Virgilio Díaz Grullón (2 de 2)

Virgilio Díaz Grullón (2 de 2)

DIÓGENES VALDEZ
Virgilio Díaz Grullón es el escritor dominicano que saca de la ruralidad el cuento, y lo lleva a la ciudad. Además de la indiscutible calidad de su narrativa, su gran mérito ha sido recoger la angustia del hombre citadino y convertirla en material artístico. Su obra tiene todas las condiciones que exige la modernidad y como es de prever, el final abierto está presente en muchos de sus trabajos.

Don Virgilio conoció en vida la importancia de su creación literaria, puesto que fueron muchos los honores y reconocimientos que se le hicieron. Pero si hay una persona que siempre se sintió muy cerca de él y reconoce la grandeza de su producción, es quien escribe estas escuetas líneas. Se me antoja pensar en estos instantes, que la mejor obra que él nos pudo regalar, fue su propia vida. Porque don Virgilio fue un hombre, medularmente bueno.

Pero este ser humano de excepción, no sólo fue un gran escritor, sino también un gran patriota. El fue, en tiempos difíciles de la dictadura de Trujillo, junto con un grupo de estudiantes de la entonces Universidad de Santo Domingo, el fundador de la Juventud Democrática, el primer grupo de estudiantes que dentro del territorio nacional se organizaba para luchar contra la opresión y la tiranía que encabezaba Trujillo. Esta actitud lo llevaría a la cárcel y el desenlace no fue peor, por la oportuna y sagaz intervención de su padre, el también intelectual Virgilio Díaz Ordoñez.

Con don Virgilio llegué a crear un gran vínculo amistoso. Cuando él ya era famoso y yo apenas comenzaba, supo darme sabios consejos. Con el andar del tiempo nuestra identificación se hizo más solidaria, al extremo de que ambos reconocíamos, que en el terreno de la literatura, éramos los dos escritores dominicanos que más nos parecíamos, tanto en el estilo como en la temática. Nunca me he cansado de interrogarme el por qué de esta empatía y me sospecho que se debe, a que la primera obra de importancia narrativa que llegó a mis manos, se titulaba “Crónicas de Altocerro”. No siento ningún temor al admitir, que aquella obra dejó dentro de mí su germen creativo.

Por otro lado, no es mucho más lo que tengo que abundar acerca de la figura legendaria de don Virgilio Díaz Grullón. Estoy seguro de que con el pasar del tiempo, cuando su obra se difunda por todos los rincones de la patria y más allá de nuestras fronteras, su nombre alcanzará dimensiones imprevistas; entonces, todos los que le conocíamos o estuvimos a su lado, nos sentiremos orgullosos de que nuestro lar querido haya dado una figura tan excepcional en todos los sentidos.

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