La visión 2030 del primer Santiago de América es genuina. Una perspectiva estratégica de la primera villa fundada (1495) y reconocida (1508) por la Corona Española. Metrópolis de la franja norte de la isla, con una madurez consolidada y anticipada a muchas ciudades de América.
Santiago no fue incluida militarmente en las devastaciones de Osorio 1605-1606, pero fue muy afectada de forma socio-económica. La urbe destruida por el terremoto 1842 y calcinada por el incendio 1863, hoy tiene fuerza para garantizar un futuro modernista, innovador y protector de la naturaleza.
Muy en especial, si mantiene la alianza pública, privada y comunitaria de la que hoy hace gala. Esta visión es fidedigna porque se basa en su gente. Legítima dado que luego de un diagnóstico estratégico, sus ideas fueron votadas en los “Sueños de Santiago”.
No es academicismo cuando se habla de Santiago 2030. Tampoco, resultado de trazados arquitectónicos imaginarios. Menos aun, producto fantasioso de visitas de ingenieros alíferos.
Aunque Santiago tiene una masa crítica de planificadores urbanos y constructores. La perspectiva se basa en sueños y necesidades de la mayoría de actores estratégicos. Expresión de más de 850 mil habitantes, residentes, turistas y migrantes.
305 organismos, instituciones, entidades y ciudadanos autónomos, aprobaron la visión 2030. Se estableció el escenario preferido para esta década, en ocho (8) asambleas ciudadanas que fueron validadas por la Ordenanza 3251-19.
Se aprobó que “Santiago al 2030 tenía que transformarse en metrópolis ordenada. Una suma inteligente de municipios y distritos que reconquistan el río Yaque. Una ciudad adaptada al cambio climático que gesta una transformación urbana protectora del agua. Impulsada por una ciudadanía empoderada con empleos formales y viviendas habitables”.
Igualmente, se apuesta a que “Santiago logre transformarse en un territorio robustecido como alma histórica y cultural de la Nación. Chispa productiva de bienes de calidad exportable. Productos industriales que se generan con energía renovable, basados en la inclusión y equidad de género”.
Si continuamos haciendo justo lo que debemos hacer, podremos colocar a Santiago en el mapa de las ciudades más resilientes, basadas en la naturaleza y competitivas del mundo.
Separándonos del crecimiento de Santo Domingo en manos de dinosaurios metodológicos. Pensadores que saben mucho de construcción, pero nada de la armonía y confortabilidad de la obra con el suelo.
El futuro de Santiago reposa en preservar su agua, capa vegetal y sus dos sistemas montañosos Central y Septentrional. Los candidatos presidenciales, legislativos y municipales que más se acerquen con teoría y acción a esa visión, son los que de seguro, saldrán victoriosos en 2024.