Violencia

Violencia

Mientras se persista en simplificar el significado de la violencia a las vías de hecho que provocan daño físico visible, muchas manifestaciones individuales y sociales que califican como actos de esta naturaleza continuarán siendo ocultadas en eufemismos y medias tintas.

Dos casos en extremo disímiles nos permiten establecer que la violencia tiene mil y una caras y que se la disfraza para ocultarla aunque, a pesar de los esfuerzos, continúa provocando daños tan dolorosos como la contusión o la herida.

El caso de uno de los condenados por el asesinato del senador Darío Gómez pone de relieve una forma de la más grave violencia contra la seguridad de la sociedad. ¿Cómo se explica que Ernesto Meléndez Vásquez (El Chino), que en 1994 había sido condenado a 30 años por homicidio, ya lleve sobre sus hombros otra condena a 30 años por un hecho similar, si ni siquiera había cumplido la primera de estas sanciones?

-II-

Ya hemos dicho que nos valdríamos de dos casos muy disímiles para hacer ver distintas caras de la violencia.

En efecto, la otra ocurrencia nada tiene que ver con homicidios y liberaciones inexcusables, pero es de igual modo violenta.

No hay forma de encasillar en otro renglón que no sea violencia, la decisión mediante la cual la Secretaría de Estado de Salud Pública le retiró dieciocho enfermeras y cinco empleados de conserjería al Hogar de Ancianos San Francisco de Asís, pues se agrava y profundiza la crisis que afecta a este centro, en el cual escasea inclusive el alimento.

Sin duda, estas manifestaciones violentan normas sociales y constituyen, por tanto, actos de violencia. En un caso, la seguridad de la sociedad fue puesta a merced de un homicida condenado, que fue dejado inexplicablemente en libertad para que reafirmara su condición criminosa. En el otro, se pone en juego la seguridad de ancianos desvalidos, que necesitan y merecen ser cuidados.

Ya lo hemos dicho. La violencia tiene mil caras.

Fernando Luna Calderón

El antropólogo Fernando Luna Calderón, director del Museo Nacional de Historia Natural, falleció el domingo y fue sepultado ayer. Su partida deja un vacío sensible en el ámbito científico al que hizo tantos aportes valiosos.

El padecimiento que le costó la vida puede haber sido una de las derivaciones de los quebrantos que contrajo en el año 2004, al contaminarse con hongos que obligaron al cierre temporal del museo. Por esa causa, Luna Calderón debió ser enviado a Italia, donde recibió tratamiento especializado durante ocho meses.

Luna Calderón fue el antropólogo que en 1990 logró identificar a treinta de los ochenta expedicionarios de junio de 1959 que la tiranía de Trujillo sepultó en terrenos de la Base Aérea de San Isidro. El país ha perdido a un científico de grandes méritos. Paz a sus restos.

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