Clasificados estadísticamente como los más involucrados en accidentes viales y en saldo de heridos y víctimas mortales, los conductores de motocicletas constituyen también los participantes en la movilidad urbana e interurbana que más escapan al peso de la ley generando la muy común escena callejera de irrespetarla a la vista de los propios agentes encargados de aplicarla. En su mayoría restringidos o anulados en capacidad para moverse a la misma velocidad de los infractores, los agentes del rango peatonal de la DIGESETT tienen perdida de antemano la batalla contra el epidémico comportamiento de quienes viajan sobre dos ruedas. Su inferior condición ante el desparpajo masivo que se les ordena perseguir delata una insuficiencia para estos tiempos de guardianes de tránsito motorizados capaces de dar mejor servicio en patrullaje enlazados y coordinados mediante comunicación móvil. Está faltando, evidentemente, rigor en la aplicación de normas para prevenir y sancionar incumplimientos de toda especie en la circulación.
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Es hora de que las autoridades inspiren real respeto en choferes y conductores con infaltable presencia y celoso cumplimiento del deber. Las leyes están ahí y a ese tipo de policías corresponde el monopolio de la fuerza. Debe sentirse en las calles la voluntad de superar la permisividad que estimula, y ya desborda, las transgresiones en el transporte terrestre que caracterizan a Santo Domingo y a otras ciudades; elevan el índice de siniestros y demoran costosamente los desplazamientos.