Violencia y miseria minan calles de Haití

Violencia y miseria minan calles de Haití

PUERTO PRÍNCIPE (EFE).- La violencia y la miseria persisten en Haití sin que la convocatoria de elecciones ni la ayuda internacional hayan aliviado la crisis crónica, un año después del desalojo del poder y del país del presidente Jean-Bertrand Aristide.

Miles de soldados de Naciones Unidas no han conseguido aplacar los violentos ánimos que desde la caída de Aristide se han cobrado cientos de vidas, aunque sin su presencia el resultado podría haber sido mucho peor.

La política y la indigencia en este país, el más pobre de América y uno de los más subdesarrollados del mundo, han continuado envenenándose durante los 12 últimos meses, con ayuda además de la furia de la naturaleza que, en forma de tormentas tropicales, ha dejado varios miles de muertos.

Un cuerpo tirado en la calle, sin vida y ensangrentado, se ha convertido en elemento cotidiano del paisaje urbano haitiano y los secuestros ya no son noticia: se ejecutan y se resuelven o no, sin que trascienda, todo ello bajo el sonido intermitente de los tiroteos que resuenan en cualquier momento y lugar.

Jean-Bertrand Aristide, el primer gobernante haitiano elegido democráticamente, en 1991, derrocado inmediatamente por los militares y aupado al poder tres años más tarde con la bendición de la comunidad internacional, fue obligado a abandonar la presidencia de la República y el país, al borde de una guerra civil, el 29 de febrero del pasado año.

Tras unos meses de polémica estancia en Jamaica, y auspiciado en todo momento por los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM), Aristide, que culpa de su destino a Estados Unidos, fijó finalmente su exilio en Sudáfrica. Sus seguidores, del partido Familia Lavalas (avalancha, en criollo), y especialmente los más furibundos, conocidos como «chimeres» (fantasmas, en criollo), han seguido controlando, bien provistos de armas, las zonas mas populosas de Puerto Príncipe, como los barrios de Bel-Air y Citi Soleil.

El pasado septiembre los «chimeres» anunciaron el inicio de una violenta campaña contra el Gobierno, que bautizaron como «operación Bagdad», que ha tenido los colegios de Puerto Príncipe como uno de sus preferidos objetivos de ataque y que ha dejado más de cien muertos.

Los «chimeres» protagonizaron además hace unos meses un violento tiroteo a las puertas del Palacio Presidencial en plena entrevista del entonces secretario de Estado, Colin Powell, con el presidente interino de Haití, Boniface Alexandre, y el primer ministro, Gérard Latortue.

A los embates de los «chimeres» hay que sumar los constantes levantamientos de los que fueran miembros del Ejercito Nacional haitiano, disuelto por Aristide en 1995.

En demanda de sus salarios y del reconocimiento de pensiones, los ex militares rebeldes, aun armados, se han hecho con el control temporal de varias ciudades, han tomado edificios y se enfrentan a tiros unas veces contra la policía y otras contra los «chimeres».

Los delincuentes de toda índole, y simplemente los más desesperados, también contribuyen a esta violencia cotidiana, vigilada por los soldados y policías de la ONU desde el interior de sus tanques.

Esta presencia constante de las fuerzas de la ONU ha permitido que se mantenga en el poder el gobierno provisional instaurado tras la caída de Aristide.

Fue en ese momento cuando se estableció en este país una fuerza multinacional de emergencia que dio paso finalmente a la creación de la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), compuesta por unos 3.000 efectivos militares y policiales de 23 países, la mayoría iberoamericanos y comandada por Brasil.

El bajo perfil estadounidense en esa Misión no le resta protagonismo de hecho a Washington, o al menos así lo piensa el secretario general del CARICOM, Edwin Carrington, quien recientemente declaró que ese grupo regional «no tiene nada que hacer con el gobierno respaldado por EEUU del primer ministro Gerard Latortue».

El gobierno provisional del primer ministro Latortue, bajo la presidencia interina de Alexandre, ya ha cumplido la primera parte de su cometido al convocar elecciones municipales, legislativas y presidenciales para los próximos 9 de octubre, 13 de noviembre y 18 de diciembre, respectivamente.

La otra parte complicada será llegar a esas fechas al frente del Gobierno y que las elecciones se celebren dentro de la normalidad posible en Haití, la primera república «negra» de la historia, o «El Reino de este Mundo», como lo llamó el escritor cubano Alejo Carpentier en el título de una de sus novelas.

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