La violencia hacia la mujer es un problema social que tiende a tener una lectura parcial y muchas veces desconectada de raíces culturales que le dan soporte y la refuerzan. Son muchos los factores y los escenarios desde donde se construye y se legitima culturalmente la violencia de género.
El aula que debe ser un espacio de ruptura con los cimientos de la violencia de género y con las desigualdades existentes no cumple ese rol, por el contrario, la refuerza.
La ausencia de un abordaje de las relaciones de género en las escuelas por la poca importancia dada a la problemática provoca un clima interno sostenido en la desigualdad de género y la violencia que se oculta e invisibiliza continuamente.
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Varias son las manifestaciones de esta desigualdad de género que se convierte en violencia psicológica, verbal y muchas veces física en las escuelas, entre las que encontramos:
• Uso de violencia verbal y psicológica de forma discriminatoria hacia las niñas con relación a su vestimenta y control de su cuerpo.
• Normalización del uso de violencia en los niños desde los juegos e interacción.
• Represión de las manifestaciones artístico-culturales en niños
• Ausencia de orientaciones desde una educación afectivo-sexual que favorezca la prevención del abuso sexual y la violencia.
• Prohibiciones de juegos entre niños y niñas justificadas en la legitimación de la violencia masculina y la sumisión femenina.
• Prácticas discriminatorias y uso de bullying hacia el estudiantado con orientaciones sexuales diversas (LGTBIQ)
• Uso continuo de expresiones que culpabilizan a las niñas y adolescentes de ser “provocadoras” reforzando la victimización ante la violencia.
La violencia de género está sostenida en pautas culturales que se reproducen en la cotidianidad y fomentan en la niña su “aguante” y “miedo” desde “no buscar” la violencia. No se establecen pautas culturales que eduquen el control y el autocontrol en los niños con juegos compartidos desde espacios de creatividad y sin violencia.
La escuela debe fomentar la igualdad en las relaciones de género entre niños y niñas y romper con las raíces de la violencia de género presentes en nuestra cultura social y cotidiana.
La desaparición de la política de género del sistema educativo y la negación del abordaje de las relaciones y violencia de género en el mismo lejos de favorecer a la equidad refuerza las prácticas autoritarias y negadoras de derechos existentes en las aulas y centros educativo.
El incremento de los feminicidios, violaciones sexuales de niñas y adolescentes y de todas las manifestaciones de violencia de género en nuestra cotidianidad debiera ser una alerta para cambiar las lógicas reproductoras del patriarcado que abrigan al sistema educativo.