Violencia

<P>Violencia</P>

Durante el fin de semana hubo expresiones de violencia con  un balance luctuoso que nos obliga a reflexionar sobre el tema.

No es un acontecer extraordinario, si se toma en cuenta que en los últimos tiempos en el país han cobrado auge la agresividad y la tendencia a dirimir por medios violentos hasta las más insulsas diferencias.

Hay un diagnóstico profundo y exhaustivo sobre las causas de esta situación y es posible que por comisión u omisión, las autoridades en sentido general hayan contribuido a este estado de cosas.

Es cierto que la disposición que limita las horas de expendio de bebidas alcohólicas ha dado resultados positivos, al influir en una disminución notable de los casos de violencia o delincuencia en avanzadas horas de la madrugada.

En principio, los colmados eran centros de expendio de provisiones en general y bebidas para llevar. No sabemos si hay regulaciones específicas, por ley, decreto o resolución, pero era difícil encontrarse con gente consumiendo  bebidas alcohólicas en los mismos.

Sin embargo, se ha tratado con frialdad e indiferencia la transformación de muchos de estos establecimientos  en centros de expendio y consumo de bebidas alcohólicas que escandalizan en vecindarios, violan el derecho de circulación de personas y vehículos y el derecho a la tranquilidad de los ciudadanos.

Hay ordenanzas municipales que prohíben obstaculizar el paso por las aceras y las calles, pero muchos colmadones las violan  y nadie se mete con ellos.

Y resulta que muchos incidentes violentos han tenido su origen en fricciones entre parroquianos que frecuentan establecimientos de este tipo.

II

En la búsqueda de remedio para el auge de la violencia y la delincuencia se han tomado algunas medidas. Por ejemplo, se ha hecho más riguroso el obtener permiso para armas de fuego e, incluso, se han establecido nuevos requisitos para aspirar a tenencia y porte de estos instrumentos.

Disparar un arma de fuego contra una persona es la expresión última de una intención o decisión previa; es el cumplimiento de una “orden” de agredir o defenderse emanada por la intención. Quienes pagan permisos para armas son menos proclives a impartir esa “orden”, en comparación con los portadores clandestinos de estos instrumentos.

Pero en el caso de los colmadones nadie repara que son puntos de convergencia de gente con inclinación por la bebida y, por tanto, proclives a perder el control de sus actos. Muchos incidentes violentos comienzan a partir de una nimiedad cualquiera entre parroquianos en un colmadón, pero ninguna autoridad ha sido capaz de tomar esta sintomatología para adoptar medidas en consecuencia.

El interés por reducir los focos de origen de actos violentos tiene que tomar en cuenta no solo los hechos violentos como tales, sino las causas que los provocan y los escenarios que propician estas causas, como es el caso de los colmadones.

Las autoridades están en el deber de escudriñar para identificar cada uno de los factores capaces de originar violencia, y a partir de ese diagnóstico adoptar las medidas correspondientes. De esa premisa se partió para limitar las horas de expendio de bebidas, endurecer los rigores para autorizar el uso de armas y otras disposiciones.

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