Violencia y delincuencia

Violencia y delincuencia

DANILO CRUZ PICHARDO
En los últimos días múltiples voces se han levantado en los medios de comunicación social expresando su preocupación por el crecimiento de la violencia y la delincuencia en la sociedad dominicana. Y no es para menos. Porque todo parece indicar que en la República Dominicana hay cientos de bandas delincuenciales bien organizadas y cuyos miembros salen a diario a las calles a cometer los más diversos actos delictivos en contra de una ciudadanía que luce indefensa.

Asesinatos, atentados criminales, secuestros, violaciones sexuales, atracos, asaltos y amenazas de muerte en contra de personalidades públicas tenían que producirse para que se dé la voz de alarma, porque mientras los delitos no traspasaban la frontera de actos de ratería en contra de personas humildes de la población las autoridades no prestaban mayor atención.

Ahora ha llegado el momento en que no hay seguridad ciudadana para ninguna persona, independientemente de sexo, edad, ideología política o religiosa y nivel social y económico. A ese extremo ha llegado la problemática.

Es un momento de reflexión detenida, pero sin cruzarnos de brazos. Sería recomendable la celebración de una serie de seminarios o talleres, en un salón con capacidad para cientos de personas, con la finalidad de analizar las posibles causas de esta ola de violencia y delincuencia que afecta al país y establecer las posibles medidas, de prevención y persecución, para enfrentar la problemática.

Adelanto mi duda de que sectores políticos estén detrás de estos hechos delictivos, porque realmente no veo el beneficio a obtener ni son actividades propias de una clase política con grandes defectos, pero carente de vocación cavernaria. Las diferencias ideológicas no pueden conducirnos a la pasión. Y en el hipotético caso de que haya autoría intelectual detrás de esta situación, habría que buscarla en oficiales policiales y militares activos o retirados.

Mientras tanto hay que aprobar la depuración que viene haciendo en sus filas la Policía Nacional. Un poco tardía, pero tenía que venir para limpiar un poco la imagen y recobrar cierto crédito en la ciudadanía, después de comprobarse que de cada diez casos delincuenciales en por lo menos seis participaban miembros del denominado cuerpo del orden, lo que lleva a la penosa conclusión de la estrecha relación entre la delincuencia y la uniformada.

Estoy entre los que aprueban que las calles de las ciudades sean militarizadas durante varias semanas, porque esa sería una medicina inmediata, la cual de ninguna manera cura el mal, que es de fondo y podría conllevar muchas medidas preventivas y a largo plazo. Pero mientras «el hacha va y viene» hay que implementar operativos persecutorios que reduzcan momentáneamente el auge de violencia y delincuencia que azota al país.

En la República Dominicana hay una gran descomposición social y moral, producto del fenómeno de la transculturación. Desde Estados Unidos penetran al país los valores socioculturales más nocivos, por múltiples vías, y ponderar y enfrentar este aspecto constituye irse a la raíz del problema.

Que no vengan hablando de pobreza social como causante principal de la delincuencia, porque ¿Cuándo este país no ha sido pobre y 20 años atrás, posiblemente menos, no contábamos con esos niveles delincuenciales? La pobreza social, en los barrios, sólo ha servido como «caldo de cultivo».

Abordar la problemática sin tocar la transculturación y los cientos (quizás miles) de dominicanos deportados desde Estados Unidos, graduados con honores en la práctica de toda clase de fechorías, es perder el tiempo. Se pierde tiempo, sobre todo, si la delincuencia no se relaciona con el tráfico y consumo de drogas narcóticas.

Y es por este último aspecto que debía de iniciarse el combate a la violencia y a la delincuencia, independientemente de los altares que puedan caer, porque contrariamente nos estaríamos yendo por simples ramitas y así no se resuelve el flagelo.

Con mucha propiedad se ha dicho que nos estamos convirtiendo en otra Colombia, en término de inseguridad y criminalidad. Para evitar esa colombianización el momento demanda del concurso y la participación de los dominicanos más sensatos, abocándonos prontamente, porque no se puede perder tiempo, en la realización de seminarios talleres, donde participen las universidades (con sus psicólogos y sociólogos), los empresarios, los partidos políticos, las iglesias, representantes de los derechos humanos, la Policía Nacional, militares, organizaciones populares y comunitarias, etc., con el objetivo de estudiar detenidamente el problema, que es un problema mayor.

Aunque la violencia y la delincuencia han venido ocasionando serios daños a la sociedad dominicana, todavía se puede recobrar el terreno perdido. Y la República Dominicana volvería a ser el paraíso que disfrutábamos años atrás, en donde la seguridad ciudadana ascendía casi al cien por ciento. Hay, sin embargo, que tomar las medidas que demandan las circunstancias y es una tarea que nos concierne a todos, empezando, naturalmente, por las autoridades gubernamentales.

Es un problema en el que está en juego la propia economía dominicana, la cual, en los últimos tiempos, ha dependido mucho del turismo. De seguir la falta de seguridad ciudadana es muy lógico que los turistas extranjeros se dirijan a otros destinos. El problema es más grave de lo que muchos se imaginan.

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