Violencia ciega

Violencia ciega

No se exagera cuando se dice que la sociedad dominicana de hoy ha sido puesta de rodillas por la violencia, por una violencia ciega y destructiva que parece estar en todas partes, siempre al acecho, como es fácil comprobar con tan solo abrir los periódicos.

Desentrañar las causas de esa violencia, determinar cuándo, cómo y porqué nos hemos vuelto tan violentos debe ser motivo de preocupación por parte de nuestras autoridades, pero también de las universidades, de las escuelas y colegios, y hasta de esa sociedad civil que tanto se preocupa, tal vez con exceso, por subsanar los irremediables vicios de nuestra clase política y su enfermedad endémica: la corrupción.

Hace varios días un grupo de ciudadanos preocupados por esta situación anunció la creación de lo que han llamado Escuelas de Familias, un esfuerzo para, desde la educación, crear conciencia del impacto de la violencia intrafamiliar, pero muchas otras cosas pudieran hacerse para ir comprendiendo a qué nos enfrentamos.

A estas alturas deberíamos saber ya que no basta con atacar el mal cuando ya ha demostrado con largueza su capacidad destructiva, como ha sido el caso del programa Barrio Seguro, una experiencia relativamente exitosa de contención del delito y la criminalidad que justo este fin de semana fue llevado a Santiago de los Caballeros; hay que sentarse a discutir y analizar las formas y maneras de detener el crecimiento de la bestia antes de que nos destruya.

Presupuesto y educación

El rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el doctor Roberto Reyna, ha dicho sin tapujos que el Presupuesto Nacional diseñado por los técnicos del gobierno no refleja un compromiso serio y profundo con la educación dominicana.

Mas o menos la misma queja ha sido externada por otros sectores y desde distintos ámbitos, entre ellos la propia secretaria de Educación, doña Alejandrina Germán, en el entendido de que sin educación no hay forma de salir del atraso y el subdesarrollo, como se le ha escuchado decir tantas veces al presidente Leonel Fernández.

Y es ahí donde radica, precisamente, una de las grandes contradicciones de la presente administración que a tanta gente le cuesta entender.

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