de veinte mil personas, asegurándoles ganancias a quienes lo contratan. Aquí debutará en Altos de Chavón, que acoge cinco mil espectadores, y el precio por boleta promedia doscientos dólares. El resultado contable del evento arroja una pérdida aproximada de quinientos mil dólares.

Los que quieren “darse” y darles Sir Elton a unos cuantos miles de personas están en pleno derecho de hacerlo; y de asumir las pérdidas. Aunque suponemos que algún patrocinador tapará el hoyo, y eso no es condenable. ¡Que lo disfruten!

Pero molesta, y debe molestar, que con ese dinero se puedan costear ocho grandes producciones dominicanas.

Calculando a seis presentaciones por producción, disfrutarían de esos ocho espectáculos setenta y dos mil personas (la capacidad del Teatro Nacional es de mil quinientos asientos, aproximadamente) pagando una octava parte de lo que cuesta disfrutar el astro inglés. En cada puesta en escena trabajarían cerca de sesenta personas, e indirectamente otros treinta. Estos númeritos lloran ante la presencia de Dios.

No es que dejen de venir los artistas famosos de todo el mundo, sino que no tiene explicación, al menos para mí, que podamos traer a Elton John y auspiciar el cine a manos llenas, mientras disminuye dramáticamente el patrocinio a los productores nacionales. Una austeridad selectiva, que priva al público de clase media, que no le interesa ni puede pagarse Altos de Chavón, de la calidad de nuestros mejores artistas, dejando sin trabajo a cientos de los que viven de la escena dominicana.

La crujía de los productores nuestros es similar a la de los cineastas españoles. Pero en España la crisis económica es general, no selectiva como entre nosotros. Aquí aparecen millones para unos y cheles para otros. Alguien debe ayudarme a entender esta paradoja de vestir un santo para desvestir otro.

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