Como cuando llega la calma y salimos a ver los destrozos que dejan a su paso los huracanes, hoy concluimos la primera semana de clases del nuevo año escolar y con ello hemos empezado a visualizar los diversos obstáculos que de antemano eran previsibles ante el cambio de modalidad.
Durante la presentación del programa educativo “Aprendemos en Casa”, el Ministerio de Educación el pasado 30 de octubre, se indicó que solo un 25% de los estudiantes cuentan con las condiciones y herramientas tecnológicas para desarrollar de manera efectiva las clases en la virtuales.
¿Cuántos de ellos, a pesar de tener un equipo tecnológico no cuenta con una conexión estable de internet? No lo sabemos, lo que sí, es que solo el 55% tiene acceso.
¿Cuántos de ellos viven en condiciones de hacinamiento que reducen su capacidad de aprendizaje? Al menos 76 de cada 100 estudiantes no cuentan con condiciones para aprender en casa y que solo un 17% tiene materiales educativos disponibles.
A estas situaciones, -el hacinamiento, el acceso a la tecnología y plataformas de comunicación estables- se les suma el nefasto ingrediente de que vivimos en un país donde carecemos de energía eléctrica permanente.
Esta realidad no soporta análisis, ni paños tibios, ni discursos llenos de optimismos, pero tampoco es tiempo de lamentos: Este es el único mar en el que tenemos por obligación que navegar y el barco ya zarpó. Aquí no cuenta el “me quiero bajar” o “esto debió hacerse de tal forma”.
Aquí cada marinero tiene una tarea que cumplir. La Superintendencia de Electricidad tiene a lo menos que lograr, que las distribuidoras de electricidad, mantengan energía eléctrica permanente durante los horarios establecidos para la modalidad virtual y a distancia, las grandes compañías de telecomunicaciones honrar los acuerdos anunciados para ampliar la cobertura actual y de manera paralela explorar alternativas de conectividad para las zonas más alejadas de los centros urbanos.
El Ministerio de Educación tiene que garantizar que los materiales lleguen a cada centro, a cada estudiante y paralelamente, avanzar sostenida y aceleradamente en una estrategia para la futura, pero no muy lejana semi-presencialidad o presencialidad.
Ahora lo que toca, es remangarnos las mangas de las camisas, ponernos los pantalones largos y hacer el trabajo necesario para que el año escolar 2020-2021, como el barco llegue a puerto. Pero a un buen puerto!