Violencia, tolerancia y peligros para la democracia

Violencia, tolerancia y peligros para la democracia

Es que nos arropa la violencia. La ira febril nos quema. La impunidad apática nos desconcierta. ¿Cómo es posible que durante el mandato presidencial de un hombre de las cualidades que, desde hace muchos años, había exhibido el doctor Leonel Fernández Reyna, se haya incrementado la corrupción, la injusticia y los asesinatos?

   El nombre del general Ludovino Fernández es recordado con aversión y repugnancia en su función de jefe policial durante el extenso período dictatorial de Trujillo, pero él no ordenaba o permitía asesinatos a granel, como vemos ahora. Ciertamente entonces la población era muchísimo menor, pero ahora, como entonces, la policía sabe quiénes son delincuentes, dónde viven, adónde van, con quienes se reúnen y su especialidad delictiva. Una vez atrapados, los rateros, asaltantes o maleantes de cualquier tipo, recibían una tanda de palos la primera y segunda vez que eran atrapados. Se les advertía que no existía una tercera oportunidad. Si reincidían , los mataban.

   Eran reglas claras. Injustas e inhumanas por su irrespeto a la vida, pero reglas establecidas, conocidas y cumplidas.

   Hoy no parecen existir reglas. Lo de la Policía Científica luce como un mal chiste. El lema policial de “Ley y Orden”, también. Lo que muchos pensamos es que el incremento del crimen dentro de la Policía, se debe a un caos de autoridad que día a día es mayor, y que, lamentablemente, empieza en la Presidencia de la República, ya que el Jefe del Estado es el Comandante Supremo de las Fuerzas  Armadas y la Policía Nacional.  

   ¡Qué amarga responsabilidad! Pero quien se encarama en la famosa “silla de alfileres” como llamaba Balaguer al solio presidencial, debe comprender y aceptar que todos esos honores, reverencias, adulaciones y zalemas, tienen un precio muy alto en deberes a cumplir. Y me temo que Fernández los está evadiendo, haciéndole pases de torero…dándole “tiempo al tiempo”, cuando en verdad no lo hay.

   Sería terrible que la “blandenguería” presidencial, como ha sido y es llamada por múltiples y desconectados sectores nacionales, abra el camino para una nueva dictadura, entendiéndose que el país sólo funciona bien bajo un régimen de orden dictatorial.

   ¿Nos estamos jugando la democracia? ¿Nos jugamos los sueños de justicia social o, por lo menos las de unas claras “reglas de juego” donde se establece abiertamente lo que se permite y lo que se prohíbe?

   La ausencia de disciplina, de algún criterio ordenador, se manifiesta en todos los niveles. Recordemos que lo grande está compuesto por lo pequeño y que si los motociclistas –originalmente los encargados de “delivery”- y por contagio, prácticamente todos los demás mensajeros, irrespetan olímpicamente los semáforos, impulsan a los conductores de otros vehículos a hacer lo mismo.

Y lo hacen.    ¿Y la autoridad, los AMET? O no están atentos a  lo  que sucede o no les importa. Esto es un simple ejemplo  del reinado del desorden, que es monumental.

  Así no podemos continuar.

   Señor Presidente: Lo que está en juego es grande y trascendental.

   Está en juego la factibilidad nacional de la democracia.

   Así de grave es el asunto.

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