Violencia en Haití

Violencia en Haití

La sangrienta toma de Gonaives por parte de civiles armados pone de manifiesto el carácter que ha tomado la lucha política en esa empobrecida nación, con la cual compartimos la isla Hispaniola.

Gonaives, en la costa noroccidental, aparte de ser la tercera ciudad en importancia, constituye el símbolo del poder político en Haití. Fue allí donde, el día primero de enero de 1804, fue firmada la proclamación de la independencia haitiana y donde, en 1984, comenzó la resistencia que derrocó a Jean Claude Duvalier, heredero del tirano Francois Duvalier. En esta oportunidad, en esa misma ciudad se levanta la resistencia contra el cuestionado gobierno de Jean Bertrand Aristide. Las fotos difundidas vía internet sobre los acontecimientos en Gonaives muestran actos de un salvajismo extremo.

Para las fuerzas sociales haitianas, sobre todo las organizaciones políticas, todo cuanto ocurra en Gonaives tiene una simbología especial y una connotación política de gran relevancia.

Lo preocupante es que en Haití las luchas políticas tienen siempre un carácter cavernario, violento y sanguinario y que la población, empobrecida hasta los extremos más lamentables, siempre lleva las de perder. Esas circunstancias hacen crecer el número de personas que miran hacia el Este de la frontera como tabla de salvación, trasvasando hacia la República Dominicana gran parte de la pobreza y las calamidades del pueblo haitiano.

Como vecinos de Haití tenemos que tomar muy en cuenta que a los haitianos, cuando no los acosa hacia este lado el agravamiento de las tensiones políticas, los impulsa la permanente pobreza, que a diferencia de la política, no tiene épocas de receso, ni da tregua.

Hay un número no preciso de pérdidas de vidas humanas y sea que domine la resistencia o que venza el Gobierno, ese número jamás será estático porque la lucha política ha ido ahondando enemistades y se torna cada vez más violenta.

Todo parece indicar que la Organización de Estados Americanos (OEA) y los países que dicen ser amigos de Haití tienen en estos momentos un papel que jugar como mediadores -no como interventores- para ayudar a los haitianos a buscar vías de entendimiento que permitan deponer la creciente violencia política y dar lugar a fórmulas democráticas que faciliten la autodeterminación.

[b]-II-[/b]

La solidaridad internacional se ha ocupado poco del pueblo haitiano, a pesar de que es el enclave más pobre de América.

Poco se ha hecho para ayudar a este país a encontrar una definición cultural que le acerque más a los pueblos del entorno más cercano, para que pueda aligerar las barreras idiomáticas y culturales que obstaculizan su desarrollo.

El régimen de Aristide, en vez de ayudar a desmontar esas barreras, las ha profundizado. Por ejemplo, ha convertido el creole en lengua oficial y el vudú en religión de igual naturaleza. Posiblemente sea un acto de soberanía que debe ser respetado, pero que probablemente agradeerá muy poco el pueblo haitiano, si es que llega a agradecerlo.

Es cierto que ha sido difícil para los países desarrollados canalizar ayuda material hacia Haití y evitar que se quede en unas pocas manos, pero es criticable que no se hayan buscado fórmulas para hacer que esa ayuda llegue cada vez a más personas.

Probablemente el deterioro de la poca paz que había en Haití ha sido una resultante de tanta indiferencia de un grupo de «amigos» de ese país que, según parece, entienden que la República Dominicana es la solución del problema haitiano, absorbiendo a sus migrantes para que trabajen en plantaciones agrícolas y en la construcción. Actualmente, los inmigrantes haitianos -legales e ilegales- agotan una proporción importante de los servicios sociales destinados a los dominicanos, particularmente en materia de salud, pero esto mantiene lejos de Estados Unidos, Canadá o Francia a toda esta gente que prefiere cruzar la frontera antes que aventurarse en frágiles embarcaciones con escasísimas posibilidades de llegar a destino.

Entendemos que el pueblo haitiano merece que se le ayude a encontrar el camino hacia la institucionalidad, la paz y el progreso económico y social, pero antes que todo la ayuda internacional debe estar dirigida, de manera urgente, a evitar que toda esta lucha política que tiene una de sus más crudas expresiones en la toma de Gonaives, continúe perfilándose como un posible gran baño de sangre.

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