Violencia aprendida

Violencia aprendida

Escolares reflejan conductas viven en su casa y el barrio

Marquito Peralta (nombre ficticio) llega a la Escuela Básica República Dominicana a las 8:10 a.m. con su uniforme de pantalón caqui y camisa azul estrujados, con el pelo desaliñado, sin correa, en chancletas y con las uñas de las manos y los pies sucias y largas. La directora del centro, Mildred Feliú, le llama la atención por llegar tarde al aula y por su aparente falta de higiene personal.

Era lunes. Marquito, con 11 años, entra a su curso de quinto grado. No pasaron 10 minutos cuando el niño le propinó una trompada a uno de sus compañeros de clase, frente a la profesora, porque percibió que se burlaba de él. Los niños se emburujaron en el aula y mientras la maestra los desapartaba los otros estudiantes aupaban la pelea.

Desde la Dirección y el Departamento de Sicología y Orientación de la escuela se le envió un mensaje a los padres o tutores de Marquito para que asistieran al centro.

Llegó el martes, pasaron el miércoles, jueves y viernes de esa semana y nunca los tutores de Marquito llegaron. Tampoco el niño volvió a la escuela durante esos días.

En la escuela, ubicada en el centro del sector Villa Juana, funciona un programa de asistencia sicológica y de orientación ambulatoria, el cual consiste en que los profesionales de la conducta infantil visiten las residencias de los estudiantes. Ellos acuden al entorno del hogar de los menores cuando sospechan o descubren que tienen comportamientos inadecuados.

La profesora reportó al Departamento de Orientación los cuatro días que Marquito había faltado a la escuela. Eso motivó que la sicóloga visitara la casa del menor, quien reside en Villa Consuelo, un sector colindante con Villa Juana, donde está el centro educativo.

Al ver la realidad socioeconómica en la que vive el niño, la profesional deduce las razones de su mal comportamiento.

El menor es golpeado con frecuencia por su padre. Reside junto a sus tres hermanitos y su madrastra, quien también es maltratada por su pareja. Su hábitat es una estrecha habitación de no más de 30 metros cuadrados. El hacinamiento es tal que en un camarote (pequeña cama de hierro de dos niveles) duermen los seis miembros de esa familia.

El caso de Marquito entra en las estadísticas de los estudiantes víctimas de violencia.

El 60% de los estudiantes de primaria se confiesa víctima de algún episodio de violencia, lo que no es raro ya que en casi el 70% de los hogares los padres o tutores recurren al castigo físico o psicológico como método para disciplinar a los niños, según revela el estudio “América Latina: Violencia entre estudiantes y desempeño escolar”. En esa investigación, elaborada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2011, República Dominicana quedó entre los cinco países de América Latina con mayor índice de violencia física entre pares.

Palpan realidad en visitas. No solo Marquito vive esa triste realidad. En las visitas domiciliarias los profesionales de la conducta de la escuela República Dominicana han podido constatar situaciones penosas. Observan cómo viven los niños, con quiénes viven, dónde duermen, a qué hora se levantan y qué hacen. Esas informaciones las obtienen para saber cómo intervenir a los pequeños. “Cuando tú vives en una casa donde te maltratan y te dicen palabras feas, eso es lo que aprendes y lo que haces en la escuela”, expresa la sicóloga.

Marquito es la representación de cientos de estudiantes de ese centro educativo de Jornada Escolar Extendida (JEE), el cual tiene una población de 2,000 niños provenientes de barrios vulnerables del Distrito Nacional, tales como Villa Juana, Villa Consuelo, Villas Agrícolas y San Carlos.

Un estudio socioeducativo realizado en 2010 en los planteles escolares de la República Dominicana, dirigido por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) en escuelas públicas de Santo Domingo Oeste, Jarabacoa y Cotuí, dice que en dichas escuelas se refleja un alto grado de violencia que viene desde los hogares.

El diagnóstico, patrocinado por el Consorcio de Educación Cívica, señala que “ocurren de cinco a ocho peleas diarias entre los alumnos, lo que refleja el grado de violencia que se vive en el país, de acuerdo con los resultados del diagnóstico…”. Estos actos reflejan el grado de conflictos y de actos violentos (golpes, peleas) de los que son testigos o víctimas los niños y jóvenes en sus hogares y comunidades.

En otra investigación más reciente, del 2014, hecha por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (Ideice) y la Universidad Iberoamericana (Unibe), se concluye que la prevalencia nacional de violencia escolar surge a pesar de existir un clima escolar adecuado y buenas relaciones entre los actores del sistema educativo. Hay reportes de violencia entre estudiantes que según los directores asciende al 69%, mientras que un 33.6% de los escolares dice que la violencia llega a niveles de acoso. De igual manera más de la mitad de los directores y orientadores. Ese estudio se hizo con una muestra del 50% de los distritos educativos del país.

Proclives a consumir drogas. Los profesores de la escuela República Dominicana están contentos porque en el año escolar no se ha registrado una sola niña ni adolescente embarazada, gracias a la campaña de prevención que desarrollan.

Sin embargo, tienen el fantasma del consumo de drogas. La sicóloga cuenta que hay niños de la escuela, cuyas edades oscilan entre los 5 y 15 años, que el año pasado usaban la hookah (un artefacto utilizado para fumar un tabaco especial por medio de una pipa de agua). Recientemente le reportaron que había niños estaban consumiendo ega (goma de pegar), que según ellos dicen que tiene sabor a yogourt. También consumen silicone y tiza.

Para la sicóloga, muchos escolares tienen predisposición a consumir sustancias prohibidas porque sus padres son consumidores y eso es lo que ven en sus casas y en el entorno.

La Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en estudiantes de octavo curso del nivel Básico y segundo y cuarto del Nivel Medio, hecha por el Consejo Nacional de Drogas (CND) y la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (Cicard), destaca que entre las sustancias de uso legal el tabaco es la tercera sustancia psicoactiva más consumida por los jóvenes escolares. En primer lugar se encuentra el alcohol y en segundo lugar reportaron el uso de medicamentos tranquilizantes.

En el estudio, realizado en el 2009, se indagaba acerca del consumo de tranquilizantes haciendo referencia a medicamentos derivados de la benzodiacepina que son utilizados para calmar los nervios o para facilitar el sueño, calmar dolencias estomacales o como antidepresivos.

El 12.8% de los escolares dijo haberlos utilizado en algún momento de su vida. La media de edad donde se registró el primer consumo de tranquilizantes fue de 14.5 años.

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