RÍO DE JANEIRO. A pesar de las fuertes leyes que protegen a las mujeres en Brasil, la violencia doméstica es rampante en la nación más grande de América Latina y parece estar empeorando.
El año pasado, más de 4.500 mujeres fueron asesinadas en Brasil, según un organismo especializado. Los factores van desde el machismo arraigado hasta recortes presupuestarios que han limitado la ayuda disponible para las mujeres que han sufrido abusos.
Rogeria Cardeal pasó la mayor parte del día en una húmeda sala de espera en la oficina de la defensoría pública. Ella quería reportar que una expareja, quien la había golpeado durante años, había violado una orden de alejamiento al acercarse a ella y a sus hijos en la iglesia.
La respuesta la oficina de la defensoría pública fue desalentadora. “No es como si hubiera hecho algo en un espacio público”, le dijo un administrador de casos a Cardeal cuando finalmente la llamaron. “Apenas llamaría a eso terror psicológico”, dijo otro.
La reunión se convirtió en una pelea a gritos y uno de los encargados expulsó a Cardeal de la oficina. “El miedo a la muerte es lo único que me hizo seguir adelante cuando empecé a buscar órdenes de alejamiento”, dijo Cardeal, de 39 años y madre de tres hijos.
En el papel, Brasil tiene una legislación progresiva para proteger a las mujeres de la violencia doméstica. La Ley Maria da Penha de 2006, que lleva el nombre de una mujer que quedó parapléjica cuando su marido trató de asesinarla, ha sido aclamada internacionalmente por organismos como Naciones Unidas. La ley aumentó las penas para los abusadores domésticos y creó refugios para las víctimas. Una ley contra los feminicidios aprobada hace tres años aumentó las sentencias cuando se identifica el género como la causa del asesinato.
Sin embargo, la violencia contra las mujeres es generalizada y puede estar empeorando.
El año pasado, un récord de 4.539 mujeres fueron asesinadas en Brasil, según el Foro Brasileño para la Seguridad Pública, una organización sin fines de lucro. Más de 1.100 fueron registrados como feminicidios bajo la nueva ley, casi duplicando el número del año anterior.
La organización brasileña sin fines de lucro Mapa da Violencia, utilizando datos de la Organización Mundial de la Salud, informó en 2015 que Brasil tenía la quinta tasa de homicidio más alta entre las mujeres de los 83 países investigados, y en los medios de comunicación aparecen casos alarmantes repetidamente.
La semana pasada, una cámara de vigilancia capturó la imagen de Elaine Figueiredo, de 61 años de edad, siendo baleada por su exesposo frente a su casa.
En julio, las cámaras de seguridad mostraron al esposo de Tatiane Spitzner, una abogada de 29 años, atacándola en un ascensor momentos antes de que ella muriera.
En mayo, Jessyka da Silva Souza, de 25 años, fue asesinada a tiros frente a su familia por su antiguo compañero, un policía.
Los expertos que trabajan con sobrevivientes de la violencia doméstica dicen que muchos casos no son reportados, en parte porque el gobierno de Brasil, golpeado por la crisis, ha reducido los fondos para muchos programas, las mujeres pobres y negras no tienen el mismo acceso a servicios de salud o legales y el machismo arraigado significa que las mujeres a menudo se culpan a sí mismas.
Jair Bolsonaro, un candidato de extrema derecha que encabeza las encuestas antes de las elecciones presidenciales de octubre, ha insultado repetidamente a las mujeres, diciéndole una vez a una colega del Congreso que era tan fea que “no merecía” ser violada.
Hasta 2009, el código penal descalificaba a algunas víctimas de violencia sexual si no eran “mujeres honestas”. Ya en la década de 1990, los tribunales podían justificar los ataques contra una mujer si supuestamente ella había hecho algo para deshonrar a un hombre, por ejemplo, como al tener un amorío.
“Ahora nuestra legislación es ejemplar, pero los cambios son muy recientes”, dijo Jacqueline Pitanguy, una socióloga que dirige la organización de derechos humanos Cepia en Río de Janeiro. “Aún persiste la cultura patriarcal”.
La violencia afecta desproporcionadamente a las mujeres negras. En 2016, los índices de homicidio eran 71% más altos para las mujeres negras que para las de otras razas, una discrepancia que ha ido aumentando a lo largo de los años, según el Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasilia.
Cardeal, que es negra, decidió informar a las autoridades los años de agresiones y amenazas de muerte después de que su expareja la golpeó mientras ella sostenía a su hija pequeña. Desde 2013 ha pedido y recibido varias órdenes de alejamiento de una unidad del sistema judicial dedicada a los delitos relacionados con la violencia.
Sin embargo, tales órdenes tienen una duración de solo tres meses. Cada vez que solicita una renovación, la actriz y productora teatral debe perder un día de trabajo, esperando durante horas en una habitación estrecha de la defensoría pública. Multitudes de personas se dan codazos en las filas mientras los niños pequeños y los ancianos ocupan los asientos.
Cuando Cardeal acudió a reportar a su expareja por haber violado la orden de restricción, ella debió esperar más de cuatro horas para entregar los papeles y luego proceder a la unidad de violencia doméstica. Después del altercado con los administradores del caso, se reunió con el defensor público, quien le dijo que tenía un caso, pero que un juez tendría que evaluarlo, un proceso que podría llevar meses.
Una rama del Centro Especializado de Servicios para la Mujer del gobierno ha ayudado a Cardeal a avanzar por el sistema judicial bizantino. La oficina de Río ofrece orientación psicológica y jurídica a unas 200 mujeres al mes. Cuando los trabajadores sociales temen que una víctima pueda estar en riesgo de muerte, la trasladan a un refugio secreto.
“Vienen a nosotros para sobrevivir, para mantener su dignidad como mujeres”, dijo Rosangela Pereira, directora de la oficina. El único otro centro de abuso doméstico administrado por el gobierno de la ciudad cerró debido a los recortes presupuestarios, lo que obligó a algunas mujeres a viajar largas distancias en busca de ayuda.
A pesar de años de dificultades, Cardeal ha podido seguir adelante. Empezó un proyecto de moda y arte para ayudar a los jóvenes con autoestima. Ahora tiene una relación sana con su pareja y tiene un papel principal en una obra de teatro sobre la violencia doméstica: “Inimigos Ocultos” (Enemigos ocultos).
La obra invita al público a caminar por una casa donde el elenco interpreta relaciones abusivas.
En el patio, Cardeal interpreta a una mujer hablando sola sobre si debe casarse con su atacante. En el dormitorio, un hombre manipula a su pareja para que acepte que él la engaña. En una cama, un marido viola a su mujer dopada con medicación.
Cardeal dijo que al ver las escenas, los espectadores pueden llegar a entender y reconocer la violencia doméstica en sus propias vidas.
“Me llevó toda mi vida entender eso”, dijo Cardeal. “Cuando me di cuenta de que no era mi culpa, todo cambió“.