Violaciones más comunes a la ley de tránsito

Violaciones más comunes a la ley de tránsito

 DIÓGENES CÉSPEDES
Demostrada la hipótesis de que los chóferes y conductores del país, sean jóvenes, adultos, tercera edad, viejos y ancianos consideran el espacio público de las calles, aceras, calzadas, cuchillas, parques, rotondas, parqueos, marquesinas privadas y cuanto terreno esté a su alcance como de su propiedad privada, paso a continuación a enumerar los entuertos más comunes, cómicos y groseros en contra de la ley 241 y las consecuencias peligrosas que tienen para la vida humana del violador y la de su víctima potencial.  En primer lugar está el pasar el semáforo en rojo.

 Esto se ha convertido en un deporte, con burla de los agentes de la Autoridad Metropolitana, sin medios a su disposición para dar alcance al infractor y llevarle preso.

Es la más grave violación, tipificada como criminal, pues implica “ipso facto” la posibilidad de muerte para el infractor y la víctima que, en pleno ejercicio de su derecho, avanza en su vehículo porque la luz ha cambiado a verde.

 En segundo lugar, convertida ya en deporte nacional, la violación a la ley que prohíbe circular en vía contraria, la hacen los conductores con toda impunidad y con conciencia, pues la burla a que someten a los ingenuos que transitan con observancia estricta de la ley, a estos les responden, cuando le indican que la calle es de una sola vía, que ahora es de dos, pues así lo acaban de decretar con su acción. Los agentes de la AMET se quedan perplejos ante estas violaciones, pues el infractor anda casi siempre en vehículo rápido, potentes, con vidrios entintados y, a veces, sin placa visible. Otras veces, como lo he comprobado, los propios vehículos de la AMET o de la Policía circulan en vía contraria y envían un mensaje a los conductores en el sentido de que pueden hacer lo mismo.

 La mayoría de los tapones que se producen en las intersecciones se debe a la desesperación de los propios conductores de uno y otro género, quienes en su impaciencia por llegar al sitio donde van, no se detienen en la línea que marca el tránsito a la espera de que el semáforo les dé paso con su luz verde. Si está en rojo, todos se abalanzan para ocupar el espacio vacío que al momento del cambio de luz, le dará derecho de paso a los vehículos que vienen en dirección transversal. Estos conductores, con su legítimo derecho de paso, ocupan como pueden los otros espacios vacíos y se arma un desmadre de Cristo Padre y Señor Mío. Ni los agentes de la AMET pueden con este pandemonio de bocinazos y maldiciones. Así, violadores y víctimas acumulan la mayor carga de energía negativa con la cual amargarán la vida de sus relacionados durante el resto del día y se abrirán, en su respectivo corazón, la herida que poco a poco les conducirá al infarto, a la trombosis o al derrame cerebral. Estas enfermedades trabajan lentamente, sobre todo en los más jóvenes, quienes debido su vigor, ni siquiera se interrogan sobre el problema. Me conduelo de ellos mientras observo, impasiblemente, mi momento de pasar sin riesgo, al son de un buen concierto de Bach, Mozart, Vivaldi, si estoy pop a Marc Anthony y su Lolita o Celia Cruz en “La vida es un carnaval”. O un buen concierto de música barroca, al fresco y con lentes oscuros para matar el resplandor solar. Como siempre salgo con media hora o más para el sitio donde voy. Puedo contemplar ese espectáculo dantesco con la mayor sangre fría, gracias a Sandino Grullón Sánchez y Visión 10. Antes me quejaba siempre de estas barbaridades, sin saber que eran circunstancias que no me es dable modificar, iguales a si hace frío o calor.

 La tercera violación cómica y grosera a la vez es la apropiación de la calle, de las intersecciones donde hay semáforos, grandes supermercados o centros comerciales por parte de un ejército de limpiadores de los cristales de los vehículos. Con o sin permiso del conductor, embarran los vidrios con una esponja mugrienta y si no les da un peso, te rayan el carro con un punzón o un destornillador cuando éste arranca.

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