No hay descendiente o pariente que cuente cómo fue su vida familiar, privada. Aunque se afirma que estuvo casado con una francesa, Marie Lacaze, la muerte le sorprendió prácticamente en total soledad, inválido. Un ahijado, Edgard Dourthe, fue la única compañía en los últimos meses de existencia de Vigil Díaz en la calle José Reyes treinta y tres donde generosos vecinos le auxiliaban para moverse.
De él sólo puede hablar su obra en prosa y versos recogida en libros, dispersa en casi todas las revistas literarias y periódicos dominicanos que circularon en el país desde 1912, cuando se dio a conocer el Apoeta lírico y prosista de acento inconfundible@.
La historia de la literatura nacional le reconoce como introductor del Vedrinismo, aunque algunos intelectuales le niegan tal iniciativa, atribuyendo a otros la novedad del verso libre en la República. Se le tiene, también como precursor del Postumismo, la escuela sin tendencia determinada de Domingo Moreno Jiménez, pero el propio poeta se desvinculó del innovador grupo al negar: AYo no soy postumista. Si he escrito algo asimilable ha sido pura gentileza, mero intento de hacer notar que mis cuerdas se emocionan con todas las pulsaciones, que puedo danzar en cualquier tono. Pero, realmente, mi caso es otra cosa distinta de eso@.
Caprichoso, excéntrico, medalaganario, Aeufórico y cambiante@, tal vez solitario y egocéntrico, ningún crítico, sin embargo, ha restado méritos a la variada y abundante producción de Otilio Andrés Marcelino Celestino a quien sólo se le conoce por sus apellidos, que identifican la calle de Villa Juana que le rinde homenaje.
AAunque no entregó la obra definitiva que pudo haberse esperado de su talento, es indudable que Vigil Díaz abrió cauces nuevos que permitieron el fluir de posteriores corrientes renovadoras@, comenta Manuel Rueda, y agrega que Acasi ajeno a los grandes temas humanos, los cuales apenas roza matizándolos con leves toques de ironía, su arte, no obstante, tuvo nobles propósitos que fueron resumidos por él en las siguientes palabras: AYo he tendido, por supervisión instintiva, a realizar la ambición de que habla el divino poeta Baudelaire a Arsenio Houssage: a la ambición de soñar con una prosa poética musical, sin ritmo ni rima, bastante flexible y bastante trunca para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del sueño y a los sobresaltos de la conciencia@.
Balaguer pone de relieve su tendencia poética caracterizada Apor el abuso del tropo altisonante en estrofas libérrimas, llenas de frases felices y a veces rebuscadas@ y lo reputa como precursor del Postumismo. La prestigiosa revista La Cuna de América lo describe Asincero, leal, enérgico, artífice de la palabra que espiga en los campos de la literatura dominicana la rica parvada del idioma@.
Para Mariano Lebrón Saviñón es uno de los grandes revolucionarios de nuestra lírica, poeta altisonante, con vibraciones insólitas y gran liberalidad en la confección de sus versos, que más parecían prosa. Es Ael poeta de las piruetas verbales, artífice de la imagen arbitraria, sensual, sonora con algo de la pomposidad vagasolesca que viene de D=Annunzio@.
El exigente crítico Pedro René Contín Aybar dice de él que es Apomposo, sensual, polifacético, altisonante. Lírico hasta lo ultrafantasista. Verbalista@.
Lebrón Saviñón comenta que Vigil abandonó el verso y se orientó con una prosa igualmente altisonante, nostálgica del verso. AFue más original en este aspecto de su obra, con una serie de artículos periodísticos que llamó Fatamorganas@.
Casi todos los que se han adentrado en el estudio de su personalidad y de su obra tienen presente los celebrados viajes y estancias de Vigil Díaz en Hato Mayor donde, según Diógenes Céspedes, Aheredó y administró en compañía de su hermano Oscar, residente allí, el hato de Pringamosa@ al que se trasladaba desde la Capital a trotes de caballo.
Al respecto narra Manuel Rueda: ASu conducta fue siempre motivo de escándalo y de asombro. Paseó por nuestras calles una indumentaria de gran señor, de don Juan que había aprendido en París sus artes librescas y amatorias, al mismo tiempo que sus amigos podían verlo en sus predios de Hato Mayor del Rey tomando posesión de sus tierras, vistiendo un simple traje de fuerteazul, cuyos pantalones arremangaba hasta las rodillas, y al cual agregaba el detalle personalísimo de un pañuelo de madrás artísticamente anudado en la cabeza@. Otros le recordaban con su perro leal por las esquinas de la calle Del Donde.
Vigil Díaz nació el seis de abril de 1880, hijo de Francisco Vigil e Isabel Díaz. Murió en Ciudad Trujillo el veinte de enero de 1961. Además de París viajó a La Habana y a Nueva York. Publicó Góndolas, Miserere patricio, Galeras de Pafos, Del Sena al Ozama, Orégano, Música de ayer, Lilí y Alejandrito. Dejó inédito Retablo de las maravillas.
La calle que lo recuerda nace en la avenida San Martín y muere en la Américo Lugo.