Vino nuevo en odres viejos

Vino nuevo en odres viejos

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
No quiero dejar de insistir en el tema de los cambios, porque nos parece harto evidente que la sociedad dominicana necesita cambios profundos que hagan posible la instalación de un progreso centrado en la familia. Cuando se toca el tema de los cambios sociales mucha gente del país se malhumora, sobre todo los políticos que han pasado por el poder o que están en el poder. Porque ellos dicen que han hecho cambios profundos y plantean que hay mejoría, que hay progreso, que hay avances.

Pero no se trata de estos cambios de perfiles que obedecen a los movimientos naturales que se registran en toda sociedad. Tampoco de que tengamos más de esto o más de aquello. Hay unas líneas progresivas que se dan casi por inercia, todo el tiempo y en todos los países.

El político post Trujillo que más cambios ha promovido en la sociedad dominicana fue Joaquín Balaguer. Cambios urbanos, cambios en las construcciones, cambios en la agropecuaria, cambios en la creación de instituciones, cambios en la tenencia de la tierra, cambios en la industria, cambios, etcétera.

Pero fueron aquellos unos cambios formales que en nada alteraron la esencia de una sociedad básicamente asimétrica e injusta. Ocurrió lo que ocurre siempre cuando hay crecimiento en circunstancias desiguales: que las distancias se amplían, que las discriminaciones se acentúan más, que las desigualdades se agrandan y que, en síntesis, la distribución de la renta nacional se hace de forma más desequilibrada.

Quien lo dude que busque las estadísticas que describen a la sociedad dominicana al término de la Era de Trujillo. Cuando se hace la comparación con la realidad de estos tiempos se encontrará, de manera incontrovertible, que las asimetrías se han ampliado.

Se trata de un fenómeno social muy conocido. Crear riquezas, crear prosperidad, crear nuevos modelos de acumulación de capital, promover el crecimiento económico y social mientras se mantienen las mismas estructuras. Describámoslo con una figura más elemental y más conocida: vaciar vino nuevo en odres viejos.

Esto es exactamente lo que han hecho los dirigentes de la sociedad dominicana de los años post Trujillo. Han cambiado, dice el gatopardismo, para no cambiar, para dejar la esencia de las estructuras sociales, económicas y políticas sin alteraciones, sin mudanzas.

Con la excepción del gobierno de Juan Bosch, en 1963, la República Dominicana no ha contado con gobernantes que hayan subido las escalinatas del Palacio Nacional con el propósito expreso de producir cambios estructurales en la sociedad dominicana. Ni siquiera los del PRD y los del PLD, poseedores de un discurso que en ocasiones ha tenido sonidos de izquierdas.

La sociedad en su conjunto, incluyendo a los ricos que se sienten satisfechos con sus acumulaciones, ha sufrido enormemente la ausencia de estos cambios. Unos, los pobres, porque no han podido superar esta terrible subcultura esclavizante que es la pobreza, y los otros, los ricos, porque no han podido disponer de un mercado interno amplio que les hiciera posible desarrollar más y mayores negocios más rentables.

El crecimiento registrado en todos estos años, que ha sido muy real y muy visible, se ha convertido, en consecuencia, en fuente de mayores inequidades. Y hoy tenemos, como resultado de este fenómeno, dos grandes países dentro de una misma nación. Un selecto grupo que dispone de grandes fortunas, rodeado de un mar de pobres que cada vez es más grande y más pobre.

Si la sociedad hubiera contado con políticos con vocación para el cambio, otra sería la realidad, otro sería el país, las desigualdades fueran menores, las empresas fueran mayores y tuviéramos, incluso, más empresarios y más inversionistas. En otras palabras, todos hubieran ganado.

Nadie, pues, debe asombrarse de que en pleno siglo XXI la sociedad dominicana responda a los perfiles que tiene, ni que su educación sea tan débil, ni que sus pobres sean tantos, ni que la distribución de la renta sea tan desigual, ni que la inversión pública sea tan irracional, ni que falten tantos hospitales, ni que falten escuelas, agua potable e instalaciones deportivas, ni que existan tantas trabas para acceder a las nuevas tecnologías y a los nuevos modelos globalizantes. Porque llevamos años y años vaciando vino nuevo en odres viejos.

bavegado@yahoo.com

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