Viriato Fiallo y el comunismo

Viriato Fiallo y el comunismo

FABIO RAFAEL FIALLO
La lucha en contra de la tiranía trujillista fue sustentada en gran medida, aunque no exclusivamente, por la esperanza que la ideología marxista, tan a la moda en los mediados del siglo pasado, había infundido a amplios sectores de nuestra juventud. Lo fue en 1946, cuando se desarrolló en el país un movimiento de contestación en que el entonces recién creado Partido Socialista Popular desempeñó un papel de primer plano. Lo fue de nuevo a raíz del triunfo de la Revolución Cubana, inspirando a muchos compatriotas que se incorporaron al heroico movimiento clandestino 14 de Junio.

Viriato Fiallo, mi abuelo, quien además de médico fue profesor de filosofía en la Universidad, no ignoraba la valiosa contribución de Marx a la comprensión de la historia, pero no compartía la fe en el marxismo, ni veía dicha teoría como una irrefutable verdad científica. Pensaba, sobre todo, que el marxismo portaba en germen el peligro de una deriva dictatorial. Ambas objeciones quedaron confirmadas, una por las mutaciones del capitalismo, la otra por los estragos causados en materia de derechos humanos por el socialismo real.

No por ello, sin embargo, negaba Fiallo la necesidad de asociar plenamente a la juventud marxista a la tarea de reconstrucción política y moral que el país debía realizar a la salida de la tiranía. El derecho a participar en dicha tarea, decía mi abuelo, la juventud marxista lo había ganado en las cárceles y los cementerios de la tiranía.

Esto explica por qué, al formarse la Unión Cívica Nacional en julio de 1961 con el fin de luchar contra los remanentes del trujillismo, Viriato Fiallo, presidente de la misma, abogó con éxito por que miembros del 1J4 formasen parte de la UCN a todos los niveles, con el Dr. José Fernández Caminero llegando a ser vicepresidente de ambas agrupaciones. El PSP, por su parte, como apunta Franklin Franco en su «Historia de las ideas políticas en la República Dominicana» (p. 147), llegó a ejercer una influencia decisiva en el comité del Distrito Nacional de la UCN.

Fiallo no era un anticomunista primario. Más aún, entrevistado en 1962 en el programa de televisión «Sea usted el Jurado», se declaró socialista, aunque a la manera, no de Marx o de Lenin, sino de Jesucristo, a quien calificó de «primer socialista de la historia».

Al mismo tiempo, la lucha en contra de los remanentes del trujillismo tuvo lugar a principio de los años 60, época en que reinaba una gran suspicacia por el hecho de que Fidel Castro, después de jurar repetidamente lo contrario, confesó en 1962 (el año de nuestras primeras elecciones después de la tiranía) que desde hacía mucho tiempo era comunista.

Mientras algunos luchadores democráticos defendían el giro tomado por la Revolución Cubana, otros desconfiaban de cualquier movimiento auto-proclamado revolucionario cuyos planteamientos pudiesen dejar traslucir alguna ambigüedad con relación al uso de métodos dictatoriales. Y, en verdad, ¿podría reprochárseles esa desconfianza, a ellos que habían conocido los calabozos de Trujillo y no querían ver esa Libertad por la que habían arriesgado sus vidas sucumbir de nuevo en el país?

Por supuesto, no todos aquellos que manifestaban oposición a una dictadura comunista lo hacían por tan loables inquietudes. Había también los miembros de la maquinaria trujillista, quienes, una vez salvados por el «Borrón y cuenta nueva», sentían pavor ante la eventualidad de un régimen de tipo castrista que les exigiera cuentas por su complicidad con la tiranía. Pero de la misma forma en que sería infundado poner a todos nuestros marxistas en la misma canasta, arguyendo que todos trataban de instaurar una nueva dictadura, sería injusto pretender que a todos quienes se oponían a la filosofía marxista les movía un mismo espurio designio de mantener el status quo político y social.

Con su afirmación de que «saber gobernar es mantenerse en el poder», después de haber considerado a Lenin como «el arquetipo de revolucionario que supo gobernar», y luego con su discurso de la «aplanadora» (ver nuestro artículo «Aplanadora y tiranía de la mayoría», Hoy, 7 septiembre de 2007), Bosch había dado materia de preocupación a muchos dominicanos de buena fe, que no tenían interés en defender privilegios sino proteger nuestras incipientes, y frágiles instituciones democráticas.

Contrariamente a lo que afirma sin pruebas el Sr. Matías Bosch en su artículo “La gramática parda del golpismo no ha pasado de moda” (Listín Diario, 24 agosto de 2007), Viriato Fiallo nunca acusó al gobierno del Profesor de ser un «nido de comunistas». Lo que sí hizo en repetidas ocasiones, al igual que otros luchadores antitrujillistas, fue solicitar al presidente Bosch que clarificase su posición con relación al comunismo y criticar lo que a su juicio era el peligro de infiltración comunista y de una deriva dictatorial. Y en eso, a ellos les movía el deseo, no de impedir las reformas necesarias, sino de evitar que las medidas tomadas por el Profesor fuesen un simple escaparate para proceder posteriormente a la supresión de libertades públicas. Bosch trató dichos reclamos con un olímpico desdén (lo que analizaremos en un artículo ulterior).

No existe mejor prueba de la fuerte aprensión que el Profesor contribuyó a suscitar en dominicanos de buena voluntad, que la carta publicada en el Listín Diario del 28 de septiembre de 1963, no por un vulgar «oligarca» ni por un «golpista» criminal, sino por el prestigioso luchador antitrujillista Lic. Rafael Albuquerque Zayas Bazán, padre de mi amigo de adolescencia Rafaelito, actual vicepresidente de la República. La carta da a conocer un mensaje dirigido el 11 de abril de 1963 por la logia masónica Cuna de América al entonces presidente Bosch, protestando por el apresamiento del comentarista Rafael Bonilla Aybar. En su carta, el Lic. Albuquerque Zayas Bazán afirma que «el recién depuesto régimen constitucional remedó los arbitrarios procedimientos de la pasada tiranía». El mensaje señala a su vez que las explicaciones para justificar el hecho habían «servido para acentuar la impresión pública» de que el mismo «no fue otra cosa que una prefabricada trama de represalia política». He hecho llegar copia de sendas misivas al director del periódico Hoy.

Como analizaremos en un próximo artículo, los vaivenes políticos e ideológicos ulteriores del Profesor, en particular su famosa tesis de la «dictadura con respaldo popular», ayudan retrospectivamente a comprender las inquietudes externadas en aquellos tiempos por Viriato Fiallo y tantos otros dominicanos.

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