Violencia que nos amenaza

Violencia que nos amenaza

Ojo por ojo, así ordenaba la ley del talión según narra el viejo testamento. Golpe por golpe, repiten otros hoy día, garantizando de esa manera la perpetuidad en el redoble de los tambores de guerra.

La gente se arma, supuestamente para defenderse,  iniciando una prolongada cadena armamentista que solamente beneficia a unos cuantos pero que deja al resto sin los recursos financieros adecuados para invertir en salud, educación y la generación de alimentos. Nuestra población joven crece y se cuentan por cientos de miles los que ya viven atrapados entre los tentáculos de las drogas.

No son halagadoras las señales que a diario recibimos, por el contrario, se tornan alarmantes. Ver que siete sujetos aparecen tirados muertos a balazos del modo frío muy propio de la mafia es algo escalofriante. Eso de que maten un profesor en el municipio de Imbert para despojarlo de una pistola, o le quiten la vida a una adolescente para robarle un teléfono celular es altamente preocupante.  La génesis de la violencia social es multifactorial y como tal es que debe enfocarse y manejarse.

Es como un frondoso y gigantesco árbol que en un relativo breve tiempo ha crecido fuera de lo imaginable. Son tantas las raíces que tiene el tronco que se nos hace difícil establecer cuál es la principal. Sin embargo, debemos cavar hasta el fondo para arrancar este mal, removiendo toda su base de sustentación.

Es una tarea larga y difícil, pero no imposible, la cual requiere de una firme determinación y de una alta dosis de permanente constancia. Es un cáncer que ha hecho metástasis por todo el cuerpo de la nación y que es transmitido por un virus que tiene su origen fuera de nuestros linderos insulares.

 Tal es la magnitud del complejo problema que debería contemplarse la realización de un taller nacional acerca de la violencia en la República Dominicana. Allí verterían sus insumos cada uno de los grupos humanos organizados con que cuenta el país.

Eso no solo aportaría datos actualizados acerca de este peligroso fenómeno social sino que también serviría para darle un valor real  a cada uno de los distintos factores que inciden en los hechos de sangre que a diario acontecen. 

Se trata de un mal que nos perjudica a todos y que por tanto a todos corresponde ayudar en la  labor de tala de esa abominable mata que ya se hizo árbol.

Ese árbol maldito del edén  extendió sus raíces por el piso de nuestra casa y ahora con sus hojas ensombrece y limita la claridad solar que antes podíamos disfrutar en paz desde el interior hogareño.

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