Violencia sicaria

Violencia sicaria

Los últimos hechos de violencia criminal demandan plantearnos si existe una delincuencia sicaria, como una forma importada de la llamada criminalidad organizada o del narcotráfico. Porque el sicariato es una cultura de violencia, donde el principal recurso es la muerte, que se lleva a cabo por el dinero que está dispuesto a pagar una persona, cuyas motivaciones personales le obligan a buscar a los delincuentes más intrépidos, o los que estén dispuestos a realizar labores de muerte, en más de una modalidad.

La cultura de una violencia supone una herencia social. En una topografía del crimen se impone la pregunta de dónde proviene el sicario en nuestro particular contexto geográfico. Resulta que no lo sabemos aún, y apostamos a que se trata de una delincuencia importada. Entonces ya no puede ser una cultura de muerte, sino meros hechos violentos que derivan del terrible auge del narcotráfico en el país, fenómeno que nos encuentra inermes, sin informaciones que puedan servir de estudio para comprender su interior realidad. No ha faltado quien ha creído que esta violencia sicaria guarda relación con el raudo éxodo de repatriados de cárceles estadounidenses en los últimos años. En el plano local preocupa la delincuencia motorizada, que escenifica asaltos y atracos.

La violencia sicaria es una filosofía. Países como Colombia, Venezuela o México, donde al parecer existe más claro y evidente que nosotros esta expresión del crimen motorizado, tienen raíces diversas. Una de ellas, el contrabando, lo cual atestigua de una asesino salido del medio rural que emigra a la ciudad, ha entronizado una cultura de pistoleros y machos que guardan espaldas, cobran deudas y realizan justicia privada para personas particulares. Así se formaron historias de hombres de destino violento que matan con excelentes resultados, sujetos con afán de lucro o de éxito. Si realmente existiera una cultura de sicarios, la literatura hubiese recogido la vida de estos hombres infames, con sus pistolas locas y famas de machos.

Los sicarios matan gente, ayudan a matar gente, señalan gente para matar, hacen huir gente de los pueblos, y actúan en nombre de la violencia; obedecen a personas privadas y casi nunca a partidos políticos: es un asunto de dinero.

El sicario es la parte visible de la maquinaria de muerte. A veces él mismo es ejecutado por las mismas personas que le contrataron para matar a alguien, son los llamados facilitadores o intermediarios.

Se ha discutido sobre el origen social de los sicarios, creyéndose que provienen de extractos populares, como la peonada de los medios rurales o los desertores de escuela y de familias que presionan a sus hijos a huir de la casa. Pero la verdad es que se pueden encontrar casos de hijos de familias de clase media que se desvían al mundo del hampa. Hoy día, muchas riquezas familiares son ilegales y de individuos sin educación moral.

La violencia sicaria es una cultura de muerte. En tales casos debe de haber quejas de blancos móviles, de escuelas de entrenamientos para sicarios, o de enfrentamientos entre Jefes de bandas que se disputan espacios como escuadrones de muertes.

Mientras esto no ocurra es sólo una expresión de la violencia urbana, que se ha disparado por el auge ascendente de la violencia en los barrios, del abandono de la gente joven afectada por el microtráfico de las drogas.

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