Violencia transparentada en  el siglo XXI

Violencia transparentada en  el siglo XXI

El nuevo siglo ha traído muchos cambios a la humanidad, desde las innovaciones tecnológicas hasta los de la conducta social, dislocando por completo las relaciones de las comunidades, llenando de angustias a la raza humana que de repente está desprotegida y sometida a las veleidades de quienes tienen por recurso la violencia para alcanzar sus objetivos.

La violencia se ha incubado por siempre en todos los conglomerados humanos. Los hechos sangrientos, que salpican las páginas de la historia de cada nación, vienen determinados por el poder que alcanza la agresión a los demás, que no solo son los hechos de sangre sino los que arrebatan el patrimonio de las mayorías para su provecho.

Los grandes hechos de la humanidad, para su engrandecimiento y superación, que fueron hitos muy importantes al momento de su ocurrencia, desde el desarrollo de las artes hasta las superaciones tecnológicas, cada día más sorprendentes, pierden el brillo frente a la maldad de los seres humanos que buscan a toda costa más riquezas, supremacías religiosas o políticas.

De esa manera, la evolución de la conducta humana, al finalizar la II Guerra Mundial, se encarriló por un sendero muy distinto a lo tradicional de los valores familiares, honestidad y éticos de gran moralidad y de respeto al derecho ajeno como decía Benito Juárez para garantizar la paz.

Sin las barreras que era el núcleo familiar, diluido por las exigencias del mercado laboral de demandantes calificaciones y buenas recompensas pecuniarias, los seres humanos han perdido los temores del castigo divino o del legal por aquello de la corrupción. Ahora se adaptan a las exigencias que imponen los antisociales, con su elevado grado de violencia para el disfrute de la vida, tal como ocurren en los estratos sociales más elevados de la sociedad.

Esos estratos sociales ya no disimulan sus bonanzas económicas, desde los empresarios hasta los funcionarios gubernamentales, alimentan con su derroche de dinero y exhibición de poder, a los restaurants y resorts más caros del país y del mundo, vehículos súper costosos, que la mayoría conoce solo por reportajes televisivos o crónicas rosa, bien salpicadas en revistas y encartes de los diarios, destinadas a estimular la competencia de quienes tienen más poder y de cómo son los cómplices de la violencia.

La violencia se ha transparentado en el siglo XXI. Los hechos sangrientos que acompañaron la destrucción en New York de las Torres Gemelas en el 2001, la irracionalidad de la invasión de Irak y los hechos de Afganistán han contribuido a que en el mundo se recurra, en sus sectores sociales más golpeados, a fomentar la violencia de manera que ya nadie se espanta cuando en México o El Salvador o en Santo Domingo, diariamente son asesinados jóvenes, empresarios y militares por ajustes de cuenta. En la violencia de Colombia, un grupo de marxistas despistados mantiene la zozobra en un gran país, por una causa sin el apoyo popular. En Dominicana las comunidades se convulsionan, y las calles se tornan desiertas, cuando los asaltos y las matanzas de los sicarios ocurren en cualquier momento, acabando vidas útiles debido a la acción de un enjambre de seres humanos dispuestos a lograr lo que se les niega en el disfrute del pastel de la bonanza económica.

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