Violencia

Violencia

En estos días la sociedad dominicana demuestra que se estancó nadie sabe en qué vericueto de la historia. La nueva Constitución propuesta por el Presidente de la República levanta polvos que parecían haber desaparecido.

Reclamamos modernidad, se habla de la edad del conocimiento, de la necesidad del desarrollo de la enseñanza científica, de ampliar el horizonte de la sociedad dominicana mediante el estudio y las oportunidades de progreso individual, en una palabra, que el cielo sea el límite.

Pero he aquí que de la manera más inopinada cualquier asunto parece quitar la postilla a una llaga purulenta.

La Constitución de 1963 es la más avanzada que ha tenido el país. Fue votada por una Asamblea Constituyente formada por un grupo de diputados que representaban al pueblo dominicano de manera cabal.

Esos asambleístas eran verdaderos líderes sociales, profesionales, sindicales, gremiales, pero los de siempre, los que tienen el freno en las manos para retrasar el avance social mientras ellos continúan la marcha, llamaron come yerbas a esos diputados. Hicieron algo más: cercaron el edificio del Congreso Nacional con niños a quienes llevaron a protestar para que la Constitución estableciera la educación católica en las escuelas del país, (educación católica no educación religiosa que es diferente), pero de todos modos una imposición, una violación a la libertad de conciencia.

Las demostraciones de la iglesia Católica contra la Constitución de 1963 fueron el inicio de las “manifestaciones de reafirmación cristiana”, engendros concertados con otros conspiradores nacionales y extranjeros que condujeron al Golpe de Estado de 1963 y a los cuatro o cinco mil muertos de la Guerra de Abril y la Guerra Patria de 1965. El doctor Víctor Terrero, médico de experiencia, propone que se permita la intervención científica que  interrumpa el embarazo cuando pone en peligro la vida de la madre y bajo otras circunstancias que la ciencia disponga.

La diferencia debe ser dirimida con argumentos no con la movilización de grupos de presión, que siempre significan violencia. Las turbas no son un argumento.

Hay un dicho que se atribuye a la sabiduría milenaria de los chinos: en una discusión una persona alza la voz, es porque entiende que pierde la misma y si acaso levanta un brazo para golpear al interlocutor, es porque sus razones no son válidas.

El doctor Terrero que sepa que cuenta con el respaldo de quienes ejercemos sin temor y con respeto la libertad de conciencia y de palabra.

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