Violencia, crueldad y malignidades armamentistas

Violencia, crueldad y malignidades armamentistas

   Lo primero es colocarse en claro terreno mental. Aceptar que violencia ha habido siempre. Cuando primero leí las Odas de Horacio, me impactó diversamente al frescor remoto de las otras poesías suyas, la Oda en que el poeta se pregunta “Quién fue el horrendo ser que primero inventó la espada” (Quis fuit horrendus primus…). Pero no existían las espadas cuando Caín mató a su hermano Abel, según refiere el libro  del Génesis justo en sus páginas iniciales.

   No. La culpa no es de la existencia de la espada, es de lo que el famoso poeta medieval francés François Villon escribía en su Balada de Buenos  Consejos (Ballade  I de bon conseil) inspirada mayormente en la epístola de San Pablo a los romanos: “Hombres de alma enferma, carentes de razón,  pervertidos, fuera de conciencia (…) sometidos ustedes a la odiante muerte ¿no les remuerde  el horror de su conducta?”  

   A lo que le temo es a la habituación del horror, del odio, la perversión, la falta de conciencia. La crueldad que se expande junto a la indiferencia. Los asesinatos producidos por nimiedades que abarcan hasta relaciones hijos-padres, parientes cercanos y parejas que alguna vez se amaron o mantuvieron una amistad, a lo cual  se añade la facilidad con que se obtienen armas a través de la frontera o de la cercanía de Haití, con la complicidad de militares y otras autoridades. Me refieren viejos y ya retirados miembros del ejército, que en su tiempo, trasladar a alguien a la frontera era un castigo y  desde hace algún tiempo es un premio por los formidables negocios  de contrabando que se realizan normalmente, especialmente de pistolas de gran renombre y poderío, verdaderas armas de guerra, superiores a las que están en poder de las Fuerzas Armadas del país.

    Ya me había preguntado una visitante europea, sorprendida por el armamentismo, si es que aquí había guerrillas o peligro de invasión desde Haití, Cuba, Estados Unidos u otro país. ¿Por qué tal exhibición de armas?

   Las armas invitan a su uso. Constituyen un peligro aunque su portador sea una persona pacífica y controlada. Mi propio padre, que guardaba como reliquia un ya añoso y oxidado revólver que le había regalado su gran amigo y protector Lic. Jacinto de Castro. En cierta ocasión, furioso ante el abuso tramposo de un negociante del cual fue fiel cliente por largos años, exclamó, “Tráiganme el revólver” y trepidando de ira, abordó el automóvil de alquiler que usualmente utilizaba y afortunadamente, en su nerviosismo, cerró violentamente la puerta del vehículo sobre su mano derecha.

   “La voz de Dios -dijo mientras soportaba un gran dolor- me ha salvado de cometer un crimen. Yo hubiera matado a ese malvado”.

   Las armas tienen vida y personalidad.

  No sé cómo sea posible, pero es necesario desarmar la población civil, y controlar celosamente –como en tiempos del Trujillo monstruoso- los proyectiles que se asignan a militares y policías, obligándolos a rendir cuentas de las balas asignadas para  el cumplimiento de sus funciones. Buenas o malas.

   ¿Intercambio de disparos? Nadie cree en eso. Cree en negocios sucios.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas